Trabajo

Amistad con el jefe, sí; «amiguismo», no

El 67,5% de los jóvenes querría ser amigo de su jefe, pues no cree que su puesto deba ser un impedimento para tener una relación de amistad con él.. Sólo un 6% prefiere que su superior mantenga las distancias y le deje hacer las cosas a su aire.. Un 19% prefiere una persona mayor y el 7,4% se decanta por alguien joven.

Hacernos amigos del jefe no nos garantiza el ascenso
Hacernos amigos del jefe no nos garantiza el ascensolarazon

Construir una relación de amistad con el jefe es positivo siempre y cuando la línea que separa lo personal de lo profesional no se traspase, y no se cometa el error de caer en el «favoritismo».

El modo en que vivimos el trabajo ha cambiado sustancialmente desde que las estructuras organizativas se han vuelto más planas, colaborativas y ágiles. Las nuevas generaciones de nativos digitales hacen las cosas de forma diferente a las organizaciones anteriores donde compartir información, proponer en lugar de recibir instrucciones y confrontarse con el jefe son valores muy apreciados por los jóvenes. Partiendo de la base de que la visión del empleo ha cambiado, y de que lo que está más extendido ahora son estructuras menos jerárquicas, ¿qué opinan los jóvenes del papel de los jefes? Según una encuesta del Observatorio de Innovación en el Empleo (OIE) sobre el jefe ideal, promovido por Adecco, siete de cada diez jóvenes querrían ser amigos de sus jefes puesto que no creen que su puesto deba ser un impedimento para tener una relación de amistad.

Pero como todo en la vida, los excesos no son buenos. Pecar de «amiguismo» con el superior tiene sus inconvenientes. Según apunta José Cabrera, presidente de Cabrera Management Consultants, «una de las desventajas es que una amistad mal entendida con tu jefe puede generar conflictos cuando no se establecen correctamente desde el principio las normas de la relación, y uno de los dos, jefe o colaborador, no logra separar los límites de la relación laboral con la personal. Cuando esto ocurre la cercanía que proporciona la amistad puede llevar al jefe a sobrevalorar las aportaciones del amigo, en detrimento de personas más cualificadas de su equipo. Y también puede generar en el empleado unas expectativas de valoración y promoción superior a su rendimiento profesional».

Sobrevalorar las aportaciones del amigo puede provocar también conflictos entre compañeros y despertar los celos. «Si el jefe no atina con un trato igualitario con su equipo, los compañeros pueden percibir favoritismos y puede afectar al rendimiento de todo el equipo», sostiene Roberto Luna, catedrático de Dirección de Empresas en la Facultad de Economía de la Universidad de Valencia. En este sentido, Luna explica que «los empleados analizan la equidad de los comportamientos que contemplan diariamente y ven, con tristeza y asombro, muchas decisiones no basadas en el talento. Eso lanza un mensaje muy negativo para la organización: si quieres promocionar tienes que “pasar por el aro”. De este modo se genera una impotencia profesional, donde los comportamientos organizativos excelentes no son premiados si no los reconoce tu jefe inmediato, lo que lleva a los mejores profesionales a buscar otras organizaciones con más respeto profesional y calidad en las decisiones directivas».

Para evitar los celos y un mal ambiente en el trabajo, se necesita de un jefe que confíe en sus empleados, que se preocupe por ellos, que los motive y transmita confianza, provocando que estos problemas de percepción de favoritismo sean gestionables, añade Cabrera. «Mientras que un jefe tóxico, orientado al poder y que gestiona en base al ordeno y mando, evidencia el favoritismo y se convierte en un problema real».

Los escépticos

Un 48,5% de los jóvenes no cree en una amistad con el jefe y opina que esta relación debería desarrollarse fuera del horario laboral. Luna tampoco cree que debamos buscar ser amigos, pues determinados momentos exigen que cada uno hable desde su posición laboral. «Se suele decir que si quieres romper la amistad entre dos empleados, nombra a uno su jefe y verás que pasa. En la medida que estás en la dirección las responsabilidades aumentan, lo que conlleva muchas veces que se pierda algo de relación en aras a conseguir resultados. Pero siempre va a depender del liderazgo que se efectúe. Un buen liderazgo ético, transformacional, permitirá que las relaciones mejoren y que si no son de amistad, al menos sean de cordialidad». Nekane Rodríguez, directora de Lee Hecht Harrison, apunta que no se deba hablar de amistad en el trabajo, sino de compañerismo. «En el trabajo se está para construir juntos y ser buenos compañeros, la amistad hay que dejarla fuera». Se tiende a pensar que hacerse amigo del jefe garantiza un ascenso. Ana Fernández, manager de Ackermann Midle Management, discrepa. «La cultura del “amiguismo” siempre ha existido en España, aunque va quedando menos. Por eso no cree que se ascienda antes por ser amigo del jefe. Es bueno serlo pero siempre manteniendo esa línea divisoria entre la parte personal y profesional. Tienen que saber dónde está el límite».

Roberto Luna opina que puede convertirse en una estrategia clave en aquellas organizaciones basadas más en el poder que en el talento. «Quien está al lado del poder crecerá con él, y quien no será despedido o será ignorado. Por eso, muchas organizaciones están basadas más en esta relación estrecha con el jefe que es quien da recursos y posibilidades de promoción».

Sospechas

Hay que tener en cuenta otros factores, como la probabilidad de que el jefe detecte que uno está buscando su amistad en pro de sus intereses. «Hacerse amigo del jefe es positivo siempre y cuando esta amistad no sea forzada, porque lo más probable es que el jefe acabe dándose cuenta de que estás cultivando su amistad para avanzar en tu propia carrera y la relación puede terminar en un desastre», añade Cabrera. En su opinión, ser amigo del jefe «no es ninguna panacea y requiere madurez, sentido común e inteligencia emocional para saber distinguir el contexto profesional del personal y gestionar los conflictos naturales de toda relación de amistad».

Entre los jóvenes existe casi total unanimidad sobre el estilo de liderazgo que quieren: el 95,1% prefiere un jefe democrático, que tome decisiones después de consultar diferentes alternativas con el grupo. «Se sienten cómodos trabajando en equipo y buscan relaciones positivas, constructivas y basadas en la confianza, más que en el control. Así como tienden a una relación con sus padres como amigos, en el trabajo buscan una relación abierta y franca con sus jefes. Para ellos el orden natural es la “redarquía”, basada en el valor añadido de las personas, la autenticidad y la confianza, y no la jerarquía», concluye Cabrera.

El jefe perfecto

Las nuevas generaciones de trabajadores apuestan por organizaciones más horizontales y no creen en el éxito de las jerarquías. Mucho han cambiado las cosas y a diferencia de las generaciones anteriores, los jóvenes de hoy en día tratan al jefe como a un igual. En concreto un 75,3% cree que un buen superior debe ser un líder que forma parte del equipo de trabajo, según revela la encuesta del OIE sobre el jefe ideal. Según esta encuesta, el jefe perfecto para el 41,1% de los jóvenes es alguien que sabe delegar su trabajo en otras personas de su equipo, y que sabe escuchar a sus compañeros y empleados. Preguntados acerca de lo que un jefe debe aportarles a nivel laboral, los jóvenes lo tienen claro. La clave radica en su capacidad de estimular la superación personal de sus empleados. Algo que considera imprescindible el 65,6%. Las cualidades imprescindibles de un buen jefe son, para el 43,6% de los encuestados la capacidad de organización, mientras que la empatía o la habilidad de ponerse en el lugar de sus empleados es valorada por el 20,9%. El hecho de que sea o no una persona siempre dispuesta a trabajar o que encare el trabajo de una forma positiva no son tan relevantes. De hecho sólo un 9,8% y un 8,6% de los encuestados respectivamente, las han elegido como las cualidades más importantes de un superior. En esta línea el optimismo de un jefe es la cualidad menos valorada por los jóvenes. Un 46,6% la señala como algo totalmente prescindible. La edad de un superior no es un aspecto relevante tanto si es joven como si no lo es. Así opina el 73,6% de los jóvenes.