Italia
El otro Roma-Liverpool de hace 34 años marcado por la tragedia de «Ago» di Bartolomei
Agostino di Bartolomei jugó la final entre la Roma y el Liverpool en Roma, que perdió el equipo italiano. Fue un 30 de mayo de 1984. Nunca se recuperó. Se suicidó justo 10 años después, el 30 de mayo de 1994
Agostino di Bartolomei jugó la final entre la Roma y el Liverpool en Roma, que perdió el equipo italiano. Fue un 30 de mayo de 1984. Nunca se recuperó. Se suicidó justo 10 años después, el 30 de mayo de 1994.
Liverpool y Roma se jugarán un puesto en la final de la Liga de Campeones que se jugará en Kiev frente al ganador de la otra entre el Bayern Múnich y el Real Madrid. El equipo italiano es el único de los cuatro que estaban hoy en el bombo del sorteo que no ha ganado nunca una Champions, pero sí que jugó una final, el 30 de mayo de 1984, precisamente ante el Liverpool.
Esa fecha, el 30 de mayo, está grabada a fuego en la mente del equipo romano, y no precisamente para bien. Aquel día del año 1984 la Roma se jugaba su primer título continental frente al equipo inglés y, además, en su estadio, el Olímpico de Roma. Toda una oportunidad para la formación entrenada en aquel entonces por el sueco Nils Liedholm. El encuentro, pese a los 70.000 espectadores que animaron sin descanso a su equipo, acabó con empate a uno y se llegó a la tanda de penaltis, en la que los italianos cayeron derrotados 4-2 ante su afición, lo que dejó a la ciudad en estado de shock.
En aquel once de la Roma jugaba Agostino Di Bartolomei, uno de los grandes jugadores italianos del momento. Sin embargo, aquel día no jugó un buen partido y, al final, se peleó con el brasileño Falcao, que no quiso tirar su penalti. Quedó muy afectado por aquella derrota y, para colmo, la llegada de un nuevo entrenador, Eriksson, que no contaba con él, le hizo marcharse al Milan, eterno rival de la Roma.
A partir de ahí, Di Bartolomei entró en una espiral que le fue hundiendo poco a poco en un agujero personal y profesional. Tras tres años en el Milan en el que lo único que consiguió fue ser despreciado por la afición de su antiguo equipo, deparó en el Cesena, un equipo menor, y, después en la Salernitana, que jugaba en el equivalente a la segunda división B española. En este club de Salerno, en el sur de Italia, se retiró. Probó suerte como comentarista de la RAI, lo intentó en los negocios, realizó inversiones en bolsa... Pero nada le salía bien. Nadie le quiso contratar como entrenador a pesar de su fama como futbolista, los negocios le fueron mal y entró en una profunda depresión.
Al final decidió quitarse la vida. Nadie sabe si la fecha elegida fue casual o no pero el caso es se suicidó un 30 de mayo de 1994, justo 10 años después de aquella final perdida ante el Liverpool que truncó su carrera ascendente y le cambió para siempre. “Me siento encerrado dentro de un agujero”, decía la nota que redactó instantes antes de suicidarse.
El suceso provocó una gran conmoción en toda Italia, pero sobre todo en Roma. Los tiffosi de la Roma, quizás sintiéndose culpables por haberle rechazado años atrás, le despidieron con esta esquela: “Niente parole... solo un posto in fondo al cuore. Ciao, Ago” (Sin palabras... solo un lugar en el fondo del corazón).
Su memoria sigue viva. Una calle de San Marco de Castellabate, la ciudad del sur de Italia donde vivía, lleva su nombre, al igual que de uno de los campos de entrenamiento de la Roma, el club en el que alcanzó la fama.
La final de este 2018 tendrá lugar en Kiev el 26 de mayo, casi 34 años después de aquella tragedia que la Roma nunca ha olvidado. Quizás, esta vez sí, el equipo italiano pueda ganar aquella Liga de Campeones que se le escapó en los penaltis. Quizás se la dediquen a Agostino Di Bartolomei. Pero, antes, deben vencer al Liverpool, su verdugo hace más de tres décadas.
Tras conocerse el cruce de semifinales, su hijo, Luca Di Bartolomei, con el que han tratado de contactar muchos periodistas, ha preferido no hacer declaraciones pero sí que ha subido a su muro de Facebook el siguiente mensaje: “A todos los que me están buscando, agradezco que penséis en mí, pero prefiero no hablar. Creo que ‘Ago’ [como era conocido Agostino] también preferiría el silencio y la concentración. Por una vez, dejemos que en Roma el pasado sea tierra extranjera. Pensemos sólo en el futuro. Vamos».
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