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El Sevilla, del suicidio a la inútil locura

El equipo de Lopetegui le regala la remontada al Lille y se complica la supervivencia en un grupo mediocre

Lucas Ocampos intenta superar a Jonathan David
Lucas Ocampos intenta superar a Jonathan DavidAngel FernandezAP

Las muchas ilusiones que el Sevilla tenía puestas en la Liga de Campeones están a punto de quedar en la cuneta de una eliminación vergonzosa en un grupo con tres rivales mediocres como banderillero de plaza de tercera. El Lille, colista hasta ayer, que remontó el gol concedido al cuarto de hora para llevarse tres puntos que lo relanzan en la carrera por los octavos. Al contrario que los sevillistas, obligados a ganar los dos partidos que les quedan... y puede ni siquiera así.

La ventaja tempranera suele tranquilizar al Sevilla, que esta vez quedó tetanizado por su propio gol. Al cuarto de hora, una sucesión de rebotes terminó en la red de Grbic, que había repelido al centro un tiro de Rafa Mir. Ocampos pasaba por allí para meterla en la jaula y activar a los franceses que, sin nada que defender, adelantaron líneas sin crear más peligro que el que un sevillista quiso que creasen.

Thomas Delaney, un futbolista harto de jugar en Champions y con experiencia mundialista, ha dado muestras en los pocos meses que lleva en España de cierto descontrol en sus gestos. Tuvo suerte en su primera imprudencia, cuando fue al suelo tras comerse un recorte, porque derribó a David con su cuerpo pero el árbitro lo dejó pasar. No así el manotazo que le arreó a Bamba al borde del descanso, que el árbitro castigó, previa consultar al monitor, con un penalti que transformó el delantero canadiense en el empate.

El gol del Lille castigaba la ramplonería sevillista, que no varió en el inicio de la segunda parte. André y Renato Sanches se apropiaron del centro del campo, Reinildo y Çelik se sumaron al ataque con peligro y el osado halló el justo premio del gol, tras remachar Ikoné un tiro al poste del lateral turco. El favorito del grupo se asomaba al abismo y, para colmo, se iba lesionado Jesús Navas.

Como le ocurre a menudo cuando las cosas no marchan, Lopetegui se embarcó en una espiral de cambios casi esquizofrénica. Entre ajustes, parones y pérdidas de tiempo (legítimas) de los franceses, se encontró dentro de los diez minutos finales sin que el Sevilla hubiese gozado de ninguna ocasión. Era todo una locura, una especie de toque de generala para arremeter con todo... excepto con fútbol. Este ejercicio de tremendismo fue trocando con los minutos en pura impotencia, sin que nadie sea capaz de rastrear una ocasión sevillista en la media hora larga que quedaba hasta el final.

Jocelyn Gourvennec fue encerrando a su equipo consciente de que cuanto más se desesperase el Sevilla, más oportunidades de salir a la contra tendría, aunque a la hora de la verdad le bastó con los despejes de sus centrales.