Economía

“Las mujeres estamos hechas para el mundo del vino, mitad ciencia, mitad arte, y ambas nos sobran"

Isabel Mijares Enóloga

“Las mujeres estamos hechas para el mundo del vino, mitad ciencia, mitad arte, y ambas nos sobran"
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¿De dónde le viene a usted la afición al vino?

– Soy de Mérida y descendiente de los almirantes de Castilla. Por cultura familiar, el vino que se bebía en casa era algo de lo que había que ocuparse. Me parecía algo importante. Con 14 años, mi padre, muy avanzado para su tiempo, me mandó a estudiar a Francia. Aprendí bien el idioma y eso me amplió opciones. Había estudiado Químicas en un tiempo en el que las salidas para la mujer eran enseñar ciencias o trabajar en laboratorio, pero siempre como ayudantes, porque al frente estaban los hombres y, francamente, no era mi ideal. Además, tenía claro que quería trabajar en algo más creativo. Pude dedicarme a los perfumes, pero elegí el vino, mucho más vivo. Y, una vez decidido, tenía que hacerlo desde Burdeos, porque en España ni siquiera había escuelas. También había pocas mujeres, la mayoría hijas de propietarios de «chateaux». Pensé que si me formaba mejor, tendría trabajo.

– ¿Fue así?

– Tuve una formación muy sólida y trabajé tres años con Emile Peynaud, una eminencia que asesoraba a Marqués de Riscal, y que me apoyó muchísimo. Buscaban a alguien que dirigiera una bodega del Bierzo y confió en mí. Nunca pensé que les sorprendiera ver a una mujer, pero la sorprendida fui yo, cuando decían que, en ciertos días del mes, las mujeres estropeábamos los vinos y no podíamos entrar en las bodegas. Me acababa de casar con un francés destinado en Madrid como director general de la BNP, pero me fui a vivir al albergue de Villafranca con el notario, el registrador y los ingenieros que hacían los accesos al tunel de Galicia. Fumaba puros, iba en moto, entraba en los bares con los hombres... me criticaban, pero no era yo la que tenía que ocuparme de lo que pensaran los demás.

– Su carrera es extraordinaria. ¿Qué destacaría de la misma?

– La cata es mi especialidad y mi pasión, pero he tocado el vino desde todos los ángulos. He sido secretaria general de la Union Internacional de Enólogos y jurado en numerosos concursos internacionales. Desde la ONU, he trabajado para impulsar el desarrollo de la industria del vino y la fijación del campesino al suelo en muchos países. En España, fui la primera mujer en presidir la D.O. de Valdepeñas, he sido presidenta del Salón Internacional de Barcelona, presidenta de honor de la Asociación de Periodistas y Escritores de Vino y Vicepresidenta de la Federación Internacional, soy miembro de la Real Academia de Gastronomía desde 1985...

– ¿Qué nos falta en España para «salirnos» con nuestros vinos?

– Comercialización y comunicación. Y entender que el nuestro es un país agrícola y que es imprescindible fomentar el empleo juvenil y los proyectos en estos entornos, porque si no, los jóvenes se irán a las ciudades, con graves consecuencias.

– Mirando atrás, ¿Lo tuvo fácil?

– Tuve la suerte de tener un marido que entendió mis ausencias. Viajaba mucho, me iba a Bolivia y me quedaba mes y medio. Mis padres me ayudaron con mi hija... sin esos apoyos, habría tirado la toalla, pero encontré muchas puertas abiertas; también críticas e incomprensión, pero, como he dicho, eso nunca me afectó. Hoy, puedo decir, feliz, que tenemos grandísimas mujeres en el mundo del vino, en todas las áreas: viticultura, exportación, enología... y ellas me dan las gracias por el camino que abrí. Sin embargo, debo decir que las mujeres estamos hechas para el vino, que es mitad ciencia, mitad arte y ambas cosas nos sobran. Tenemos a mujeres extraordinarias como Cristina Forner dirigiendo Marques de Cáceres, pero ésa es la única plaza que nos queda por conquistar: los puestos directivos.