El futuro del sistema
Un millón de jóvenes en paro tendrán pensiones de subsistencia cuando se jubilen
Un 40% de los menores de 30 años lleva dos lustros con empleos precarios o sin cotizar. Sólo un 19% de los menores de 25 años trabaja
La tasa de paro juvenil a cierre de 2007 era del 18,6%, según la Encuesta de Población Activa. Dos años después, con la crisis financiera golpeando ya, el porcentaje de jóvenes sin trabajo rozaba el 40%. En 2013, en el pico de la crisis de deuda, se llegaba al 56%. Desde 2014, con el inicio real de la recuperación económica, los jóvenes comenzaron a volver a incorporarse al mercado laboral de forma sostenida, pero insuficiente. Hicieron falta seis años para que la tasa de paro juvenil cayera al 30%. Pero la pandemia ha disparado diez puntos el desempleo entre los menores de 25 años, que llevan más de dos lustros envueltos en la precariedad y paro masivo, lo que provocó un éxodo al extranjero imparable, primero, y un hastío estructural después.
Hoy, solo el 19,6% de los menores de 25 años tiene un empleo, con el 73,37% del trabajo concentrado en la franja de edad entre 25 y 54 años y solo un 25,55% de trabajadores con 55 o más años. Estos datos dejan la tasa de actividad de los jóvenes en el 32,4%, con Cataluña y Madrid como las regiones con mejores registros.
Las cifras son igualmente dramáticas entre los menores de 30 años. Si ampliamos cinco años la franja hasta esos 30 años, tenemos 850.000 desempleados a cierre de 2007 que pasaron a ser un millón solo un trimestre después, 1.663.100 a cierre de 2010 y casi dos millones durante el pico de paro de 2013. A cierre de 2019, justo antes del estallido de la pandemia, aún había 866.600 menores de 30 años desempleados. La cifra actual de menores de 30 años en paro es de 1.052.300, según la EPA. En consecuencia, durante más de 13 años España ha arrastrado un millón de jóvenes menores de 30 años en situación de desempleo.
Empleos no recuperados
Por supuesto, no se trata de las mismas cohortes. Pero es evidente que muchos de cuantos fueron al paro en 2008, no lograron recuperarse del todo. En aquellos tiempos, buena parte de los jóvenes con escasa formación nutrían la mano de obra que demandaba a paladas la construcción y los sectores vinculados a ella. Y recibían buenos sueldos por ello, con sus correspondientes cotizaciones a la Seguridad Social. Pero la crisis se llevó por delante sus empleos. Prueba de ello es que, mientras a finales de 2007 había 490.400 desempleados entre 30 y 39 años, diez años después la cifra era de 870.000 parados en esa misma franja de edad. Hoy, los números se mueven por encima de los 813.000 desempleados, sin contar los algo más de 450.000 trabajadores afectados por un Expediente de Regulación Temporal de Empleo, la mayoría situados en esa franja de edad, entre los menores de 40 años, ya que sus puestos de trabajo están vinculados a la hostelería y el turismo, según los datos de la Seguridad Social. Los servicios de comidas y bebidas, y de alojamiento, concentran buena parte de ese «paro temporal». Sectores todos ellos de alta empleabilidad entre menores de 40 años. España duplica con creces las tasas medias de desempleo juvenil de la zona euro (17,3%) y de la UE (17,2%), y según datos de Eurostat, con una tasa de abandono escolar del 17,3%, muy superior al 10,2% de la media europea y del 10,6% de la zona euro. Mientras, miles de empresas se ven forzadas a recurrir a la inmigración para realizar tareas que no son solo agrícolas o que tienen que ver con el turismo y la hostelería.
Pensiones comprometidas
El hecho de que haya millones de jóvenes que no cotizan ni contribuyen al sostenimiento del sistema del Bienestar compromete la viabilidad financiera del mismo tanto o más que el aumento a medio plazo de los beneficiarios de pensionistas de jubilación. Y más aún las pensiones de esa masa de jóvenes que acumula una década perdida. La Comisión Europea estima que «un tercio de la vida adulta suele pasarse jubilado» una «amenaza» para los sistemas de pensión por reparto. El envejecimiento de la población y el descenso de las cotizaciones sociales que ha motivado que el Estado, con distintos gobiernos, se haya comido el Fondo de Reserva ha llevado a que parezca que la única solución es retrasar la edad de jubilación o, como propone el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, acercar la edad real de jubilación, situada en los 64,6 años a la edad legal, que quedará establecida en los 67 años en 2027.
Pero si los jóvenes no encuentran ahora empleo ¿cómo lo van a lograr cuando la población activa se jubile más tarde? Quienes plantean retrasar la jubilación niegan su impacto en el acceso de los jóvenes al mercado laboral ya que el trabajo no es estático ni hay una cantidad fija de empleos para cada país o actividad. Defienden que el mercado laboral evoluciona en función de los avances tecnológicos, de las capacidades de cada sociedad, de los condicionantes demográficos, de la estructura productiva y, sobre todo, de la oferta y la demanda. Por eso tiene sentido decir que las mujeres les quitan el trabajo a los hombres o los inmigrantes a los nacionales. Pero, ¿y los jóvenes? Desde luego, el retraso de la edad de jubilación no va a liberar algunos empleos a los que sí podrían optar los jóvenes que llevan cotizando en precario, en el mejor de los casos, desde 2008. Hoy hay un millón de pensiones de jubilación que necesitan complementarse para llegar al mínimo. Para un millón de jóvenes ese es un horizonte que ni siquiera vislumbran para su futuro retiro. Solo divisan prestaciones no contributivas y ayudas del Estado, que engordarán más aún la deuda y los impuestos.
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