Río 2016

El (falso) mito de las garotas

Entre Dilma y Temer, la mayoría de los brasileños se queda con Gisele Bündchen

La belleza adolescente de Helo Pinheiro inspiró en 1962 la canción «Garota de Ipanema»
La belleza adolescente de Helo Pinheiro inspiró en 1962 la canción «Garota de Ipanema»larazon

Ayer se inauguraron los segundos Juegos Olímpicos organizados en Latinoamérica. Los primeros fueron en México, hace 48 años, cuando José María García demostró que los reporteros curtidos en la urgencia y la hipérbole de la crónica deportiva son insuperables a la hora de narrar según qué sucesos. El legendario radiofonista era, aquel octubre de 1968, el enviado especial del diario «Pueblo» y, al olor de una huelga de estudiantes, desoyó la recomendación de refugiarse en su hotel y corrió a la Plaza de la Tres Culturas, a la que llegó en el momento mismo en el que una milicia paramilitar aplastaba a los manifestantes: «Bombardeos desde helicópteros y francotiradores», escribió García. La matanza de Tlatelolco figura en los libros de Historia: cerca de 300 muertos.

Este servidor de ustedes, que ha publicado varios miles de crónicas futboleras en infinidad de formatos, está pues legitimado para recoger el testigo del ilustre García, casi medio siglo después y en el otro extremo del subcontinente. Porque el debate de la ceremonia inaugural de estos Juegos Olímpicos de Río de Janeiro no se enhebra con los movimientos sesentayochistas, ese coñazo al que la «gauche caviar» sometió al mundo civilizado, sino con una pregunta bastante más trascendente: «¿Están tan buenas las brasileñas como se creen en Brasil?». La respuesta es no, pero conviene recordar el apotegma que repetía a menudo García en sus soliloquios nocturnos: «Toda generalización acarrea injusticias».

En el prescindible espectáculo de las ceremonias inaugurales, cada cual ofrece lo que tiene. Brezhnev puso en Moscú a 100.000 rusos a mover cartulinas, una demostración de masas al viejo estilo soviético. Los estadounidenses, en Los Ángeles, sacaron a un tío volando. En Barcelona, sobredosis de fuego mediterráneo a cargo de La Fura y unas rumbitas «pa» menearse. Seúl (1988) y Pekín (2008) tronaron con sus tambores porque el chinaje es mucho de la percusión. Londres, hace cuatro años, fardó de revolución industrial, de la tele (los espíritus más sensibles echamos de menos a Benny Hill, ese Aristófanes contemporáneo) y sacó a Paul McCartney cantando «Hey Jude». Los cariocas no podían menos que darle la antorcha un ratito a Heloísa Pinheiro.

A sus 71 años, la señora que en 1962 inspiró «Garota de Ipanema» a Tom Jobim y Vinicius de Moraes sigue siendo una mujer bellísima. Cuenta la leyenda, y cuentan también los músicos, que veían a Helo bajar a la playa todos los días mientras tomaban el aperitivo en el bar Veloso y que sus curvas de impresión los inspiraron para el más célebre piropo cantado de la historia de la música, traducido a varios idiomas y versionado Frank Sinatra o Amy Whinehouse, entre otros muchos. Pero que en Brasil, con sus casi doscientos millones de habitantes y su mestizaje universal, haya muchísimas chicas guapas no significa que las brasileñas sean, en general, demasiado atractivas.

En Brasil, y aquí viene el testimonio de primera del intrépido reportero que firma esta página, andan fenomenal de cuartos traseros y se disfruta de un alto nivel de caderamen, pero se flojea en el busto. Tanto es así, que en las playas brasileñas se considera el «top less» una práctica ordinaria que se denomina de forma despectiva «tomar el sol a la europea». El pudor es la defensa de quien se avergüenza de lo que tiene que enseñar y allí, pese al factor corrector que ha constituido el auge de la cirugía plástica, la teta (con perdón) no es bella. Cuando se busca en Brasil una forma femenina perfecta, no es infrecuente desviar la mirada hacia andróginos sabiamente disfrazados. En Brasil y también en Tailandia, pero éstas son otras sendas por las que no conviene transitar porque luego a uno lo califican de lo que no es.

Por lo demás, y aunque no conviene meterse en las turbulentas aguas del sexismo porque los inquisidores (e inquisidoras) de la corrección política siempre acechan, es justo ponderar que el deporte brasileño se toma muy en serio la recomendación de algunas federaciones de proveer a sus atletas de material ajustado que resalte su imponente feminidad. Es canónica la belleza de las estrellas del voley playa local, aunque seguro que las españolas Elsa y Lili no les van a la zaga, pero también serán unos Juegos para comparar a las exuberantes chicas seleccionadas para acompañar a quienes entreguen las medallas con algunas deportistas internacionales capaces de detener el tiempo con su «doce balanço caminho do mar». Se me ocurren a vuelapluma la nadadora italiana Federica Pellegrini, abanderada de su país en la ceremonia de ayer, o nuestra Garbiñe Muguruza.

El tópico dicta que en Brasil nada se toma en serio excepto el fútbol y el culto al cuerpo. Con la «Seleçao» de capa caída y Pelé apartado de los fastos olímpicos por sus problemas de salud, decidieron dar protagonismo a su segunda baza. De la cantidad sale la calidad, así que menos simbolismos y más carne fresca a la pantalla. En vista de cómo están las cosas de calentitas en el país, es normal que entre Dilma Rousseff y Michel Temer, la gente se quede con Gisele Bündchen.