Opinión
Los cambios de rumbo que Argentina necesita
Milei se autodefine como «anarcocapitalista» y ha tratado de elaborar un programa político libertario pero a la vez posibilista
Javier Milei ha ganado las elecciones PASO en Argentina. Se trata de unas primarias que todavía no reparten poder político estatal pero que, al ser de participación obligatoria, sí marcan tendencia sobre lo que puede ocurrir en las presidenciales del próximo mes de octubre. Y, a tenor de los resultados de este domingo, Milei tiene muchas papeletas para convertirse en el próximo presidente del país: logró el 30% de los votos, por encima de cualquier candidato individual y también de cualquier otro partido.
Además, su éxito electoral en plazas tradicionalmente peronistas ha sido muy positivo, lo que hace pensar que, si pasara a una segunda vuelta junto con a la candidata de Juntos por el Cambio –el equivalente al PP argentino–, no es nada obvio que el peronismo decantara la balanza hacia ella. Y, desde luego, si Milei pasa a segunda vuelta junto al candidato peronista, Sergio Massa, es altamente probable que la gran mayoría de electores de Juntos por el Cambio le brinde su apoyo.
Aunque se ha calificado a Milei de ultraderecha, realmente se trata de una personalidad política no encasillable en las típicas categorías que manejamos para la política española. Milei se autodefine como «anarcocapitalista» y ha tratado de elaborar un programa político libertario pero a la vez posibilista. Es decir, que quiere reducir enormemente el tamaño del Estado –privatizar pensiones, educación, sanidad, infraestructuras…–, pero a corto plazo se conforma con medidas que les acerquen a esa dirección. Ni PP ni Vox aspiran a nada similar: el primero porque su modelo es el socialdemócrata y el segundo porque se obsesiona con temas nacionalistas-patrióticos -soberanistas y deja todo lo demás a un segundo plano.
En este sentido, Milei promueve muchas de las recetas que verdaderamente necesitaría Argentina para salir del atolladero de la historia que sufre, pero no está claro que vaya a tener capacidad para aplicarlas: no ya por la falta de poder político –que acaso sí lo obtenga en octubre–, sino porque el peronismo, por mucho que parezca muerto, no está enterrado. La oposición organizada del peronismo en las calles desestabilizaría el país para que sus necesarias liberalizaciones fracasen.
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