El Mini es muy grande

Stephane Peterhansel y Nani Roma se dieron una vuelta por Madrid con los Mini All4 Racing que pilotarán en el Dakar a partir del 5 de enero, aunque los atascos de la capital no son lo más apropiado para el modelo de BMW, el gran favorito para el triunfo en la «edición más dura y difícil de las disputadas hasta ahora en Suramérica». «Volvemos al espíritu del rally africano», decía Peterhansel, ganador de once ediciones y referencia para el resto. «Mr. Dakar» competirá en el equipo más poderoso, con la máquina más fiable y junto a Roma, que quiere ganar por primera vez en coches después de hacerlo hace diez años subido en una moto. Los Mini montan un nuevo chasis y se ha mejorado el reparto de pesos y las suspensiones para que la arena y las piedras de los 9.118 kilómetros de recorrido (5.212 cronometrados) no sean ningún problema.

La fiabilidad es el principal requisito para tener opciones y nadie ha sido tan robusto este año en el desierto como las mecánicas de BMW. Por eso resulta difícil imaginar a otra marca ganando en la meta de Valparaíso. Uno de los siete Minis estará en las manos del príncipe Al Attiyah, un «guerrillero» de la arena que retará a los pilotos oficiales. Para la historia quedaron sus batallas con Carlos Sainz, pero tanto Roma como Peterhansel prefieren tenerlo como compañero de escudería que como rival, aunque en el desierto no hay amigos y las órdenes de equipo a veces no están claras.

Precisamente el madrileño aparece en la lista de alternativas al poderío de BMW. «Habrá que ver cómo responde su boogie, que no ha tenido tantos kilómetros de pruebas como nosotros», admitía Roma, convencido de que el calor de la primera semana en Argentina puede dejar fuera de combate a varios vehículos. Después llegará Bolivia –sólo para motos y quads– y Chile, en un trazado en el que los organizadores han querido acercarse lo más posible a la dureza de África, a la que todos echan de menos y donde será difícil regresar.