Fallece Di Stefano
Su lugar en la historia
El mejor futbolista del siglo XX no jugó en ningún Campeonato del Mundo
En la mañana del sábado presentaba yo mi libro «Los Mundiales» en la aseada ciudad de Ceuta y en mi exposición hablé de varias paradojas en el desarrollo de los mismos. No es la menor que la Selección haya encontrado en dos países iberoamericanos los mayores pitos y cuchufletas de su historia. En el año 1962, que transcurrió en Chile, nuestro equipo nacional fue sistemáticamente reprobado por la afición de aquel país en nuestros encuentros contra México, Brasil y Checoslovaquia. En el que está concluyendo en Brasil, la torcida brasileña se ha casado sucesivamente con nuestros adversarios, Holanda, Chile y Australia. Lo de aplaudir a Checoslovaquia o Australia cuando jugaron contra España tenía su sarcasmo. Como escribió el elocuente Antonio Valencia, en el de 1962 los chilenos eran de todo menos españoles. La leyenda de la hispanidad no se tuvo entonces de pie. Tampoco el iberoamericanismo en la edición actual. La mayor crueldad en la historia futbolística es que Alfredo di Stéfano no pudiera alinearse con España en 1962, una inoportuna lesión de espalda, sobrevenida fechas antes de lo de Chile, se lo impidió. Se consumaba así la paradoja irónica de que el que ha sido considerado el mejor jugador de la historia del siglo XX, no por los aficionados madridistas, lo que sería normal, sino por la propia FIFA, no participaría en NINGÚN Campeonato del Mundo. Los otros ases del repóquer, Pelé, Maradona, Cruyff y Zidane tuvieron, con título final tres de ellos o sin título el holandés, su momento de gloria que los inmortalizó. Pelé, en su debut en Suecia en 1958 y en su apoteosis mexicana en el 70. Maradona, en el 86 con sus goles de la mano de Dios y el burreo de medio equipo inglés en el mejor gol de la historia de los Mundiales. Cruyff, en su impresionante final fallida que le ganaría Beckenbauer. Zidane, en su tierra, en Francia, con su impecable campeonato y sus dos goles de cabeza contra Brasil a la salida de dos córners... Alfredo, no. Su huida a Colombia con varios jugadores argentinos hartos de las cláusulas leoninas para los jugadores que imponía la Federación gaucha, su estancia en Colombia; su emigración a España donde convertiría al Madrid en el equipo que deslumbró a Europa durante una década, la ausencia de España del Mundial del 58 después de un infausto partido en el Bernabéu, en el que gemí amargamente, y en el que nuestra Selección no pudo doblegar a una modesta Suiza a pesar de que contábamos quizá con la mejor delantera de nuestra historia (Miguel, Kubala, Di Stéfano, Suárez y Gento). ¡Hable usted de galácticos! Todo se confabuló para que el genio argentino español no corriera en un Mundial. Esta ausencia y la tardía aparición de la televisión, sobre todo de la transmisión en colores, hacen que la figura de Alfredo di Stéfano encuentre en los libros de historia un lugar destacado, pero no el irrepetible que merece por su clase excepcional, entrega total y regularidad pasmosa. Cuando leo los manuales de historia que se estudian en las escuelas de Estados Unidos, uno se percata de que el sustancial papel jugado por la Corona española para ayudar a la independencia de aquel gran país es prácticamente silenciada. Los cuantiosos fondos vertidos por España a los patriotas yanquis fueron realizados un tanto a escondidas para no excitar demasiado a Gran Bretaña, que había sido nuestro enemigo reciente. Luego, el nuevo Gobierno americano fue cicatero al reconocer la deuda con Madrid. El resultado es una ínfima mención de nuestro aporte en los textos de aquella nación. Nuestro Gálvez, con la excepción de Florida, es silenciado y el francés Lafayette, ensalzado. Con críticos y aficionados de hoy en día, incluso madridistas, ocurre otro tanto. Alfredo di Stéfano comienza a ser una vaga referencia para los más jóvenes casi como Viriato, Agustina de Aragón, Belmonte o Miguel Fleta. Lo que no se ve nítidamente en la tele o en YouTube no existe. No es justo, Di Stéfano fue el primero de los grandes profetas y, juntamente, quizá con Pelé, el más completo.
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