Opinión
Llanto por la caminata y brindis por los caminantes
Bragado fue campeón del mundo en 1993 y ayer se despidió tras su octava participación en unos Juegos Olímpicos
Pena y nostalgia por el futuro próximo se unieron en la madrugada del viernes, cuando Evan Dunfee se precipitó en los últimos hectómetros sobre Carlos Tur para arrebatarle la tercera plaza de la última prueba de 50 kilómetros marcha de la historia olímpica. Presente en el programa desde Los Ángeles 1932, la lamentable amputación del último reducto del deporte extremo termina también con un trocito de Historia de España. Fue la disciplina en la que Jordi Llopart logró la primera medalla olímpica, de plata en Moscú 80, para el atletismo español. En Barcelona, Valentí Massana sumaría un bronce que no pudo replicar, por un suspiro, Tur en Tokio.
Jesús Ángel García Bragado, campeón del mundo en 1993, participó en la fiesta de despedida. Fueron sus octavos Juegos Olímpicos, entró en meta a casi veinte minutos del vencedor, trigésimo quinto y ovacionado por jueces, periodistas y los rivales que aún zascandileaban por allí. Pidió agua, le proporcionaron una botella y le dio las gracias al voluntario que se la alargó. Si un señor de casi 52 años, se comporta educadamente tras más de cuatro horas de esfuerzo bajo un calor y una humedad infernales, al borde de la deshidratación… usted también puede hacerlo. En fin, las comparaciones con los hotentotes adolescentes que hacen piruetas con el monopatín son francamente odiosas.
Quien no pudo terminar fue otro de los personajazos de los 50 kilómetros marcha, Yohann Diniz, 43 años –un jovencito comparado con Bragado, sí– plusmarquista mundial y coleccionista de títulos de todos los colores… pero jamás medallista olímpico. Hace años que sufre problemas gástricos cuando se hidrata como deben hidratarse los marchadores, así que sus competiciones son a cara o cruz. Él sale a toda pastilla, para enseñarle el dorsal a la concurrencia durante toda la prueba. Si no se le descompone el vientre, triunfo y récord. Y cuando pasa, espectáculo dantesco. En Londres, evitó beber para no irse de vareta y empezó a dar unos tumbos que parecía borracho. En Río, marchaba mientras a caca le chorreaba por las piernas. Ayer, se retiró tras entrar por segunda vez en el retrete.
Diniz, significado izquierdista, y García Bragado, candidato en las listas municipales del PP, tienen en común más de lo que se deduce a tenor de sus respectivas inclinaciones ideológicas porque ambos están tallados por el patrón del esfuerzo sin tasa y de la coherencia militante. En un pelotón bovino y dócil, de una mansedumbre lanar, sus voces han sido de las pocas que se han rebelado contra la decisión de retirar la caminata –como dicen los mexicanos, maestros de la disciplina con leyendas como Enrique Vera, Carlos Mercenario o Raúl González– larga del programa olímpico. ¡Dos tíos que sabían que se retirarían al acabar estos Juegos!
El motivo para terminar con el soberbio espectáculo de los 50 kilómetros marcha ha sido, otra vez, la maldita moda de la igualdad. El COI no quiere pruebas exclusivas para hombres y las féminas han rendido de manera deficiente en los recientes intentos por incluirlas en los campeonatos mundiales y continentales. Así que, como Salomón nunca hizo, se corta al bebé por la mitad para no enfadar a nadie. Terminaremos viendo gimnasia en aparatos «unisex» y a unos maromos de pelo en pecho en la natación sincronizada. Al tiempo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar