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Barcelona

La esquina irreductible

La Razón
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Esta semana, el Parlamento de Cataluña aprobó una declaración de soberanía. Entendió la mayoría de los diputados catalanes que la independencia es un sentimiento generalizado entre la población y se dio el primer paso hacia una autodeterminación que es más una quimera que un proyecto de realidad. Pero Cataluña es mucho más plural de lo que algunos creen o quieren creer y ayer se volvió a demostrar. Miles de catalanes y de españoles venidos de todas partes del país se acercaron al Sant Jordi para apoyar a los «Hispanos», dejando claro que su voto es «España».

El Sant Jordi rozó el lleno y, por momentos, el volumen de las gradas se disparó. Eslovenia recortó distancias hasta el 13-12 al descanso y el público entendió que sus jugadores necesitaban un empujón hacia la final. Empezó a sonar el popular «Call me maybe» de Carly Rae Jepsen en la megafonía mientras los pupilos de Valero Rivera salían de sus vestuarios para librar 30 minutos más de batalla. La grada estalló al verlos: «¡España, España, España!».

Los romanos invadieron toda la Galia. ¿Toda? No, una pequeña aldea irreductible se les resistió, a pesar de rodearla de campamentos. Ni Astérix ni Obélix estuvieron ayer en el Sant Jordi, pero el espíritu que mostró el grupo de españoles situado en una de las esquinas del pabellón olímpico recordó al de los personajes de Goscinny y Uderzo. Estaban situados debajo de 200 eslovenos, muy ruidosos, y entre un enorme grupo de croatas y otro de daneses, que esperaban callados su semifinal. Pero esa inferioridad no impidió que desde esa esquina del Sant Jordi se contagiaran las ganas de animar que transmitían y que todo el pabellón explotase. Ataviados con camisetas rojas, con una enorme «Ñ» en el pecho, con varias banderas españolas, una de Cuenca, y hasta con una trompeta, que no paró de tocar acordes taurinos.

No faltaron rostros conocidos en la grada. Como el de Iñaki Urdangarín, duque de Palma, ex jugador internacional y al que seguro le entraron ganas de vestirse de corto y saltar a jugar. Con la tarde libre tras el entrenamiento matutino, también se acercaron a la montaña olímpica Andrés Iniesta y Busquets, que disfrutaron de lo lindo con sus homólogos del balonmano, que van camino de igualar sus gestas mundialistas. Todas ellas serán jaleadas en Barcelona y, especialmente, por esa esquina irreductible del Sant Jordi. Ya lo decía Astérix: «Están locos estos romanos». Y algunos políticos, también.