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«Mi etapa en Wall Street fue como un caramelo envenenado»
Guy Spier acaba de publicar «La educación de un inversor en valor», donde destaca la importancia de fomentar la moral sana
Guy Spier, el inversor que llegó a pagar 650.100 dólares por compartir una comida de tres horas con el magnate y filántropo Warren Buffet por la admiración que sentía hacia éste, acaba de presentar su libro «La educación de un inversor en valor», un libro que él califica de «autobiográfico» y con el que ha querido compartir los errores que, según sostiene, «llegan con el éxito»: «Hay muchos libros que explican cómo invertir y yo me he querido centrar en destacar la importancia que tiene priorizar la ética sobre la ganancia fomentando la moral sana, desarrollando relaciones duraderas con clientes e inversores y enfocándonos en una sola cartera». Spier pensó que Buffet le podía proporcionar las herramientas para transformarse de un «inversor insatisfecho a uno feliz y con los pies en la tierra». Cuando leyó «The Intelligent Investor», de Ben Graham y Warren Buffett decidió cambiar para siempre su forma de trabajar. «Descubrí que los negocios no son sólo “si yo gano, tú pierdes”, sino que aprendí que todos podemos ganar. La filosofía de un inversor en valor como Buffet puede ayudarte a evitar comportamientos no éticos al invertir».
Con 28 años y después de licenciarse en Política, Filosofía y Económicas en la Universidad de Oxford donde compartió pupitre con el ex primer ministro de Reino Unido, David Cameron, comenzó su andadura profesional en un banco de inversión en Nueva York de donde salió tras 18 meses, «terriblemente decepcionado». «Me convertí en un arrogante, quería ganar el máximo dinero posible en el menor tiempo posible olvidando la ética. Pensaba que con mi educación de “élite” tendría mucho éxito. La película “El lobo de Wall Street” de Martin Scorsese, refleja muy bien la forma en la que se trabaja en estos bancos, tratando a los clientes como a personas estúpidas, mintiéndoles para que invirtieran más y más. En Wall Street se decía que “si quieres un amigo cómprate un perro”. Aquel trabajo fue como recibir un caramelo envenenado y lo dejé, comprendí que no era el modo en el que quería vivir mi vida». Desde ese momento, Spier aprendió la mejor manera de lograr el éxito, usando la ética, la experiencia personal y el trabajo duro. Comenzó a analizar por qué invertir en determinadas sociedades. «La gente que invierte en acciones no puede tener éxito si no analiza cuáles son los valores de la compañía en la que está metiendo su dinero. Hace 20 años no se hablaba de ello».
El autor habla en su libro también sobre la gente que cree que tendrá éxito simplemente porque es inteligente. «Describo que no hay que buscar en nuestra inteligencia las mejores decisiones, sino en lo que gira en torno a nosotros, la familia, nuestra actitud, etc. mirando en nuestro interior. Mi éxito no ha venido por haber recibido una buena educación, sino por lo que aprendí de la vida. Las escuelas de negocio y las universidades de élite ayudan a los estudiantes a desarrollar habilidades técnicas específicas basadas en teorías, pero éstas no tienen en cuenta el mundo real, ya que nunca se tiene el entorno ideal ni la cantidad perfecta de información. Se centran demasiado en la racionalidad descuidando el pensamiento crítico y el poder de la intuición».
Cuando Spier comenzó a ser un inversor en «valor», escribió muchas tarjetas de «agradecimiento» a personas que lo habían ayudado profesionalmente. Actualmente dirige, desde su residencia en Zurich, la Fundación Aguamarina, una sociedad de inversión que tiene 250 millones de dólares en activos.
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