
Análisis
Turismo sin frenos: ¿bonanza o dependencia?
El riesgo es que nuestras ciudades dejen de ser lugares para vivir y se conviertan en escenarios de paso donde los ciudadanos nos convirtamos en espectadores de lujo en nuestros propios barrios

España sigue siendo una de las grandes potencias turísticas del mundo, alcanzando cifras históricas que, sin duda, invitan al optimismo pues sólo en los primeros cinco meses de 2025, llegaron a nuestro país, más de 35 millones de visitantes internacionales que gastaron cerca de 200 euros diarios, configurando un sector que representa ya el 13,1 % del PIB nacional y genera más de 3,2 millones de empleos, convirtiéndose en una pieza esencial del engranaje económico español. Incluso, hay previsiones de que este año se podrían superar los 100 millones de visitantes.
Detrás de las cifras brillantes del turismo se esconde una realidad incómoda
A pesar del peso del turismo en nuestra economía, esta situación también debería hacernos reflexionar sobre la fuerte dependencia de un modelo que, aunque rentable en términos macroeconómicos, arrastra debilidades estructurales que no podemos seguir pasando por alto. El turismo actúa como un motor que funciona bajo un esquema intensivo, fuertemente concentrado geográficamente, especialmente en grandes ciudades y zonas costeras, y cuyos efectos colaterales ya son evidentes, tales como un mercado de la vivienda tensionado, subida generalizada de precios en hostelería, ocio y servicios básicos, saturación de infraestructuras urbanas y un empleo que, en muchos casos, sigue siendo estacional y precario.
Una economía orientada al visitante
Por tanto, detrás de las cifras brillantes del turismo se esconde una realidad incómoda, ya que cada vez son más los españoles que no pueden permitirse los precios que impone una economía orientada principalmente al visitante internacional pues, a medida que la demanda internacional se dispara, actividades tan cotidianas como salir a cenar en verano, planear una escapada de fin de semana o simplemente vivir en el centro de la propia ciudad se están convirtiendo en privilegios fuera del alcance de muchos
Además de la excesiva concentración geográfica del turismo, la estacionalidad y la sensibilidad a factores externos como el tipo de cambio, la situación geopolítica o el comportamiento de mercados emisores clave, son recordatorios de que un sector tan relevante debe gestionarse con una visión estratégica de largo plazo donde no sólo se atraigan más visitantes cada año sino bajo un modelo que distribuya mejor los beneficios, repartiendo las visitas más allá de los destinos masificados, pues el riesgo es que nuestras ciudades dejen de ser lugares para vivir y se conviertan en escenarios de paso donde los ciudadanos nos convirtamos en espectadores de lujo en nuestros propios barrios.
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