Opinión
Mbappé se vuelve a reír de nosotros
Que el madridismo no se ilusione. Al final se llevará el gato al agua el que más "pastuki" ponga encima de la mesa, sea el PSG, el Real Madrid, el Liverpool o el United
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Que Mbappé es el mejor jugador del mundo no es algo que suscriba yo ahora, echando mano del más ridículo ventajismo. Lo afirmé hace cinco años, poco después de ganar el Campeonato del Mundo en Rusia con 19 añitos, casi, casi, al más puro estilo Pelé. Algunos se carcajeaban y la mayoría reivindicaba el trono para Cristiano, los madridistas, o para Messi, los culés y los antimadridistas. Tan cierto es que el tiempo me ha dado la razón como que de un lustro a esta parte ha ganado cero títulos, mejor dicho, cero títulos de verdad toda vez que la Ligue 1 o la Copa de Francia constituyen una broma de muy mal gusto para un pelotero que pretende situarse al nivel de CR7, Leo, Zidane, Maradona, Cruyff, Pelé y Di Stéfano. Ahora le ha salido un competidor de tronío, Erling Haaland, que para empezar ha metido más goles que él esta temporada, 52 frente a 41. Sea como fuere, Mbappé es muy bueno, buenísimo, superlativo diría yo. Lo certificamos en Qatar 2022, donde él solito estuvo a punto de tumbar a la Argentina de Messi.
Dicho todo lo cual he de decir que el personaje posee un gran atractivo: habla un francés impecable, más propio de un licenciado de La Sorbona o de la desaparecida ENA que del vecino de una banlieue, es simpático a rabiar, carismático y no es asiduo a París la nuit. En fin, que tiene todas las condiciones para convertirse en un icono dentro y fuera de los terrenos de juego. Sería un chico cuasiperfecto si no fuera porque se ha infectado de ese virus que afecta a prácticamente todos los futbolistas del siglo XXI: los papás y las mamás. Personas que en su inmensa mayoría no hicieron jamás nada de provecho, pasaron las de Caín para sacar adelante a sus familias y ahora quieren resolverse su vida y la de 50 generaciones a costa del diamante que les regaló el destino.
Quien manda en maison Mbappé es la madre, Fayza Lamari, antigua jugadora de balonmano y licenciada en Derecho. A ella ha confiado su suerte el 7 del PSG y de la selección francesa. El padre, Wilfried, está a las órdenes de la madre y pinta lo mismo que yo en la NASA. Y entre medias se sitúa una prestigiosísima abogada llamada Delphine Verheyden, una de las grandes del Derecho Deportivo en el país vecino. Lo único que ha conseguido hasta el momento Fayza Lamari es que su hijo sea una versión bis de Neymar, un deportista más preocupado en amasar dinero que en acumular títulos. Una tarea en la que siempre ha habido un común denominador: engañar al Real Madrid y emplearlo como señuelo para inflar su valor en Francia. Ocurrió en 2017 cuando el Mónaco puso a la venta al chico, y donde ya se dio por hecho su llegada a la capital de España, se repitió la jugada en 2021 con el fichaje que nunca llegó y la volvió a hacer en 2022 dejando plantado a un Real Madrid al que había dado su palabra. Fue más una puja de bazar que una negociación entre adultos profesionales. Se trataba de hinchar, hinchar e hinchar el valor del deportista para sacarle los cuartos al mejor postor. Y Fayza Lamari lo consiguió, vaya si lo consiguió: entre pitos y flautas ha logrado que el vástago perciba 100 millones netos por temporada, de largo el futbolista mejor pagado del mundo, muy por encima de esa salvajada que representaban los 75 que el Barça astillaba a Messi. Todo ello sin contar el dinero que presumiblemente ha puesto el PSG al crack en Qatar, paraíso fiscal donde los haya y territorio insondable para los inspectores de Hacienda europeos y para esos polis del fair play financiero de la UEFA, tan benevolentes con los clubes-Estado como inflexibles con los demás.
Moraleja: que el madridismo no se ilusione. Al final se llevará el gato al agua el que más pastuki ponga encima de la mesa, sea el PSG, el Real Madrid, el Liverpool o ese Manchester United que puede acabar en manos qataríes. ¡Qué tiempos aquéllos en los que la prioridad de las estrellas era ganar títulos! Mourinho lo pudo describir más alto pero no mejor: “A los jugadores sólo les interesan dos cosas, el dinero y las mujeres, y por ese orden”.
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