Verano

Cómo combate la construcción la ola de calor

Ha sido el primero en aprobar un protocolo para trabajar con temperaturas extremas

El protocolo incluye adaptar la jornada laboral, medidas contra la deshidratación, uso de vestimenta adecuada y trabajos a la sombra
El protocolo incluye adaptar la jornada laboral, medidas contra la deshidratación, uso de vestimenta adecuada y trabajos a la sombraLa Razón

Con 35 años de carrera de encofrador a sus espaldas, Pedro se encuentra a pie de obra en una zona límite entre la zona sur de Madrid ciudad y Rivas Vaciamadrid. Es un lugar lleno de grúas y de ruidos a lo largo del cual se desarrolla urbanísticamente la capital de España: el sureste. Y para P., cuya familia, como el resto, sufre la inflación de los precios y una hipoteca que nunca se termina de pagar, todo podría ser peor. Mucho peor..

Este relato, ficticio, nos lleva a pensar que cualquier tiempo pasado en la construcción no fue mejor. En la construcción, no. Son las 07.45 horas y P. se dispone a empezar una jornada durante la que el termómetro superará los 35 grados. Frente a ese fuego, este sector fue el primero en aprobar en 2023 un protocolo que permite adaptar las tareas y condiciones de trabajo, entre otras medidas, pudiendo interrumpir y reanudar la jornada diaria con un máximo de dos horas de intervalo.

Y no es la única medida pionera: hace dos años los agentes sociales de la construcción sacaron adelante el inédito e histórico Plan de Pensiones de Empleo Simplificado del Sector de la Construcción, el primer plan de pensiones a nivel estatal y este mismo año también ha sido el primer sector en incorporar las medidas planificadas y Reglamento LGTBI+. Todo ello dentro del VII Convenio General.

El protocolo establece un manual de supervivencia para las miles de personas que trabajan a diario en obras a la intemperie, con materiales como cemento, asfalto u hormigón. El objetivo es claro: armar a las plantillas con un arsenal de medidas preventivas que van mucho más allá de la simple intuición, convirtiendo la seguridad en una rutina organizada y no en una cuestión de suerte. Este acuerdo sienta las bases para que la prevención se integre en un sector que trabaja sin descanso para prestigiar su imagen y ayudar a lograr tanto los objetivos de vivienda como del Plan de Recuperación.

El plan de choque se centra en las tareas del día a día, dictando pautas tan sencillas como vitales. No se puede esperar a tener sed: el protocolo recomienda beber agua fresca cada 15 o 20 minutos, evitando bebidas azucaradas o con cafeína que favorecen la deshidratación. La dieta también se adapta, priorizando comidas ligeras como ensaladas y frutas. A la hora de vestirse, la norma es protegerse, usando ropa ancha, clara y cubriendo la mayor parte del cuerpo, complementada con cremas de protección solar que la empresa debe facilitar. Además, se obliga a planificar descansos frecuentes en zonas de sombra y a organizar las tareas para que las de mayor esfuerzo físico se realicen en las horas de menor exposición solar.

Según la última Encuesta de Población Activa (EPA), la del segundo trimestre, en términos interanuales la construcción ganó 60.000 profesionales. Hay cada vez más movimiento y eso implica tomar medidas que favorezcan la mejora de las condiciones de trabajo de los cientos de miles de personas que cada día recorren las obras.

España necesita construir 220.000 viviendas al año para empezar a corregir el déficit actual y estabilizar el mercado en una media de 150.000 anuales en los próximos cinco años, tal y como revela la Confederación Nacional de la Construcción, patronal del sector. Va a haber mucha más construcción y se necesita mucha más mano de obra; en concreto, 700.000 nuevos profesionales. Por eso los agentes sociales quieren hacer más atractivo un sector desconocido para el público en general que cada día es más moderno, dinámico y flexible, gracias a la digitalización e industrialización que está experimentando su proceso productivo. Pero a pesar de los esfuerzos por dar a conocer esta nueva realidad, el sector continúa arrastrando una injusta mala imagen, heredada de la pasada crisis económica.

Semáforo del riesgo

La clave del protocolo es la utilización de la metodología del «semáforo del riesgo», que se actualiza a diario según las alertas de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). El responsable de obra debe consultar la previsión e informar a su plantilla del nivel de peligro previsto para ese día: verde (normalidad), amarillo (atención y supervisión), naranja o rojo (riesgo importante). Cuando el termómetro dispara las alarmas a naranja o rojo, las medidas se endurecen drásticamente. Queda prohibido el trabajo en solitario, se priorizan las tareas en interiores o a la sombra y se intensifica el suministro de agua.

Esta cultura de la prevención se refuerza con formación e información constantes. El protocolo exige que las personas trabajadoras reciban charlas sobre sus derechos y obligaciones ante una ola de calor, pero, sobre todo, que aprendan a identificar los síntomas de un golpe de calor y a aplicar los primeros auxilios. En cada obra, un tablón de anuncios debe indicar el nivel de riesgo del día, garantizando que nadie comience su jornada a ciegas sin la adecuada información. Se trata de un cambio de mentalidad, un auténtico compromiso con la prevención, prestando especial atención a las personas más vulnerables evitando con ello las indeseadas consecuencias de las elevadas temperaturas.

Por último, las medidas a adoptar deberán estar en sintonía con la normativa de las administraciones locales. Por ello, desde la patronal del sector se resalta que la eficacia de este protocolo dependerá de que los municipios tomen en cuenta estas alertas de la AEMET y adapten su normativa de protección contra la contaminación acústica y térmica a las necesidades de las personas trabajadoras y empresas del sector de construcción que, debido a estas circunstancias excepcionales, necesiten adelantar o retrasar el inicio o finalización de su jornada, contribuyendo con ello a evitar futuros accidentes de trabajo no deseados y, así, reducir la siniestralidad laboral pese a las posibles molestias de ruido que puedan provocar a sus ciudadanos.