Empleo

El fracaso de la reforma laboral: la tasa de actividad sigue estancada en el 59% desde 2019

La afiliación aumenta a 22 millones pero con 670.000 pluriempleados y menos población en edad de trabajar. El paro efectivo está en 3,4 millones y la tasa de empleo apenas se ha incrementado 2,9 puntos desde 2019,

de 50,18% a 53,10%. El crecimiento de la afiliación ha ido parejo al crecimiento de la población sin mejorar el empleo

Varias personas entran a una oficina del SEPE, en Madrid
Varias personas entran a una oficina del SEPE, en MadridMarta Fernández JaraEuropa Press

El Gobierno ha convertido el mercado laboral en una de sus cartas de presentación de una gestión eficaz que ha mejorado la calidad del empleo, rebajado el paro y disparado la ocupación, presumiendo de optimismo y de reforma laboral. «Demostramos que el único camino para reducir el desempleo y hacer avanzar a nuestro país es claro, seguir ganando derechos para la gente trabajadora y garantizar sus condiciones laborales», destacó la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, tras conocer los datos de desempleo del pasado mes de octubre. Palabras rubricadas por el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que aseguró que «España vuelve a batir récords de empleo. La economía española avanza con fuerza y lo hace creando empleo de calidad».

Sin embargo, los datos y la letra pequeña apuntan en otro sentido. La población española ha crecido desde los 46,9 millones de 2019 hasta los 49,4 censados en octubre de 2025, 2,5 millones de personas más que coinciden exactamente con los 2,5 millones de ocupados que se han ganado en las mismas fechas –de los 19,5 millones de ocupados en diciembre de 2019 a los 22,1 millones actuales–, para una ocupación récord con muchas sombras, ya que esta afiliación ha aumentado menos que la población en edad de trabajar, después de descontar los 670.000 trabajadores que están pluriempleados –200.000 son trabajadores por cuenta ajena que prestan servicios a dos o más empleadores; 280.000 están en situación de pluriactividad, dados de alta en dos o más regímenes diferentes, y cerca de 80.000 trabajadores tienen tres o más empleos– y poner en cuarentena los más de 500.000 empleos públicos, lo que significa que con más población y ocupación no se ha producido más afiliación real al sistema.

Todo ello desemboca en que la tasa de actividad continúa estancada desde el año 2019, en torno al 59%, y la tasa de empleo apenas se ha incrementado 2,9 puntos desde ese año, del 50,18% al 53,10% en el mismo periodo. Ambas cifras están por debajo del nivel al que se llegó en el tercer trimestre de 2008 –hasta el 60,2% de actividad y el 53,5% de empleo–. Por tanto, los supuestos récords en ambas tasas son todavía una quimera.

A esto hay que sumar el paro efectivo –que incluye no solo a los inscritos como parados, sino también a otras personas que no están trabajando, como los fijos discontinuos en su periodo de inactividad o las personas en ERTE–, que supera los en 3,43 millones de personas. Es decir, que este desempleo real –que cuenta los parados y desocupados reales– apenas ha mejorado sus cifras desde 2019, cuando se situaba en 3,46 millones de personas. En la actualidad hay 1,3 millones de demandantes de empleo ocupados, entre trabajadores en formación –que tampoco computan como desempleados– y los fijos discontinuos inactivos –unos 730.000–. Una figura laboral que estaba diseñada como un mecanismo de transición entre el empleo temporal y el fijo, pero que ahora se utiliza para no contabilizar una cantidad desproporcionada de desocupados que no aparecen en las listas oficiales, al convertir por ley los contratos de obra, servicio y estacionales en este tipo de contratos.

El resumen obtenido del último año completo del mercado laboral (2024) realizado por Fedea no deja lugar a dudas: solo el 17,6% sobre el total de contratos celebrados fueron indefinidos a tiempo completo; poco más de la mitad (56%) de los firmados lo fueron a jornada completa; los contratos indefinidos a tiempo parcial supusieron un 10,1% del total, mientras que los realizados como fijos discontinuos alcanzaron el 14,3%, teniendo en cuenta que un contrato como fijo discontinuo es un contrato que realiza una jornada inferior a la completa (cómputo anual o mensual) y es, por tanto, también un contrato a tiempo parcial. Todo ello muestra que los contratos de fijos discontinuos realizados representan en realidad el 34,1% de los indefinidos celebrados, es decir, que uno de cada tres contratos indefinidos realizados en 2024 fue fijo discontinuo.

Desde la entrada en vigor de la reforma laboral, menos de la mitad de los contratos indefinidos ordinarios ha pasado del año de vida, por lo que la tasa de supervivencia de las nuevas relaciones con contrato fijo ordinario se redujo 22 puntos con respecto a 2021 y 20,1 puntos desde 2019. El leve incremento en la duración media de las relaciones laborales desde la reforma obedece a la sustitución de contratos temporales por indefinidos. En la actualidad más del 60% de las nuevas relaciones laborales asociadas a contratos fijos discontinuos no se reinicia con un llamamiento por un periodo de 400 días. Junto a ello, la contratación a tiempo completo representa menos del 40% de todos los contratos.

Y, en lo que va de año, a pesar de que se han firmado millones de contratos, los demandantes de empleo no mejoran. Según el sindicato USO, se necesitan firmar medio centenar de contratos para poder sacar a una persona de las listas del paro, además de que se han firmado dos contratos a la semana por cada trabajador.

Por otro lado, la reforma laboral tampoco ha resuelto la incorporación de nuevas generaciones al mercado laboral en la composición de la población ocupada en términos sociodemográficos. Así, mientras que en 2008 el 38% de las personas ocupadas estaban por debajo de los 34 años, actualmente solo son el 25%, mientras que el 22% supera los 55 años -en 2008 solamente eran el 12%-, un dato más para preocuparse por el envejecimiento poblacional y por la precariedad de los jóvenes, que deben prolongar su etapa formativa por culpa de la elevada tasa de paro juvenil -a la cabeza de la Unión Europea.

Además, el subempleo -los ocupados que trabajan menos horas de las que desean y están disponibles para trabajar más- ha aumentado un 5% desde 2008, mientras que la población ocupada lo ha hecho en un 8%. En términos absolutos, actualmente hay 1,7 millones personas que trabajan menos horas de las que les gustaría, mientras que en 2008 eran 1.617.900. Que este subempleo mantenga la misma presencia que en 2008, cuando había un volumen de ocupación similar, refleja la persistencia de la estacionalidad del mercado laboral español y las dificultades para mitigarla de manera efectiva.

Toda esta precariedad laboral ha desembocado en que el PIB por persona ocupada apenas ha variado desde 2019 debido a que el crecimiento de la productividad por hora trabajada ha sido insuficiente para contrarrestar el deterioro del margen intensivo. Desde finales de 2019, el PIB por persona ocupada no ha aumentado, mientras que por hora tan solo es un 3,6 % mayor.

Además, aunque el Gobierno presume de las cifras récord de empleo, este se está creando casi exclusivamente entre grandes empresas, con un crecimiento cercano al 4% en compañías de más de 500 trabajadores, mientras que el empleo en las empresas más pequeñas se está destruyendo a un ritmo anual de casi el 1%, sobre todo en microempresas de uno a tres trabajadores.

Tanto las patronales CEOE como Cepyme han advertido sobre la «preocupante ralentización del mercado laboral», que refleja una menor capacidad de creación de empleo, derivada de la situación que atraviesan las pymes, especialmente las microempresas. Critican que estas compañías están afectadas por un «incesante incremento de costes y por la incertidumbre por la posible aplicación de medidas que suponga la reducción de jornada». No en vano, la destrucción de microempresas es imparable y en la actualidad existen 30.000 menos que en el mismo período de 2019.