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F. C. Barcelona

Demasiado Messi para el Espanyol (0-4)

Leo Messi celebra su gol, primero del equipo ante el RCD Espanyol. EFE/Quique García
Leo Messi celebra su gol, primero del equipo ante el RCD Espanyol. EFE/Quique Garcíalarazon

Iba a ser un derbi igualado, pero estaba Messi. Quiso protegerse el Espanyol, pero estaba Messi. Pretendió echarse atrás, no dejar espacios, pero estaba Messi; buscaba complicarle la vida al Barcelona, jugar con la presión del campo, sí, ya, pero estaba Messi. Desatado, en uno de esos días que lo mejor que te puede pasar es que el daño sea el menor posible, que se canse, que se aburra o que te deje en paz cuando descubra lo fácil que es deshacer un rival con un toque,. O con dos. De dos faltas. Una para romper el partido en la primera parte; otra ya para disfrutar, aumentar la goleada y seguir dejando su sello allí por donde pasa. No debió aprender el Espanyol con la primera falta o es quería que su desconsolado público disfrutase con otro gol e hizo otra falta.

El partido estaba ya inclinado hacia el Barcelona cuando Messi decidió. El equipo de Valverde tenía la pelota mientras que los locales buscaban un contraataque con la calidad de Darder o Melendo o y las carreras de Borja Iglesias. Era más un propósito, una idea teórica, mucho más que una realidad. Nunca la llevaron a la práctica. Sin poder profundizar, los de Rubi apostaron por aguantar. Muy pocas veces fueron a hacer la presión arriba. Pero ¿cuánto se puede aguantar al Barcelona si Messi se ha levantado con ganas?

Pues lo que tardes en hacer una falta al borde del área. Justo en el lado derecho, donde le gusta. Diego López es alto y si estira mucho los brazos ocupa mucho espacio. Es lo mismo. Al minuto 17, Messi quitaba emoción al encuentro. Cada vez que tocaba el balón, sucedía algo y temblaba el Espanyol, que le rodeaba, lo tiraba, pero no lo secaba. Su pase a Dembélé para que el francés hiciera el segundo fue una maravilla. Había un follón en la frontal del área, con Messi regateando y cayéndose, todos mirando hacia allí. Menos él: de espaldas, recién puesto en pie, ya había visto a Dembélé solo. Para los demás fue un descubrimiento; para él una confirmación.

No había más que hacer. El Espanyol se sintió desamparado desde entonces. Sólo apareció al principio de la segunda mitad, cuando ya había recibido otro gol, cosa de Luis Suárez, cabezón cuando entra al área, capaz de encontrar huecos entre las piernas del portero, no excesivamente afortunado.

El Barcelona se relajó en la segunda mitad. Con Arturo Vidal junto a Rakitic y Busquets se protege más y no tiene miedo de echarse atrás. Además, la velocidad de Dembélé le hace muy peligroso a campo abierto. Parece que el Barcelona ya ha encontrado el molde.