
Fútbol
El Sevilla o el dilema de Humpty Dumpty
La crisis deportiva del equipo no es nada si se compara con la sensación de desgobierno que cunde en la entidad

Lewis Carroll lo explicó en «A través del espejo», cuando Alicia porfiaba con Humpty Dumpty sobre el significado de las palabras. «La cuestión está en saber quién manda aquí. Eso es todo», zanjó el conejo con tino e impertinencia. ¿Qué quiere decir director deportivo en el Sevilla de hoy? Y presidente, ¿qué significa? ¿Más o menos que vicepresidente? ¿Qué contenido le queda al término entrenador tras el desfile del último año? ¿Qué entendemos por capitán o por cuarteto de capitanes cuando el vestuario es una monarquía absoluta en la que un recién llegado se ha ceñido la corona? Todo esto da igual. «La cuestión está –diría el sabihondo roedor– en saber quién manda en el club».
Sí cayó como una evidencia la destitución, tardía, de Diego Alonso. Si el mismísimo Lopera se hubiese sentado en el banquillo sevillista, asistido por Joaquín y Gordillo, no se habrían atrevido a causar tanto daño: cinco puntos sin victoria sumados en ocho jornadas de Liga y pleno de derrotas en la Champions que ha sacado al equipo de los torneos continentales sin siquiera la consolación de la tercera plaza y la segunda oportunidad de la Europa League, tan querida por el heptacampeón. Su elección fue una extravagancia de Víctor Orta, que con decisiones así no va a despojarse del barniz friki con el que lo pintan sus detractores, pero es peor el haberle permitido degradar así la campaña del Sevilla: un profesional no debe empecinarse en el error con la cabezonería de un adolescente pillado en falta.
Desembarcado pues el cuarto, ¿quién será quinto entrenador del Sevilla en catorce meses? Por ahora, se llama Juan Díaz, aunque él no es más que un técnico de las divisiones inferiores ascendido hace unos meses a ayudante de Mendilibar. Como ayer no había nadie de mayor jerarquía en la ciudad deportiva Cisneros Palacios, fue él quien dirigió la sesión de recuperación de unos futbolistas que hoy mismo se montarán en un autobús porque mañana juegan en Granada su partido de la jornada intersemanal. Que no cierra el año porque queda pendiente, la víspera de Nochebuena, un partido aplazado en el campo del Atlético.
No es descartable que en estos dos próximos choques se siente en el banquillo Jesús Galván, aplicado lateral diestro de finales de los noventa que tiene al filial como líder del grupo IV de la 2ª RFEF. Ayer por la mañana, su Sevilla Atlético empató en Murcia y no le dio tiempo a llegar para tomar contacto con el grupo, pero no es descabellado que sea él quien tire como interino hasta la pausa navideña y el elegido comience a trabajar en 2024. Más que nada, porque las negociaciones no son rápidas.
Encabezan las quinielas tres «sospechosos habituales», entendidos como tales entrenadores que ya sonaron en alguna ocasión para adiestrar al Sevilla: Quique Flores, socio sevillista que fue en su juventud de futbolista cadete del Porta Coeli, un colegial que juega a escasos doscientos metros del Sánchez-Pizjuán; Javi Gracia, el preferido por Víctor Orta por haber coincidido en el Leeds y que, precisamente por ello, levanta algún recelo en el consejo de administración tras el nefando experimento con Diego Alonso; y Diego Martínez, que se formó en el filial sevillista a los pechos de Emery y Monchi antes de volar por su cuenta. El problema es que todos, vista la debilidad negociadora de la contraparte, exigen firmar un contrato de largo término.
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