Nobel

Un Nobel bien merecido: Claudia Goldin y la brecha salarial

Si hombres y mujeres se reparten igual las cargas, la demanda de flexibilidad será similar entre ambos sexos y la brecha salarial ajustada se esfumará

Claudia Goldin, galardonada con el Nobel de Economía por sus investigaciones sobre brecha de género
Claudia Goldin, galardonada con el Nobel de Economía por sus investigaciones sobre brecha de géneroEuropa Press

El Premio Nobel de Economía de 2023 ha ido a parar a Claudia Goldin. Se trata de la tercera mujer en recibir este galardón (después de Elinor Ostrom y Esther Duflo) y la primera en obtenerlo por sus estudios sobre la participación de la mujer en los mercados laborales. Aunque son varias las aportaciones de Goldin en este campo, permítanme resaltar una que resulta especialmente informativa para el debate sobre la brecha salarial (la diferencia entre el salario promedio de los hombres y el trabajo promedio de las mujeres dentro de una economía).

Semejante brecha puede explicarse por diversos factores: jornadas completas versus jornadas parciales (en promedio, los hombres trabajan más horas que las mujeres); o sectores y ocupaciones de alto valor añadido versus sectores y ocupaciones de bajo valor añadido (en promedio, los hombres tienen mayor presencia en los primeros que en los segundos). Cuando se corrige por estos factores, prácticamente toda la brecha de género desaparece: es decir, un salario por hora de un hombre en el mismo sector, en el mismo cargo y con la misma formación es casi el mismo que el de una mujer. Y remarco lo de casi porque hay un cierto diferencial que no desaparece: ¿a qué se debe? ¿Es cierto que existe una cierta discriminación salarial en contra de la mujer? No, según Goldin la causa hay que buscarla en la demanda de flexibilidad laboral: las mujeres, en promedio, demandan jornadas laborales más flexibles y esa mayor flexibilidad reduce la productividad por hora trabajada y, por tanto, el salario por hora. Dicho de otro modo, una mujer que trabaje cuatro horas diarias con un horario flexible no cobrará la mitad que un hombre que trabaje ocho horas diarias con un horario rígido, sino algo menos de la mitad.

A las empresas les resulta costoso proveer esa flexibilidad para el puesto de trabajo y, por tanto, reducen el salario por hora. ¿Qué hacer ante ello? Pues simplemente respetar esa diferente elección entre hombres y mujeres o indagar (y cambiar) las causas más profundas que expliquen esa diferente preferencia: por ejemplo, el desigual reparto en el cuidado de los hijos (lo que lleva a que las mujeres demanden más flexibilidad). Si hombres y mujeres se reparten igual las cargas, la demanda de flexibilidad será similar entre ambos sexos y la brecha salarial ajustada se esfumará. Sea como fuere, un Nobel bien merecido.