Opinión

Bombas de humo marca Ferraz

El Gobierno tapa el escándalo de la votación de la reforma laboral eliminando las mascarillas al aire libre apenas tres días después de mover cielo y tierra para prolongar su obligatoriedad

Tres días. Eso es lo que duran las urgencias en Moncloa. Lo que el martes era imprescindible, el viernes ya no es necesario. En apenas 72 horas el Gobierno de Pedro Sánchez ha pasado de colar de mala manera la continuidad de las mascarillas en exteriores en una votación trampa en el Congreso, a anunciar su fin. Usando una triquiñuela de medio pelo, el Ejecutivo metió en el mismo saco la aprobación de la mascarilla al aire libre y la «paguilla» de los jubilados. Un «chantaje» al resto de partidos políticos con los pensionistas como rehenes. Rechazar las mascarillas dejaría también en la estacada a los «pobres» jubilados. La argucia era la siguiente: como Sánchez quería asegurarse la obligatoriedad de la mascarilla, discutida por muchos en exteriores, qué mejor manera de conseguirlo que ligarlo a otro tema que nada tiene que ver pero mucho más del gusto de todos los grupos.

La medida acabó saliendo adelante, justita de apoyos, aunque sin necesitar la «foto finish» como con la reforma laboral. Pues bien, la sorpresa llegaba este pasado viernes, cuando la ministra de Sanidad anunciaba el fin de las mascarillas obligatorias al aire libre, tan sólo tres días después de mover cielo y tierra para convalidar el decreto para mantenerlas. Repito: tres días.

¿Arriesgó entonces el Gobierno la «paguilla» de los pensionistas por una medida que ellos mismos han tumbado tres tardes después? Sí que le importan los pensionistas, sí. Es más, aún no se había publicado en el BOE la continuidad de las mascarillas –se hizo este pasado sábado–, cuando la ministra ya anunciaba a bombo y platillo que esta semana ya no iban a hacer falta. O a lo mejor es que ni la propia ministra sabía el martes –cuando defendía las mascarillas– que la votación de la reforma laboral se iba a torcer de semejante forma y que iba a urgir una cortina de humo para tapar la cacicada de la presidenta del Congreso. Su «jefe» podría celebrar así una reforma laboral que la vicepresidenta Calviño rechazaba hace dos telediarios, aunque hay quedado en la sombra de lo que quería Podemos. No le dicen una verdad ni al médico. La dinamita que usaba al coyote para atrapar –en vano– al correcaminos era marca ACME. Aquí las bombas de humo son marca Ferraz.