Opinión

Mortadelo en La Moncloa

Sánchez lo mismo se disfraza de lagarterana envuelto en la bandera de España que de Lenin atizando a los lerdos que no le han votado

Sánchez pronunció su primer discurso como candidato a La Moncloa acompañado por una gran bandera de España y junto a su mujer, Begoña Gómez
Sánchez pronunció su primer discurso como candidato a La Moncloa acompañado por una gran bandera de España y junto a su mujer, Begoña GómezlarazonLa Razón

Al menos una cuarta parte del censo electoral se ha criado zampando «bollycaos», triángulos o cuernos preñados de crema pastelera o de chocolate en los recreos; masticando palulú, jugando al guá, a la comba o a las chapas, y atiborrándose de «peta-zetas», «boomer», «flashes» y «colajets».

Los de la EGB, vaya, que ahora concentran una gran capacidad adquisitiva por razones de edad y que sufren, como todos, los estragos de la inflación y ven como a sus hijos les aguarda un futuro incierto sobre el que planea una tasa de paro juvenil media anual del 30%, por mucho que la Semana Santa la haya reducido del 29,5% al 28,4%.

Esas cohortes ochenteras crecieron también devorando a «Los Cinco», «Los tres investigadores», «Tintín», «Astérix y Obélix» y los «Super Humor» de Ibáñez, entre otros muchos tebeos. Estoy convencido de que quienes hayan leído los Mortadelo y Filemón recuerdan la capacidad del primero para disfrazarse ante cualquier situación. Un travestismo en el que el popular traje de lagarterana estaba siempre presente.

Pues bien, les confieso que desde hace tiempo Pedro Sánchez, «egebero» como el que esto suscribe, se me aparece así, con la facha de Mortadelo.

Hoy, vestido de lagarterana envuelta en la bandera de España, como cuando en junio de 2015 se presentó en su primera proclamación como candidato a La Moncloa con un banderón gigante sobreimpresionado en una enorme pantalla en el teatro circo Price de Madrid para despejar dudas.

Hoy, transmutado en soviet, con la pinta de Vladimir Ilich y su semblante de enterrador, atizando a los lerdos que no le han votado y no han sabido apreciar las bondades de su Gobierno. Y digo esto porque, en su estrategia de disfrazarse de Lenin para tratar –suponemos– de hacerse con las migas del pastel de la ultraizquierda, a Sánchez y su guardia pretoriana no se les ha ocurrido otra cosa que atacar al electorado, cayendo en su propia trampa: que en realidad las locales y regionales eran un plebiscito al «sanchismo».

Pues más le vale a Sánchez disfrazarse cuanto antes de lagarterana, porque como le deje todo el centro político a Feijoó, la noche del 23-J se va a tener que disfrazar de correcaminos. Pero para escapar de los suyos a gorrazos.