Opinión
La "mileinización" de Argentina
El país austral esta 148, por detrás de Afganistán, en el índice de libertad económica, y penúltimo en competitividad global
Como decía Einstein, “Si buscas resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo”. Posiblemente, el pueblo argentino, harto de ver la ineficacia de las políticas, ha decidido apostar por algo radicalmente distinto, con la esperanza de obtener resultados diferentes.
Este pasado domingo, Argentina ha comenzado un nuevo camino para deconstruir un modelo político, económico y social que le ha llevado a ser, durante demasiado tiempo, una de las economías más castigadas del mundo. Numerosos informes internacionales muestran la decadencia de un país que podría ser una potencia económica mundial pero gestionado por políticos que se han enriquecido y que han llevado al pueblo a una situación creciente de pobreza con una tasa del 40% y con uno de los índices de percepción de corrupción más altos.
Además, de acuerdo con el índice de libertad económica, Argentina se encuentra en la posición 148, detrás de Afganistán, Camerún o Angola y, en el índice de competitividad global que publica el WEF, se encuentra en la penúltima posición, destacando la baja eficiencia del gobierno y de los negocios.
Es evidente que Argentina, como un ordenador, en vez de nuevos parches y actualizaciones, necesita un cambio radical en su sistema operativo y nuevas aplicaciones que vendrán de la mano de propuestas económicas y sociales liberales que van a estar vigiladas con lupa por la comunidad internacional.
La Casa Rosada, con Milei a los mandos, va a protagonizar una serie de cambios que probablemente tengan una enorme repercusión mundial, no sólo en lo político e ideológico, sino en lo económico y social, lo que podría dinamitar algunos de los mantras culturales sobre los que se apoyan muchos países, paulatinamente gobernados por entidades supranacionales y políticos que aumentan progresivamente la presión fiscal, inventando nuevos impuestos, empobreciendo a sus ciudadanos y endeudando a las generaciones futuras.
Milei se enfrenta a la gran prueba de fuego del liberalismo económico, tan criticado por los defensores de la mal llamada justicia social, y que pone en cuestión, algunos paradigmas aparentemente inmutables como pueden ser la existencia de un banco central en la economía, la drástica reducción del gasto público improductivo, la menor intervención del Estado, la privatización de muchas empresas públicas que son ineficientes y deficitarias, la desregulación de los mercados o la competencia entre instituciones públicas para mejorar su eficiencia y calidad de servicio, como puede ser el cheque escolar.
Todo ello, junto a la reducción de impuestos para mejorar la recaudación y equilibrar las cuentas públicas, creando riqueza en vez de pobreza. En definitiva, se trata de sustituir los criterios políticos por criterios de mercado, ideología por economía, eliminando las rigideces y reduciendo las competencias de las AAPP en la producción de bienes y servicios que perjudican al sector privado.
Ahora bien, cambiar estructuralmente la economía y la sociedad de un país, es una labor compleja que exige de la precisión de un neurocirujano y tiempo. La delgada línea que separa y confunde el concepto de neoliberalismo del libertarismo, puede llevar a ganar o perder apoyos para implementar una serie de políticas económicas anunciadas que navegan entre los distintos matices de las aguas de la economía liberal.
Mientras que el neoliberalismo es mucho más flexible respecto de la intervención estatal, admitiéndola siempre que no se genere déficit o no sea ofrecido por el sector privado, el segundo es mucho más estricto y aboga por reducir el papel del estado a la protección de la vida y la defensa de la propiedad privada, dejando todo lo demás a cargo de la mano invisible de Adam Smith.
Argentina debe fortalecer el conjunto de sus instituciones y mejorar significativamente el desempeño económico para que pueda gozar de una mayor confianza empresarial y de los inversores a nivel internacional.
Si Milei consigue implementar, con éxito, la mitad de sus propuestas, la economía argentina vivirá el inicio de una completa transformación estructural, un giro radical tanto en los componentes de su demanda interna como en la apertura de fructíferas relaciones internacionales, sirviendo de estímulo para otros países y regiones que siguen apostando por una progresiva intervención estatal que comienza a limitar libertades individuales y, con ellas, la riqueza de las familias. Lo veremos dentro de cuatro años.
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