Adiós al «Sabio de Hortaleza»
Los ojos de un artista
«Del fútbol, como de la vida, hay que saber irse», dijo
Ser amigo de Luis Aragonés no era fácil. La amistad es fraternidad. Hay amistad donde hay confianza. Entre Luis Aragonés y yo hubo una cortés relación de respeto.
–Tú escribes en los periódicos y yo vivo del fútbol. Tú, por lo tanto, eres mi contrario.
Me lo dijo cuando los dos éramos jóvenes y sanguíneos: él era ya, en el Atlético, alguien: «El Zapatones», un tío que con sus «zapatones» o «botazas» tiraba a gol con potencia y veneno; yo, sólo un reportero del periódico «Pueblo» de Emilio Romero.
Un día se encaró conmigo:
–No estoy de acuerdo con lo que has escrito. Yo sé de fútbol gracias a mis «zapatones», con los que pateo el balón. ¿Dónde has pateado tú un balón si es que lo has pateado alguna vez?
Era así. Nada opaco. Claro y directo. Nada oblicuo. Al pan, pan, y al periodista, lo que pensaba. No, no me molestaba que me hablase así.
–A ver, ¿qué es lo que te ha disgustado de lo que he escrito? –le dije en tono conciliador.
Me lo explicó. Y aprendí. Tenía razón: había jugado con un dedo –que me enseñó– hinchado. Le pedí perdón.
–Creo que tú y yo –me respondió–nos vamos a entender. Sabes comprender.
Y a raíz de esa anécdota digamos que nació una empática relación de respeto. Jamás me mintió en nada. Siendo seleccionador, le llamé algunas veces.
–Eso no te lo puedo aclarar. Hazme caso a mí y no a los rumores. Tengo problemas con él.
Él era Raúl. Tenía por norma, al parecer, «mirar fijo a los ojos».
–Cuando estoy enfadado con alguien, le miro fijo a los ojos. Los ojos no mienten. Hay que saber leer en ellos. Yo sé leer y quiero que los demás lean en mis ojos como yo leo en los suyos.
Filósofo y psicólogo a su manera:
–Para gobernar un vestuario, antes que entrenador técnico o táctico, hay que ser psicólogo. Helenio Herrera era sobre todo psicólogo.
–Y ¿qué es para ti ser psicólogo de futbolistas? – le pregunté.
Poseía una buena memoria:
–¿Recuerdas cuando te dije que tú y yo acabaríamos entendiéndonos? Psicólogo, en fútbol, es que el jugador me comprenda a mí y yo le comprenda a él, para lo cual hay que «mirarse fijo a los ojos».
–La última vez que hablé con él fue en una cena del Club de Medios que preside Luis María Anson. Era uno de los premiados. Aquella noche seguí aprendiendo de Luis.
–Del fútbol, como de la vida, hay que saber irse –me recitó–. Con el Europeo ganado en 2008, toqué el cielo. ¿Qué mejor jubilación, si bien no pienso jubilarme todavía, que «pegar» a tu currículo un título como el de Campeón de Europa de Selecciones? El fútbol es hermoso. Es –¡ahí queda eso, lo he escrito más de una vez!– el arte con el que disfrutan las gentes.
Visto así el fútbol, Luis fue un artista. Dios, seguro, lo admirará mirándole muy fijo a los ojos.
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