Academia de papel
Habemus Europan: frugales frente a necesitados
Bien está lo que bien acaba y, al menos esta vez para nuestro país, el acuerdo alcanzado supondrá un imprescindible colchón financiero que permita afrontar el futuro de forma más sosegada
Don Antonio Machado decía que lo importante no era el nombre de las cosas, si no lo que significaban. Con referencia al acuerdo alcanzado en el seno de la Unión Europea sobre los fondos de ayuda para la reconstrucción post-Covid-19, la sentencia machadiana adquiere plena vigencia si sustituimos “nombre de las cosas” por “volumen del apoyo financiero”.
Voces cualificadas, como la del gobernador del Banco de España, señalaban la imperiosa necesidad de una potente respuesta monetaria, financiera y fiscal en la que debería apalancarse una recuperación que diluyera la mayor recesión económica desde la II Guerra Mundial.
A lo largo de su historia la Unión no se había encontrado con una coyuntura tan procelosa como la que vivimos. Desde su nacimiento ha habido momentos complicados que provocaron graves frustraciones e incluso dudas sobre la propia existencia y sentido de la UE. No es la primera vez, ni será la última, que acuerdos “in extremis” han superado situaciones que parecían insalvables.
Siempre me he negado a aceptar conceptualmente los acuerdos comunitarios como un juego de vencedores y vencidos. Asumir este esquema es reduccionista y supone no entender la esencia de la Unión. Las dificultades están para superarse y buscar tangenciales puntos de encuentro que satisfagan, aunque sea mínimamente, los intereses de las partes. En ocasiones hay que leer la letra muy pequeña, minúscula, que pasa desapercibida en muchos análisis.
Si bien la labor de responsables y sus asesores es de resaltar, merece destacarse la actuación de dos personas: la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.
Durante las últimas semanas, la francesa puso en marcha al frente del BCE numerosas medidas de política monetaria como el programa extraordinario de compras de activos y las inyecciones de liquidez a la banca europea. Ambas líneas de actuación, conjuntamente, tranquilizaron a los mercados y redujeron la incertidumbre al garantizar que el crédito llegase a la economía real, en especial a aquellos agentes más afectados por la pandemia como autónomos y pymes.
El exprimer ministro belga ha dormido poco los últimos días. Su función ha sido encontrar “meeting points” entre los cuatro frugales (Países Bajos, Austria, Dinamarca y Suecia), los más críticos y austeros con las propuestas iniciales, y los necesitados, ubicados en el arco mediterráneo (España, Italia y Portugal) apoyados por Francia.
Alemania ha jugado una bienintencionada y facilitadora posición intermedia que trataba de romper la dicotomía Norte-Sur en Europa. La canciller Merkel asumió las diferentes visiones e intereses contrapuestos a la hora de afrontar el proyecto europeo en la quebradiza situación actual.
Bien está lo que bien acaba y, al menos esta vez para nuestro país, el acuerdo alcanzado supondrá un imprescindible colchón financiero que permita afrontar el futuro de forma más sosegada.
En próximos encuentros comunitarios se debatirán las reformas digitales y medioambientales que deberán asumir los socios para acceder a los fondos recién aprobados. A nivel interno, en breve se conocerán las líneas maestras del programa español sobre reformas estructúrales que prepare a nuestra economía no sólo para cumplir los compromisos asumidos, sino también para alcanzar una deseada recuperación de forma equilibrada y sostenible. Para todo ello “Habemus Europan”.
Javier de la Nava es profesor de Economía Internacional en la Academia de P@pel de la Universidad UDIMA
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