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Cómo preparar unos Juegos con una pandemia por medio: “Si las plantas os contestan, entonces me llamáis”

Pablo del Río, psicólogo del CAR de Madrid, explica las dificultades extra para preparar unos Juegos marcados por la pandemia en los que la incertidumbre ha sido (y es) el gran problema

El psicólogo Pablo del Río, con los judocas Niko Shera y Fran Garrigós
El psicólogo Pablo del Río, con los judocas Niko Shera y Fran GarrigósLa Razón

«Hasta que no dijeron que los Juegos se aplazaban, fue horroroso», explica Pablo del Río, psicólogo del CAR de Madrid que ha ayudado a que 21 deportistas estén en los Juegos de Tokio. La palabra más repetida durante el último año y medio por casi todos ellos y por los que luchaban por clasificarse fue «incertidumbre». «Por un lado les decían: “Chicos, entrenad mucho, que habrá Juegos”. ¡Pero la gente cómo iba a entrenar si no tenía pesas en casa ni nada..!», continúa Del Río, que vio cómo en pleno confinamiento, el 30 de marzo, se abrió un programa de ayuda y asesoramiento a todos los deportistas de alto nivel comandado por él. En abril hasta le salió un herpes del estrés. La sensación de agobio se atenuó cuando se confirmó que los Juegos no serían en 2020. Pero sólo se frenó. «En verano les dije a los chicos: “Es normal que habléis con las plantas, no os preocupéis. Pero cuando las plantas os contesten, entonces me llamáis”. Y en julio me fui una semana a descansar y mandé un WhatsApp: “Las plantas han comenzado a contestarme, así que me voy ocho días de vacaciones”», desvela.

«A mí se me ha hecho muy largo, y a ellos también. Los deportistas el año preolímpico, en 2019, ya estaban pensando en los Juegos. Y en este caso ha sido el 19, el 20 y lo que llevamos de 21. De hecho, ahora están apareciendo lesiones, siempre pasa. El otro día, la atleta Irene Sánchez (se rompió el dedo de un pie). Qué ingrato e injusto, tanto tiempo trabajando para sus primeros Juegos y sin comerlo ni beberlo y sin aviso, se queda coja y adiós. En muchos casos son deportes minoritarios y tienen que aprovechar la ilusión de ser olímpicos, y si una semana antes de viajar pasa esto...», prosigue el psicólogo del CAR. «La incertidumbre se mantiene», adelanta. «En atletismo, por ejemplo, hasta hace poco no salió la lista definitiva, la incertidumbre es constante: me clasificaré, me podré mantener física y mentalmente estable, y ahora que lo he logrado, las PCR, papeleos, vacunas... Es un estrés constante y va a pasar factura», opina el psicólogo, que tiene que lidiar con todo esto para intentar que los deportistas se focalicen en hacer su trabajo. «Va a pasar como cuando uno está de exámenes que llega el último y dices: “Qué pesadilla, que pase ya”. Así que tendremos que estar con mucho cuidado para que no haya relajación», expone.

Entre los chicos y las chicas con las que trabaja hay de todo tipo: los que buscan competir por lo máximo como el judoca Niko Shera, los karatecas Damián Quintero y Sandra Sánchez, el gimnasta Ray Zapata, todos los de taekwondo... Y para los que ir ya es un éxito. «La forma de afrontar los Juegos es diferente. Para los que son medallables, la presión y el manejo de esas expectativas creo que lo tenemos encauzado», cuenta Del Río. Con estos, la labor es que el sueño del podio no se convierta en pesadilla. «La medallitis, la medalla, la medalla... Les digo que se olviden. Hoy estaba pensando bajar a la tienda, comprar 15 o 20 medallas y repartirlas: “Toma, ya está, ya la tienes, ahora vamos a hacer lo que hay que hacer que es centrarte en lo que depende de ti: tu rendimiento, tu tarea, tus estrategias, el estudio del adversario. Al final en pandemia trabajamos para superarnos a nosotros mismos, que es con la filosofía con que viajan a Tokio. El resultado no depende de ellos, pero sí hacer bien su trabajo. Si desenfocas la atención al resultado, aparecerán las dudas. Y los que no aspiran a medalla deben hacer algo digno, estar en sus marcas y afrontarlos como lo que son: una oportunidad. Es como desdramatizar los Juegos», desgrana Pablo del Río, aunque es consciente de que la cita olímpica siempre suponen un plus de nerviosismo, y en este caso más, con lo que volvemos a la incertidumbre. «Estaba la incertidumbre de si se iban a hacer o no; ahora que sin público... Cada día hay una variable nueva. Esta gente está acostumbrada a competir sin público, pero imagínate en judo, el budokan en Japón, que es como un santuario, que vayas allí y no haya nadie. O una final de 100 metros en silencio... Va a ser raro, pero si nos hemos adaptado a entrenar en estas circunstancias, también lo haremos a competir», concluye.