Amarcord

Escocia-Inglaterra o cuando ganar al vecino es un deber patriótico

Escoceses e ingleses renuevan cada año, desde hace más de un siglo y medio, la rivalidad más añeja del rugby internacional

Escocia e Inglaterra comenzaron su rivalidad en rugby el 27 de marzo de 1871
Escocia e Inglaterra comenzaron su rivalidad en rugby el 27 de marzo de 1871 WikipediaLa Razón

En vísperas de medirse con Inglaterra en el partido que decidiría el ganador del Grand Slam de 1990, al flanker de Escocia John Jeffrey, el Tiburón Blanco, le preguntaron por el partido, con idéntico premio en juego, que le había ganado a Francia seis años antes. “No tiene nada que ver –contestó el legendario delantero–: ganar a los franceses es un placer, sí, pero ganar contra los ingleses es un deber patriótico”. Este rubio granjero de Kelso, emblema del amateurismo porque combinó diez años de rugby internacional con sus tareas agropecuarias, resumía en una frase la hondura de una rivalidad que se extiende desde hace más de 150 años.

Hacía ya unos años que ciertos futboleros rebeldes practicaban por toda Gran Bretaña su deporte con las reglas de la Rugby School del condado de Warwick, fijadas en la década de los treinta del siglo XIX por el reverendo William Webb Ellis, según una tradición nunca refrendada. Los capitanes de los cinco clubes más importantes de Escocia desafiaron mediante un artículo en el semanario Bell’s a los ingleses, que recogieron el guante. Se enfrentarían equipos de veinte jugadores, frente a los quince actuales, en el campo de críquet de la Raeburn Place de Edimburgo: los visitantes vestirían de blanco con una rosa roja; los locales jugarían de marrón con un cardo en el pecho.

Cuatro mil espectadores acudieron a un partido que empezó a las dos de la tarde, horario canónico que aún se procura respetar –siempre que la omnipotente televisión no lo impida– en Murrayfield, templo del rugby escocés. El sistema de puntuación era rudimentario: sólo se sumaban puntos con las patadas a palos resultantes de las conversiones de los ensayos, de ahí su nombre. Es decir, el objetivo era llevar la vejiga de cerdo, antecesor del balón oval, hasta la zona de marca del rival para ganarse el derecho a ensayar un chut a palos. Inglaterra se granjeó una posibilidad, fallada por el delantero del Clapham Rovers Reginald Birkett, y Escocia acertó en una de sus dos patadas.

Las autoridades se limitaron a ofrecer una recompensa económica a celebridad, invitando incluso al banquete con el que la selección inglesa celebró el título ese verano con permiso para lamer los platos con las sobras que habían dejado los futbolistas.

El partido se dividió en dos mitades de 50 minutos y los escoceses consiguieron sus dos ensayos en la segunda parte. Tras empujar una melé inglesa a cinco yardas de su propia zona de marca, Angus Buchanan se zambulló sobre el balón y el medio apertura del Merchistonians William Cross convirtió el intento a palos en el único gol del encuentro. Poco después, el propio Cross –que fue árbitro internacional y presidente de la Federación Escocesa– anotó otro ensayo, pero erró la conversión.

Este primer test-match internacional tenía prevista su revancha al año siguiente en el Kennington Oval de Londres, y así se instituyó el Escocia-Inglaterra con un desafío anual que aún hoy tiene lugar. Desde 1879, se pone en liza un trofeo llamado Calcuta Cup porque fue donado por los exjugadores de un equipo de rugby de esa ciudad. El clima indio era poco adecuado para la práctica de este deporte, de modo que disolvieron el club y fundieron las rupias de plata que guardaban en el banco para confeccionar una copa de la que, en el banquete posterior al partido, beben todos los jugadores. Si gana Escocia, se llena con whisky. Si vencen los ingleses, le echan zumo de naranja.

A pesar de que Escocia ha ganado cinco de las seis últimas ediciones, y retiene la Copa Calcuta desde hace tres años, esta rivalidad secular tiene un claro color blanco: los ingleses la han conquistado 82 veces contra las 42 que acumulan sus vecinos del norte.