Trabajo

La industria, un salvoconducto para crear más empleo

La industria, un salvoconducto para crear más empleo
La industria, un salvoconducto para crear más empleolarazon

La crisis económica logró en España algo anormal en cualquier país desarrollado, que más de un cuarto de la población activa estuviese desempleada. La tasa de paro alcanzó el 26,94% en el primer trimestre de 2013, cuando en el conjunto de la Unión Europea era del 10,9%. Y ésas son las cifras a las que debe aspirar un estado avanzado económicamente, a sólo tener, como mucho, una décima parte de trabajadores desocupados. Entre 2005 y 2007, incluso, nos situábamos por debajo de esa barrera, y hoy todavía duplicamos el desempleo de entonces con un 16,55% de paro. Podemos pensar que no estamos tan mal si miramos pocos años atrás, pero España no se debe conformar, ya que puede recuperar los niveles previos a la crisis por el potencial laboral de un sector en reinvención, la industria.

La sangría de puestos de trabajos que se produjo durante la recesión afectó, sobre todo, a los contratos temporales, que se redujeron en más de un 46%, mientras que los indefinidos bajaron un 11%. El vacío dejado por la temporalidad era, por lo tanto, el factor clave para rescatar el empleo perdido a la par con la mejoría económica. De esa idea surge la reforma laboral que el Gobierno aprobó en febrero de 2012 y que ha dado sus frutos. El objetivo número uno era rebajar la tasa de paro, y se ha conseguido en 10 puntos, no gracias a los contratos indefinidos, que sólo han crecido un 8,3%, sino a los temporales, que han aumentado más de un 27%.

Se contrata por horas o días en bastantes casos, y la mayoría de estos trabajadores estaban ligados al sector servicios, que ha sido uno de los motores de la recuperación. Cuando en 2008 su aportación al total de los puestos de trabajo españoles era del 66,52%, ahora es del 75,38%, favorecido por la poca formación especializada que requieren algunas de las labores propias del sector. Al mismo tiempo, la industria ha pasado de representar el 16,25% del empleo al 14,27%, precisamente, porque la temporalidad no ha beneficiado a la estabilidad que se le demanda a un profesional que ha necesitado una adaptación previa para producir al máximo.

Los servicios, no obstante, han tocado techo. De los seis últimos trimestres, la aportación del sector al total de ocupados ha descendido en cinco. La industria, por su parte, no ha parado de aumentar su peso desde el segundo trimestre de 2016. Estos datos han provocado que se vea en el panorama actual la oportunidad perfecta para mejorar la salud del empleo en España y apostar por la estabilidad, mejores salarios y formación en la industria en lugar de por la temporalidad, la precariedad y la ausencia de preparación en los servicios. «La industria tiene una importante aportación social porque genera puestos de trabajo más estables y con salarios más altos, por lo tanto, apoya de forma muy potente al Estado de Bienestar. Dos tercios de sus trabajadores permanecen más de seis años en la misma empresa y el porcentaje de empleados con menos de un año de antigüedad se sitúa en el 9%, muy por debajo de otros sectores», comenta el directivode la Confederación Empresarial Independiente de Madrid (CEIM) Francisco Aranda Manzano.

Crecimiento

Esta tesis se demuestra también en una Comunidad donde este sector tiene mayor peso –concretamente casi el 23% del empleo–, el País Vasco. Allí, el 17% de los contratos son temporales, mientras que en el conjunto de la nación la cifra supera el 22%. A éste se le suman otros argumentos que apoyan el fomento de la industria se encuentran la mejora del Índice de Producción Industrial, que ha crecido de los 2,2 puntos en agosto de 2017 a los 6,1 en diciembre; además, las exportaciones de bienes aumentaron un 1,7% en 2016, según el último registro del Instituto Nacional de Estadística (INE) y la contribución del sector al Producto Interior Bruto (PIB) se ha incrementado hasta situarse cerca del 16%.

Esta última es, especialmente, una buena noticia, por las repercusiones positivas que genera en el conjunto de la economía por su propia naturaleza. Francisco Aranda comenta que «el crecimiento de la actividad industrial no sólo beneficia a las empresas del sector, sino que también fomenta el crecimiento del conjunto de la economía debido a su carácter multiplicador. De acuerdo con un estudio que elaboró el Gobierno de Barack Obama, cada dólar de PIB industrial genera 1,34 dólares de actividad económica agregada, como resultado del efecto tractor de las compañías industriales».

La tendencia progesiva de la industria no llega por casualidad, sino que viene acompañada por la necesidad de reestructurarla. No se escapa a la ola de la tecnología y, aunque la haya incorporado a un ritmo más lento que los servicios, en España ya se comienzan a notar los primeros síntomas de la llamada Industria 4.0. Frente a la rigidez laboral que se le presume, las empresas exigirán mayor versatilidad a sus nuevos empleados. Los trabajadores que se demandarán deberán estar «preparados desde el punto de vista técnico y teórico pero también tendrán que ser resolutivos, capaces de tener iniciativa e interés por mejorar de forma continua», apunta el director del Centro Integrado de Formación Profesional Tecnológico Industrial, Enrique Blanco.

Las compañías, por ello, son cada vez más exigentes con la formación de su plantilla, esperando que sus capacidades no le limiten para una sola tarea por el dinamismo de la nueva orientación del sector. Blanco sostiene que «últimamente se empieza a valorar un perfil de doble titulado, ya sea electricidad más mantenimiento de instalaciones/programación de la producción mecánica o administrativo más prevención de riesgos profesionales, por ejemplo». La flexibilidad que se le pide a los empleados es el espejo de la aspiración final de la reindustrialización. Para ser más ductil tiene que diversificarse en dos sentidos, interior y exteriormente.

Automóvil

Es el primero. Dentro de nuestras fronteras hay demasiada dependencia del segmento automovilístico. Según el INE, la industria suma menos de 200.000 empresas, y de todas ellas más de la mitad trabajan en la fabricación de componentes y equipos de automoción. Obviamente, concentra la mayor parte del empleo del sector, más de dos tercios, ganando aún más terreno por su rápida recuperación tras la recesión. «Desde 2012, la industria fabricante de vehículos ha creado más de 20.000 empleos y ha sido uno de los sectores que antes ha salido de la crisis», sostienen desde la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC). Además, si antes se apuntaba que la industria representa el 16% del PIB, sólo esta actividad lo hace en un 10%.

Esta aportación viene fundamentada, en buena medida, porque la española es la octava industria del automóvil más grande del mundo gracias a las ventas al extranjero, pues el 83% de los vehículos producidosen nuestro país se compran fuera. Así, del total de las exportaciones nacionales, el automóvil supuso el 19% en 2016, como indica el Instituto Español de Comercio Exterior (Icex).

Ese año, las ventas de vehículos al extranjero aumentaron por encima del 10%, en consonancia con la progresión del conjunto de las exportaciones, que no han parado de incrementarse desde 2009 hasta alcanzar los 254.530 millones de euros en 2016, manifiestan los últimos datos anuales del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad. Los destinos fueron, principalmente, los países de la zona euro, que acogieron el 51,8% del total de compras, y la condensación es mayor si se aprecia que casi la mitad de las ventas que se realizaron llegaron a sólo cinco países: Francia, Alemania, Italia, Portugal y Reino Unido.

Nuevos mercados

Abrirse a nuevos mercados es uno de los retos de la reindustrialización. Que las mercancías que se exportan multipliquen sus destinos para «evitar concentrar riesgos», asegura Aranda. El objetivo es, sin duda, mejorar nuestra posición comercial en las grandes potencias económicas mundiales, Estados Unidos y China, que actualmente sólo reciben un 4,4% y un 2,2% de bienes respectivamente. Para cumplirlo, es fundamental fomentar la visibilidad y el valor de la marca «Made in Spain» como distintivo de los productos españoles en el extranjero.

La etiqueta que diferencia a nuestro país tendrá que ser llevada por el mundo por las grandes compañías, que son las que tienen los recursos para hacerlo. No obstante, la internacionalización también dependerá de las pequeñas y medianas empresas, a las que el comercio electrónico ha abierto las puertas hacia el exterior. La competitividad de las pymes es una de las preocupaciones de la industria. Los últimos datos publicados por el INE sobre la distribución de empresas por número de empleados y sectores, indican que en 2014, del total de compañías industrial, sólo el 8% eran pymes, es decir, con menos de 20 personas ocupadas. Según el Ministerio, dos años más tarde representaban el 6,05%. La crisis se tragó numeros pequeñas y medianas empresas que no la soportaron, y el nicho de mercado que quedaba vacío lo ocupaban grandes empresas.

El reto es que las pymes recuperen, e incluso mejore su posición en el sector y, para ello, se intentará aprovechar la adaptación de la Industria 4.0. En principio, la inversión tecnológica necesaria restaría aún más competitividad a las pymes, pero la administración quiere contrarrestar ese efecto dándoles financiación. La Comunidad de Madrid anunció en septiembre del año pasado que reforzaría sus ayudas en este ámbito, aumentándolas hasta los 2,5 millones de euros, de los que se beneficiarán en torno a 70 empresas.

Recuperar el protagonismo

Los datos de la industria están aún alejados de cuando aportaba cerca de un 30% al PIB y generaba más de un 27% del empleo, en los primeros años de democracia. Con el aperturismo, España fue cambiando su modelo productivo hacia los servicios, sobre todo relacionados con la explosión del turismo. Sin embargo, la crisis nos enseñó que los países que mejor la contuvieron fueron los más industrializados, como Alemania, donde representa el 29% del PIB y casi un cuarto del total de población ocupada. «Los países con más industria son más resistentes a los ciclos económicos negativos y pierden menos empleo», admite el representante de CEIM Francisco Aranda. Y una vez que la lección está aprendida parece que es hora de darle de nuevo la vuelta a la tortilla y que la industria recupere protagonismo ganando peso en el conjunto de la economía.