
Entrevista
Martin Wolf: ««La deuda es insostenible, pero no veremos una crisis mañana»
El comentarista económico jefe de Financial Times, uno de los más influyentes del mundo, repasa un escenario internacional marcado por shocks e incertidumbres

Martin Wolf, como Chief Economics Commentator del Financial Times, se ha convertido en un observador privilegiado -crítico e incisivo- de los grandes cambios económicos de nuestra época. Hijo de refugiados que escaparon del horror europeo del siglo XX y se establecieron en Reino Unido, Wolf creció con una intuición clara: cuando la economía falla, la democracia tiembla. Ese pulso moral atraviesa toda su obra. No escribe solo para explicar, sino para advertir, y sobre todo, para evitar que repitamos errores fatales. Execonomista del Banco Mundial y autor de libros clave sobre globalización, crisis financieras y el destino del capitalismo democrático, Wolf ocupa un espacio único: no es profeta del libre mercado, pero tampoco enemigo del sistema. Es su cirujano que señala lo que está enfermo y propone cómo salvarlo. Su estilo mezcla precisión técnica, claridad quirúrgica y una profunda humanidad. Por eso sus columnas son leídas, y temidas, en ministerios de finanzas, bancos centrales y despachos presidenciales. En un mundo de gritos y eslóganes, Wolf es la voz que baja el ruido y obliga a pensar. Recientemente, ha visitado Madrid para participar en la 21ª edición de Energy Prospectives, en la que, una vez más, ha realizado su análisis certero sobre la economía mundial
¿Cómo describiría el estado actual de la economía global después de los sucesivos shocks que se han producido?
Observamos que el PIB y la demanda mundial se han mantenido estables. Parece que el shock no ha tenido un efecto enorme de manera inmediata. Esto puede explicarse por una política comercial menos severa. También muchas actividades comerciales aceleraron las importaciones para anticiparse a la imposición de nuevos aranceles, y al boom y el incremento tremendo de la Inteligencia Artificial (IA) en Estados Unidos, que ha impulsado enormemente las inversiones y ha contribuido a sostener tanto la bolsa como la economía. Además, es crucial recordar que las cuentas norteamericanas representan entre el 13% y el 14% de las importaciones mundiales. Aunque es una cifra significativa, no es suficiente por sí sola para cambiar totalmente el entorno. Creo que los efectos de la política comercial sobre el crecimiento se manifestarán de forma más lenta. Veremos un debilitamiento del crecimiento, pero que se verá afectado por todo lo relacionado con la IA. Más allá de este punto, persisten las incertidumbres que bien pueden afectar las inversiones en muchos lugares, aunque la conclusión es que, aunque estos impactos son importantes, vamos a sobrevivir a ellos.
Existe una preocupación generalizada sobre el alto nivel de endeudamiento mundial, especialmente en Occidente. ¿Hay riesgo de que pinche la burbuja de deuda?
En el mundo occidental, el endeudamiento del sector privado es inferior al de 2007, antes de la gran crisis financiera. Los balances bancarios han mejorado en general. Aunque hay riesgos reales en el sector crediticio no bancario, el posicionamiento de deuda del sector privado en países occidentales parece manejable. El gran foco se encuentra en la deuda del sector público. En la mayoría de los grandes países de Europa occidental y Norteamérica, las ratios de deuda pública rondan el 100% del PIB y tienden a incrementarse. Muchos países, como Francia, Reino Unido y España, aún tienen déficits primarios (antes del pago de intereses). La deuda actual es insostenible, pero no creo que veamos una crisis mañana. El problema se acelerará drásticamente si los tipos de interés reales continúan subiendo. Si se incrementan, los países con déficits notables, como Estados Unidos (que tiene un déficit tremendo), se enfrentarán a problemas significativos. Esto, a su vez, podría presionar a los bancos centrales para que financien a los gobiernos y mantengan los tipos bajos, resultando en inflación. Considero que esta es una realidad crónica, aunque no es crítica todavía; sin embargo, tiene el potencial de volverse crítica.
Usted ha abordado la fragmentación y la creciente regionalización del mundo, que algunos llaman «slowbalization». ¿Qué efectos tiene esta tendencia?
La palabra «slowbalization», creo, proviene del Fondo Monetario Internacional. No es una palabra elegante, pero funciona. La globalización claramente impulsó una aceleración del crecimiento económico. El período desde 1980 (cuando comenzó la apertura) hasta 2007 (justo antes de la crisis financiera) fue un tiempo de crecimiento rápido y global. Desde la crisis, el crecimiento ha ido disminuyendo paulatinamente. Europa y Estados Unidos, China o la India crecen más lentamente. Esto se debe a la descomposición del sistema financiero y, hasta ahora, a una protección comercial que está empeorando. Se está dando una nueva ronda de protección, y no se sabe hasta qué punto se extenderá más allá de Estados Unidos. El efecto general de lo que está sucediendo ahora es un enfriamiento en el crecimiento. Sin embargo, los optimistas sostienen que, si bien la globalización se desacelera, las nuevas tecnologías compensarán y acelerarán el crecimiento.
¿Cree que vamos hacia un cambio en la hegemonía mundial?
Sí, creo que claramente avanzamos hacia un mundo en el que no hay una única hegemonía. Esto es evidente desde hace tiempo. China se ha consolidado como una potencia notable, no solo económicamente, sino también militarmente y en términos de seguridad. Aunque su economía se desacelera, se ha vuelto mucho más poderosa. Hace solo 10 años, nadie pensaba que China fuese líder mundial en tecnología, pero ahora es evidente que lo es. Hemos pasado de un mundo unipolar a un mundo bipolar. El resultado es una competencia entre grandes potencias donde hay una cierta igualdad, visible en los resultados de la «guerra de los aranceles». Ambos tienen activos y enormes defectos. Actualmente estamos en un mundo posthegemónico. Esto se debe en parte al auge de China, y en parte a que Estados Unidos ha dado la espalda a su papel hegemónico. Washington ataca a sus aliados, socava las instituciones y se basa puramente en su fuerza. Ha creado hostilidad y ha revertido las instituciones multilaterales que él mismo creó, socavándose a sí mismo y las fuentes de su propia fuerza. Esto es palpable en la guerra comercial y en el debilitamiento de la alianza con Europa. Además, Estados Unidos está debilitando los cimientos domésticos de su poder, con ataques al estado de derecho y a la eficiencia del gobierno. Está perdiendo la «capacidad de dar un puñetazo», un término acuñado por mi amigo Joe Knife. Hay un auge en China y un declive en el poder de Estados Unidos. China, por su parte, no es una superpotencia con muchos aliados estrechos (más allá de Rusia, que es dependiente) y no busca una revolución comunista mundial, como sí lo hacía la antigua Unión Soviética. China es esencialmente una potencia nacionalista. Por lo tanto, no hay un sustituto hegemónico. Hablamos de un período posthegemónico, que es quizás otra forma de referirse a la anarquía.
En este contexto bipolar y post-hegemónico, ¿qué políticas debería adoptar Europa para no quedarse rezagada con respecto a Estados Unidos y China? ¿Hay un exceso de regulación?
La situación de Europa es un asunto complejísimo y delicado. Europa ha quedado tan rezagada que esto se ha convertido en un auténtico problema. Para hacer frente a este desafío mayúsculo, Europa necesita implementar reformas cruciales, como la eliminación de normativa innecesaria, suprimir aquella que dificulta el arranque, la financiación y el crecimiento de nuevos negocios. También es imprescindible contar con un mercado de capitales europeo que incluya un importante negocio de capital riesgo para hacer crecer el capital, algo que requiere que los inversores estén dispuestos a correr riesgos. Esto exige reformas de los sistemas de pensiones y mercados de capital presentes en toda Europa. Actualmente, demasiados fondos diseñados para soportar las pensiones están canalizados a través del Estado, en lugar de a través de mercados de capital particulares. La fragmentación eso otro problema clave. Europa no funciona como un mercado único, a diferencia de Estados Unidos y China. Es muy conservadora, con poca disposición a correr riesgos. Europa debe decidir colectivamente en qué sectores le interesa seguir siendo competitiva, y eso exige más que un simple arancel. Se deben tomar decisiones estratégicas para invertir y trabajar en estos sectores.
España es uno de los países que más crece en la Unión Europea, pero persisten desequilibrios. ¿Qué problemas encuentra en la economía española?
España, en el contexto europeo, tiene bajos niveles de empleo. El mercado laboral no funciona tan bien como debería, aunque ha mejorado. También tiene un problema con los escasos niveles productividad y su crecimiento en la economía a largo plazo. La pregunta clave es si la expansión económica actual se fundamenta en un aumento de la mano de obra o en un crecimiento rápido y sostenible del PIB per cápita. España necesita ponerse al día tras los años de crisis, ya que parte del crecimiento que estamos viendo es una recuperación tras un largo período de debilidad. Si bien espero un crecimiento rápido, no sé si será sostenible a largo plazo. La sostenibilidad del éxito de la industria de servicios en España también es una cuestión interesante. El turismo puede ser competitivo, pero existe un riesgo de saturación. Mi impresión general es que España ha conseguido un equilibrio económico superior al que tenía antes de la crisis financiera. Su vulnerabilidad ante la crisis del sector particular ha mejorado. El déficit fiscal es alto, pero probablemente sostenible, con unas exportaciones diversificadas y no está tan expuesta a la debilidad de la fabricación europea. La economía goza de bastante buena salud, especialmente al compararla con la situación a principios de siglo, cuando había mucho menos equilibrio.
¿Qué espera para el año 2026?
No sé si espero nada en particular. Vivimos un tiempo de difícil predicción, arraigado en gran parte en la política. Sin embargo, para el 2026, yo diría que Donald Trump seguirá sorprendiéndonos a todos. También cabe la posibilidad de más disrupción geopolítica o militar, considerando conflictos latentes como los de Afganistán, India y Pakistán, o Taiwán. En resumen, la economía probablemente irá bien si no sucede nada que la tumbe. Pero la lista de factores disruptivos es tan larga que es imposible descartar la posibilidad de algún gran shock. Hay demasiadas incertidumbres para aventurarse en predicciones para 2026.
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