Opinión

Beneficios y banqueros románticos

Banqueros y ejecutivos bancarios viven el dilema insoluble de poder celebrar unos buenos beneficios y el temor a cómo los entenderá la mayoría de la sociedad y su reacción

El consejero delegado del Banco Sabadell, César González-Bueno, en la presentación de resultados de la entidad
El consejero delegado del Banco Sabadell, César González-Bueno, en la presentación de resultados de la entidadAlejandro GarcíaAgencia EFE

John Maynard Keynes (1883-1946), además de ser uno de los economistas más influyentes del siglo XX –por lo menos es del que más se habla– escribió mucho, tanto que se pueden encontrar opiniones suyas para todo, algunas quizá «boutades», como ocurría también con su compatriota y coetáneo, aunque más longevo, Winston Churchill (1874-1965). Keynes, con frecuencia, recurría a la provocación y, por ejemplo, afirmaba que «el banquero formal no es el que prevé los peligros y sabe evitarlos, sino el que, cuando se arruina, lo hace de una manera convencional y ortodoxa, y en compañía de sus colegas, de manera que nadie pueda reprochárselo». «Es parte imprescindible del oficio de banquero –añadía– mantener las apariencias y profesar respetabilidad y esas prácticas le convierten en el más romántico y realista de los hombres». El economista, que con frecuencia jugó a ser políticamente incorrecto, hoy no podría decir lo mismo, entre otros motivos porque debería hablar de banqueros y banqueras y porque cada vez quedan menos banqueros/as.

La EBA (Autoridad Bancaria Europea), que preside el español José Manuel Campa, que fue secretario de Estado en época de Zapatero en la Moncloa, publicó la semana pasada un informe en el que explicaba que en la zona euro hay «1.957 banqueros» que cobran más de un millón de euros al año y, de ellos, 221 son españoles. Puede ser más o menos escandaloso, pero también hay una confusión sobre el concepto «banquero/a». El 99%, si no más, de los afortunados que perciben esas remuneraciones no son ya banqueros en el sentido clásico, de Keynes, sino ejecutivos, empleados de máxima categoría de los bancos que, eso sí, en algunos casos actúan como si fueran los propietarios del negocio, preocupados por su poder e influencia, su salario y sus bonus. En España, banqueros en la acepción tradicional –con una participación notable en el negocio–, quizá solo quedan los March, con Juan March de la Lastra a la cabeza de la familia; los Pueyo, de la extremeña Banca Pueyo, que tuvo a una mujer como primera presidenta de una entidad financiera; y en cierta medida Ana Botín, que junto con su familia y la fundación que controlan rondarían el 1% del Santander. A ellos habría que añadir a Jaime Botín, primo de Ana, que representa la participación de su familia paterna en Bankinter.

Ningún otro presidente o consejero delegado de una entidad financiera posee una participación significativa en la entidad que dirige. Es decir –y como ocurre en el resto de Europa y Estados Unidos–, son empleados, muy distinguidos, y quizá algo más, pero no lo que la mayoría de la gente entendería por banqueros: Juan Roig o Amancio Ortega, por citar dos muy conocidos, serían el prototipo de empresario, grande en este caso. Ninguno de ellos sería comparable al presidente del BBVA, Carlos Torres, o a Pedro Guerrero, presidente de Bankinter, que ni tan siquiera es ejecutivo, ya que la entidad la dirige la consejera delegada Dolores Dancausa. No es ni bueno ni malo, pero la inmensa mayoría de los 221 banqueros con sueldo millonario en España son eso, ejecutivos, que hoy están en un banco y mañana en otro, algo que ocurre con empresarios como Roig, Ortega o, en otra dimensión, Antonio Catalán, de AC Hoteles.

Los banqueros ahora, en España, además, están muy preocupados y atrapados en un dilema insoluble. Los bancos, estos días, han empezado a anunciar sus resultados del año pasado que, en líneas generales, son espectaculares. Bankinter abrió el fuego y el jueves César González Bueno, consejero delegado del Sabadell, le tomó el relevo. Los beneficios son multimillonarios y, en algunos casos, los mayores y mejores de la historia. Más abultados –en términos absolutos– serán los del BBVA, CaixaBank y Santander. Al final, la cifra global puede acercarse a los 15.000 millones de euros. Un éxito después de años de penurias y problemas que la contabilidad adornaba como podía.

Los bancos, que son empresas, necesitan ganar dinero y es positivo –aunque a algunos les parezca increíble– para la sociedad. El problema es que los banqueros actuales temen la reacción social ante unas cifras de beneficios muy abultadas, aunque la rentabilidad del negocio tampoco sea para tirar cohetes. No es fácil de entender por el público en general y por muchos clientes en particular. Los bancos no son instituciones de caridad, como dijo hace muchos años el entonces consejero delegado del desaparecido Banesto, José María López de Letona. También, claro, cometen abusos, pero sin bancos la vida sería peor y mucho más complicada. Eso sí, quizá ya no quede ni tan siquiera el último banquero romántico del tipo del que hablaba Keynes.

Frentes abiertos, con papeletas complicadas y decisiones arriesgadas

La vicepresidenta Nadia Calviño, responsable de la economía española, tiene frentes abiertos permanentemente, a menudo con la también vicepresidenta Yolanda Díaz. Calviño intenta convencer a Díaz de que ciertas subidas del salario mínimo perjudicarían la creación de empleo. Al mismo tiempo, por si acaso, ha autorizado a empresas públicas a comprar deuda pública. Es decir, el Estado se vende a sí mismo la deuda, paga por ella y cobra los intereses. Muy ortodoxo no parece.

La subida del PIB en Estados Unidos apunta a tipos de interés de más del 5%

El PIB de Estados Unidos subió en el cuarto trimestre un 0,7%, lo que significa un 2,9% en todo 2022, año en el que los tipos de interés subieron cuatro puntos hasta el 4,5%. Con una inflación todavía en el 6,5% y un paro en mínimos históricos del 3,5%, los expertos estiman que la Reserva Federal (Fed) volverá a subir los tipos de interés, que alcanzarán el 5% e incluso podrían superar ese porcentaje y, desde luego, no esperan ninguna bajada del precio del dinero a lo largo de 2023.