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Villarreal-Real Madrid (2-3): Vuelve la fe

El equipo de Ancelotti remontó dos goles en contra en la segunda parte del partido de la Copa del Rey y volvió a la vida cuando parecía muerto y metido en una crisis grave. Partidazo de Ceballos

Baena y Camavinga en el Villarreal-Real Madrid de la Copa del Rey
Baena y Camavinga en el Villarreal-Real Madrid de la Copa del ReyJose BretonAgencia AP

La fe, es eso. El Real Madrid estaba muerto, se le escapaba otra vida en el descanso del encuentro contra el Villarreal de la Copa del Rey. Estaba en shock, como el boxeador noqueado que no sabe por dónde le vienen los golpes y, peor, que no sabe cómo defenderse. Así fue el segundo gol del Villarreal. Tchouameni en París, lesionado y viendo un partido de la NBA, Rüdiger saliendo en todas las jugadas negativas, el resto desaparecidos; Kroos, con mala cara al irse sustituido y Ancelotti echando la bronca a Rodrygo, también por un mal gesto cuando fue cambiado. Si eso no era un derrumbe, se le parecía demasiado.

Sin embargo, el enfado de Rodrygo queda ahora peor, porque los cambios de Ancelotti cambiaron el partido. De repente, en ese naufragio, en ese sálvese quién pueda, el Madrid encontró algo que tiene en la camiseta, en la historia, en la sala de trofeos y en los campos de Valdebebas, que se llenan de niños y niñas que sueñan con imposibles. Encontró el orgullo y la fe en lo imposible. Lo encontró en el baile de Ceballos, un jugador siempre tan esforzado e intrascendente, que en Villarreal fue esforzado y trascendente, vital, mandando un mensaje cuando hacía falta: está aquí, vale para esto y puede que sea el momento adecuado para que juegue, cuando el resto de los centrocampistas está para casi nada. Hay partidos que cambian las carreras de los futbolistas, puede que el de Ceballos sea este. AyudóAsensio, también revolucionado, también orgulloso para encontrar su sitio, ahora que nadie contaba con él. Le dieron al Madrid una velocidad que no tenía y algo más, un motivo en el que creer, cuando la fe, lo que sostuvo de manera maravillosa la temporada pasada, parecía que se había evaporado.

La recuperó el Madrid y a ver si encuentra así el punto de inflexión. Se soltó cuando más lo necesitaba: a Ceballos y a Asensio se unieron Benzema y un Vinicius que quiere todo, pelea contra todos y nunca se rinde. Y al que el cambio de Setién de Foyth y de Albiol le dio la vida y autopista para el Real Madrid hacia la victoria y una remontada que es una esperanza.

El Villarreal se fue al descanso con dos goles de ventaja, con la sensación de que estaba hecho y repitiendo la superioridad que había tenido en la ida. Llegaba más, llegaba mejor y tenía dos goles a favor cuando sólo quedaban cuarenta y cinco minutos. La defensa del Madrid era un cuadro, un espejismo.

Había dicho Ancelotti que había que defender bien, que era la solución más simple para cambiar el camino que llevaba el Madrid, pero no le hicieron mucho caso sus futbolistas. Rüdiger estuvo en los dos goles del Villarreal: en el primero porque Gerard Moreno es mucho más rápido y listo y el segundo porque sale tarde del fuera de juego. Luego mejoró el alemán, por fin, pero esas jugadas y sobre todo el segundo tanto dijeron muchas cosas de la intensidad defensiva. El Villarreal hizo de todo en ese gol. Se paró, pensó, se equivocó: los jugadores de Setién tuvieron tanto tiempo que eso deja muy mal a los blancos.

El Madrid, es verdad, salió con otra intención, pero en tres minutos llevaba un gol en contra. Pero tuvo dos ocasiones claras, una de Rodrygo y otra de Valverde para empatar y animarse. No las marcó, porque los que eran dos revulsivos hoy están tristes y el equipo se desanimo. Como había anunciado Ancelotti jugó con Camavinga de mediocentro para dar más seguridad atrás. Pero también más desorden.Kroosno tomó el mando casi nunca y el Villarreal se hizo con la pelota, el marcador y escribía ya hasta la esquela del Real Madrid.

Ancelotti, entonces, tocó la varita e hizo dos cambios que sonaron raros. Como en las remontadas de Champions. Dejó a Camavinga en el campo, pese a que tenía una amarilla y quitó a Kroos, el que más podía dirigir el partido. Era extraño, pero es que era a vida o muerte. Sacó a Ceballos mientras también quitaba a Rodrygo, que al menos le había puesto intención y dejaba a Vinicius, que estaba peleón, pero no decisivo y Benzema, que estaba, pero no se le veía.

El Madrid se desmelenó. Camavinga encontró su lugar porque ahora mandaba el desorden, la fe, el creer. Ceballos tomó el mando que tanto se estaba esperando y Asensio enseñó que también corre sangre por sus venas, aunque a veces se le enfríe. Y todo lo que estaba torcido, se enderó. Al equipo de Setién le pasó lo que le pasa a los equipos de Setién: que no matan, que se quedan en el paso definitivo. Y el Madrid dio la vuelta a todo: lo que era una derrota cantada, fue victoria. Lo que era muerte, es ahora esperanza.