Amarcord

Jules Rimet, la copa robada, encontrada y vuelta a robar

El 20 de marzo de 1966, unos meses antes de disputarse el Mundial de Inglaterra, el trofeo desapareció estando expuesto en Londres. Un perro, de nombre Pickles, lo encontró una semana después

Pickles, con la Copa Jules Rimet
Pickles, con la Copa Jules RimetTwiiter

Jules Rimet, abogado y árbitro francés, es la persona a quien el fútbol debe su globalización a partir de la década de los veinte. En 1921 fue elegido tercer presidente de FIFA y enseguida se empeñó en organizar un gran torneo internacional, integrado primero en los Juegos Olímpicos y, desde 1930, con esa Copa del Mundo cuatrienal que lleva casi un siglo apasionando al planeta. Nada más lógico que el trofeo que se entregase al campeón, una alegoría en oro de la Niké griega, diosa de la victoria, fuese bautizada con su nombre.

Él mismo hizo el encargo al joyero Abel Lafleur en 1929, un año antes de la edición inaugural en Uruguay. La obra, de unos cuatro kilos y 30 centímetros de altura incluida su base de lapislázuli, se llamó en principio «Diosa de la Victoria» y así lució en los tres primeros Mundiales, los celebrados antes de la II Guerra Mundial. Tras el horripilante conflicto, cuando el anciano presidente era más honorífico que ejecutivo, el congreso celebrado en Luxemburgo (1946) aprobó por unanimidad el cambio de denominación. La Copa Jules Rimet la levantaría por primera vez el capitán del campeón que se consagrase en Maracaná, sede emblemática de Brasil 1950.

Cuatro Mundiales después, el fútbol volvería a Inglaterra, su cuna, y el evento se convirtió en una cuestión de Estado para los británicos. Cuatro meses antes del torneo, se exhibió el trofeo en lugar tan encopetado como el Salón de Westminster, en una exposición que contaba con innumerables objetos curiosos y de enorme valor, como una colección de sellos raros valorados en más de tres millones de libras. Pero los ladrones que entraron en el recinto aquel domingo por la mañana, el día de mayor afluencia de público, ignoraron todos esos tesoros para llevarse la Copa Jules Rimet. Una puñalada en toda regla en el orgulloso corazón de Scotland Yard.

Las autoridades, con la mezcla de vergüenza e impotencia que deja todo fiasco policial, se limitaron a ofrecer una recompensa económica a quien ayudase a recuperar el trofeo y ninguna pista fiable había cuando, justo una semana después, el anónimo David Corbett se presentó en la comisaría de South Norwood, al sur de Londres, para entregarlo. Pickles, su perro, lo había encontrado mientras escarbaba para hacer sus necesidades en un seto del parque de Beluah Hill, envuelto en papel de periódico. El feliz propietario cobró 6.000 libras (un dineral: equivaldrían a más de 200.000 euros de hoy en día) y el can se convirtió en una celebridad, invitado incluso al banquete con el que la selección inglesa celebró el título ese verano con permiso para lamer los platos con las sobras que habían dejado los futbolistas.

La azarosa vida de la Copa Jules Rimet, escondida durante toda la II Guerra Mundial en la granja de un directivo italiano para evitar el expolio nazi, no terminó ahí. En México 1970, el Brasil de Pelé conquistó su tercer título, que comportaba el derecho a quedársela en propiedad. La colocó en una urna en la sede de la Confederación Brasileña de Fútbol en Río de Janeiro… y se esfumó para siempre en 1983.

Porque la urna estaba blindada, sí, pero los ladrones forzaron la base de la misma, de madera, sin dificultad con una simple palanca. Un lustro después, la policía brasileña detuvo a cuatro argentinos, una banda de sospechosos habituales, que confesaron haber perpetrado el robo, pero la Copa Jules Rimet no apareció porque, según dijeron, la habían fundido para vender el oro. Varios sospechosos y algunos testigos del caso murieron en circunstancias extrañas, lo que desató la lengua del joyero Juan Carlos Hernández, el único superviviente, quien aseguró que la habían vendido por 100.000 dólares al mafioso italiano que les había encargado y financiado el golpe. A saber dónde se esconde la verdad.