Fútbol

Oblak, Correa y nueve más

El argentino marca al comienzo del partido y al arrancar la segunda parte, Riquelme reduce distancias y entre el portero y los palos evitan el empate del Girona al Atlético

Correa celebra uno de sus goles
Correa celebra uno de sus golesAFP7 vía Europa PressAFP7 vía Europa Press

El Atlético terminó pidiendo la hora. Encerrado en su campo y reclamando que no se jugara ni un minuto más. Como si fuera un equipo pequeño. O quizá lo sea, al menos de espíritu. Cada segundo de más era un sufrimiento. un sobresalto para el corazón de los rojiblancos en un partido que salvaron los de siempre, Oblak y Correa.

El Atlético juega a esperar, da igual a quién tenga enfrente. Y el gol de Correa en los primeros minutos sólo aceleró esos pasos atrás que siempre da el equipo de Simeone. El argentino recogió en el segundo palo un centro de Griezmann y puso en ventaja al Atlético desde muy temprano.

La jugada nació en un robo de balón de Reinildo. Una acción que avisaba de la presunta ambición del equipo de Simeone, pero todo resultaba un espejismo.

El guion estaba escrito. El Atlético no sabe hacer otra cosa que echarse atrás y aguantar después de un gol. No tiene instinto para liquidar los partidos. Lo suyo es conservar lo que tiene, no buscar más.

Y en ese camino acaba teniendo más protagonismo Oblak que cualquier otro futbolista del Atlético. El guardameta rojiblanco desvió tres disparos lejanos, uno de Riquelme y dos de Aleix García. Uno de ellos acabó pegando en el palo, que hizo de segundo guardaespaldas del Atlético.

Hubo uno más, un remate de cabeza de Stuani que fue directo al larguero. El árbitro ya había pitado una falta en ataque, pero la única falta fue un pisotón de Kondogbia a Savic cuando estaba en el suelo. Un susto más para el Atlético, que sobrevivía gracias al acierto de Correa. El argentino aprovechó un pase de Juan Carlos, el portero del Girona, que pretendía salir jugando la pelota con sus centrales y terminó ampliando la ventaja del equipo de Simeone.

Pero el mejor del Atlético jugaba con la otra camiseta. Rodrigo Riquelme juega cedido en el Girona, pero demuestra que no le impresiona el ambiente del Metropolitano. Marcó el único gol de su equipo, pero su presencia fue mucho más allá.

Riquelme marcaba el ritmo del juego del Girona, tiene visión de juego y disparo desde fuera del área. Lo tiene todo, aunque necesitara la ayuda de Giménez para que desviara su disparo en el gol del Girona.

Tenía una presencia superior a la de cualquier jugador en el campo y fue él quien inclinó el campo para que se acabara jugando siempre en el terreno del Atlético. Tuvo la oportunidad de hacer que llegara el segundo de su equipo en un contraataque. Era tanta la ventaja que se quedó pensando cuándo le iba a dar el pase a Stuani, que llegaba por su derecha, para que igualara el partido. Pero en sus pensamientos se coló Reinildo, que nunca descansa, para salir victorioso de ese uno contra dos que tantas cosas malas anunciaba para su equipo.

El Girona hacía méritos para igualar el partido y el Atlético se conformaba con aguantar. Dejaba solo a Cunha arriba, luego fue Morata, con la esperanza de que le llegara alguna pelota que le permitiera liquidar el encuentro.

Aunque lo que de verdad deseaba era que el partido se acabara cuanto antes. Lo vio más cerca cuando Míchel retiró del campo a Riquelme, pero el Girona no se acabó ahí. Le quedaban fuerzas, ganas y juego para intentarlo.

Mucho más de lo que se podía decir del Atlético. Un equipo sin alma, sin ambición. Un equipo que se conforma y que apenas ofrece alegrías a sus aficionados. La aparentemente ofensiva alineación acabó convertida en un 5-4-1 con Griezmann y Correa sacrificados en los extremos y Carrasco por detrás como lateral izquierdo.

Acabó encerrando en su área, a la espera de que todo se acabara cuanto antes. Y soltó un suspiro de alivio cuando el árbitro pitó el final del partido. El final de una agonía que ya se prolonga durante demasiado tiempo en el Atlético.