Gobierno

La Moncloa, una herencia envenenada

Habrá que prestar mucha atención a quién se ocupe de las carteras económicas, sobre todo las competencias en materia energética por la gran cantidad de muertos en el armario que va a dejar Teresa Ribera

El presidente del Gobierno Pedro Sánchez junto a la comisaria europea de Energía, Kadri Simson y la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera en la apertura de la Conferencia Internacional de Energías Renovables SPIREC 23 este lunes en Madrid.
El presidente del Gobierno Pedro Sánchez junto a la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa RiberaAlberto R. RoldánLa Razón

No envidio al inquilino del Palacio de la Moncloa durante la próxima legislatura, independientemente de su color político. Tampoco me dan envidia las personas que resulten “agraciadas” con las carteras económicas, desde el Ministerio de Hacienda hasta el de Economía, pasando por el de Agricultura o Industria y Comercio, por citar tan solo algunas. También habrá que prestar mucha atención a quién se ocupe de las competencias en materia energética, por la gran cantidad de muertos en el armario que va a dejar Teresa Riberay por los numerosos frentes que tiene abiertos España en el exterior a cuenta de los contenciosos sobre las renovables. La situación, que ya es grave, se vuelve todavía más preocupante si tenemos en cuenta que Bruselas va a apretar las clavijas en lo que respecta a las reglas fiscales, del gasto y de control del déficit. En resumidas cuentas, que el futuro Gobierno se encontrará con lo que bien puede calificarse de una herencia envenenada.

Suponiendo que al final Pedro Sánchez y sus sanchistas continuasen en La Moncloa, serán ellos los que tengan que gestionar su propia herencia. Pero si es Feijóo el próximo presidente del Gobierno, mucho me temo que, tanto él como su equipo económico, recurrirán en bastantes ocasiones a la herencia recibida para justificar algunas de las medidas que tomen, especialmente durante los primeros meses de la nueva legislatura y, sobre todo, aquellas que adopten en materia fiscal. Ojalá me equivoque, pero podría suceder lo mismo que ya pasó en 2012, cuando Rajoy se hizo con la mayoría absoluta y, en lugar de bajar los impuestos, como habían prometido por activa y pasiva en la campaña electoral, aplicaron la que puede calificarse como la mayor subida de impuestos de toda la democracia. Y, no solo eso, porque encima tuvimos que aguantar que Cristóbal Montoro, a la sazón ministro de Hacienda, lo anunciase por televisión mientras se reía. Y, hasta la fecha, no recuerdo que desde el PP hayan pedido perdón a los ciudadanos por incumplir sus promesas. En las últimas semanas Feijóo ha insistido en lo de las bajadas de impuestos. Lo mismo ha hecho el que parece ser su gurú económico, Juan Bravo. El problema es que este último pasa por ser discípulo del ya citado Montoro. ¡Cómo para fiarse con estos precedentes!