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La victoria de la auctoritas frente a la potestas de la billetera

El pase a cuartos del Real Madrid ha dejado el proyecto del PSG en el abismo y Mbappé ya sabe dónde tiene que jugar si quiere ganar algo

Leo Messi lo está pasando mal en el PSG.
Leo Messi lo está pasando mal en el PSG.AFP7 vía Europa PressAFP7 vía Europa Press

El partido del miércoles en el Bernabéu sirvió para llegar a algo más que esas dos perogrullescas conclusiones que determinan que el PSG se quedará un año más, y van 11, sin ganar la Copa de Europa y que tras el 3-1 el Real Madrid cuenta con tantas opciones como el que más de levantarla el 28 de mayo en París. Esta exhibición quedará para la posteridad a la misma altura que el 6-1 al Anderlecht (3-0 en la ida) en 1984, que el 4-0 al Borussia Mönchengladbach en 1985 (5-1 en Alemania) o que el 5-1 al Inter (3-1 en Milán) en 1986. Dentro de 30 años, allá por 2052, nos acordaremos dónde estábamos la noche de aquel día 9 de marzo de 2022. Ojo porque todas estas gestas terminaron en título: los merengues conquistaron la UEFA de 1985 e hicieron lo propio con la de 1986. Era el equipo de los Santillana, Juanito, Valdano, Camacho, Butragueño, Míchel, Sanchís, Martín Vázquez y Hugol Sánchez. Casi nada.

Más allá de estas estadísticas, de estos recuerdos que permanecen indelebles en mi memoria y del detalle de que todas ellas devinieron en campeonato, hay que extraer una lectura tan importante o más. Los octavos de la Champions 2022 representan la victoria del fútbol frente al dinero, del trabajo honrado frente a la mafia de la UEFA, en resumidas cuentas, de los clubes de siempre contra los que gastan como si no hubiera un mañana incumpliendo todos los fair-play financieros habidos y por haber. Un éxito superlativo teniendo en cuenta que la UEFA ordenó repetir el sorteo en un escándalo más propio de la Conmebol o de la CAF africana que de una organización deportiva europea. A los merengues les había caído en suerte el Benfica, pero una sospechosa mezcla de bolas de equipos que habían coincidido en la primera fase llevó a repetir el tocomocho, cuando lo normal hubiera sido respetar el cruce entre españoles y portugueses y repetir las eliminatorias que no podían ser porque sus integrantes habían jugado en los mismos grupos. Es decir, no tocar lo que no estaba contaminado. Casualidades de la vida, el bombo dijo “PSG”, un hueso durísimo de roer, donde antes había pronunciado un claro, rotundo y mucho más fácil “Benfica”. Vamos, que fueron a matar a los de Ancelotti y los blancos se la devolvieron donde hay que hacerlo: en el terreno de juego metiéndose, además, un chute de autoconfianza.

Dije aquí, y visto lo visto, no me he equivocado, que las entidades futbolísticas de toda la vida cuentan con muchos kilómetros de ventaja sobre los nuevos ricos de este deporte, lo que se ha dado en llamar con acierto los clubes-Estado. El balompié es algo más que una montaña de billetes de 500. Esa experiencia que es la madre de la ciencia, la idiosincrasia, el saber acumulado durante años, 120 en el caso del Madrid, es un muro inexpugnable y me atrevo a decir que eterno. Florentino Pérez sabe perfectamente que mezclar en un mismo once varias súperestrellas mundiales es un guirigay que termina mal porque el choque de egos superlativos actúa de antídoto frente al éxito. Con Figo, Zidane, Ronaldo, Beckham y Raúl en el mismo plantel no conquistó una sola Orejona hace 20 años, con toda la plantilla trabajando para Cristiano Ronaldo, cuatro que se dice pronto.

Ese dúo de fracasados que son Leonardo y el matoncete Al-Khelaifi olvidaron, entre otros, este pequeño gran detalle conformando una plantilla en la que los americanos no se pueden ni ver con los europeos-franceses, en la que Messi recela de Mbappé porque hace ya bastante tiempo que es mejor que él, en la que figura un tipo como Neymar que tiene tanto cartel como pocos títulos y gol y en la que a principios de temporada había ¡¡¡ocho porteros!!!

Entre Benzema y Ancelotti, que acertó en todos los cambios, especialmente con un Camavinga que metió ritmo donde antes había tikitaka y con un Lucas que congeló a Mbappé, se cargaron en media hora un proyecto en el que los qataríes se han dejado 1.300 millones. No quedó ahí la cosa: Pochettino y Leonardo están fuera; Neymar y Messi, que fueron pitados en el Parque de los Príncipes, me da que otro tanto; los salvajes ultras quieren lincharles, el proyecto está en el abismo si no es que ha llegado al final y Mbappé tiene más claro aún de lo que lo tenía dónde tiene que jugar si quiere ganar algo. En fin, la victoria de la auctoritas frente a la potestas de la billetera y la cosa nostra.