Internacional
Ucrania ante el espejo: pocas cartas y un lustro de penurias
El país celebra hoy comicios sin un claro favorito. El ganador definirá las futuras relaciones con Rusia, cuyo gas transita por su territorio hacia la UE, y que es su principal fuente de ingresos
La palabra gas deriva de la griega caos. La acuñó el químico flamenco Van Helmont, y ambas definen a la perfección la realidad de Ucrania hoy. A grandes rasgos, la fotografía es la siguiente: el país, en respiración asistida gracias a un millonario rescate del FMI, Europa y EE UU, celebra elecciones presidenciales y parlamentarias este año, por lo que no tendrá un Gobierno definido antes de finales de 2019. Ha evitado, por ahora, la bancarrota, pero su presupuesto, que debe abonar una enorme deuda, depende de los ingresos por el gas que cruza desde Rusia a la Unión Europea a través su territorio. Y este contrato de tránsito concluye el 31 de diciembre, teniendo Moscú la sartén por el mango para negociar su renovación porque Alemania proyecta gasoductos en rutas más seguras. Y de fondo, una guerra civil estancada en Donbass y la pérdida de Crimea. Con este panorama, Ucrania se hace examen este domingo.
El contrato de tránsito lo firmó hace diez años la entonces primera ministra Yulia Timoshenko, hoy segunda para la presidencia en las encuestas. La apodada «Princesa del gas» entró en la cárcel en 2011 porque aquel acuerdo era «demasiado beneficioso» para Rusia, según su rival Viktor Yanukovich, huido tras la violencia de Maidan. En las encuestas la supera el actor y cómico Volodymyr Zelensky, abanderado de los indignados y relacionado con Igor Kolomoisky, oligarca exiliado venido a menos por la intervención de su Privatbank, que dejó un agujero de 5.600 millones de dólares en las cuentas ucranianas, y que ha demandado a Rusia por la nacionalización de sus empresas en Crimea. El tercer aspirante es el actual mandatario, Petro Poroshenko, rodeado de corrupción y enemigo acérrimo de Moscú. De no imponerse ninguno por mayoría, habrá una segunda ronda en abril, aunque habrá que esperar a las legislativas del 27 de octubre para aclarar definitivamente el panorama político.
El ganador definirá las futuras relaciones con Rusia. El gas juega un papel clave para un país asfixiado por una deuda pública que ronda el 75% del PIB, «una cifra muy elevada para los estándares de una economía emergente», según el «think tank» europeo Bruegel. Kiev deberá abonar a sus acreedores unos 36.000 millones de dólares en los próximos tres años, de los cuales unos 15.400 millones corresponden a este ejercicio. Para lograrlo, depende del tránsito de gas ruso por su frontera, que supone unos 3.000 millones dólares al año para sus arcas, un 3% de su PIB.
Sin embargo, el grifo se cierra para Kiev. Además de contar con el «TurkStream», la UE, liderada por Alemania, construye junto con Rusia el gasoducto «Nord Stream» para garantizar su seguridad energética. Una vez entre en servicio la vía báltica, cosa poco factible antes de 2021, el canal ucraniano no tendrá sentido.
Amenza de boicot
Hasta entonces, a Kiev le interesa seguir siendo el puente entre ambas partes, y para ello la ucraniana Naftogaz ha ofrecido reducir a la mitad sus tarifas. Sin embargo, la negociación es dura: primero, está por dirimir en una corte de Estocolmo una revisión de facturas por 11.500 millones presentada contra Gazprom por cambios en los precios de mercado; segundo, Moscú exige que se anule esta demanda y dilata las negociaciones a la espera de tener enfrente un Gobierno más favorable a sus intereses. Además, puede cortar el gas a Europa en invierno. Sin embargo, Ucrania ha encontrado un aliado en EE UU, que ha amenazado con boicotear el gasoducto báltico a través de sus sanciones contra Rusia.
«Nadie sabe qué va a pasar. A Rusia le podría interesar que gane Timoshenko, sería más fácil para Gazprom negociar con ella», afirma Balazs Jarabik, investigador del «think tank» Carnegie Endowment. «Sin embargo, no es descartable la victoria de Poroshenko. Por la guerra, Ucrania se ha orientado firmemente hacia Europa, y la polarización ‘‘Poroshenko o Putin’’ está funcionando», señala el experto. «Un 25% de los votantes están indecisos, y Zelensky genera dudas ante los temas más importantes», agrega.La clave estará en el bolsillo de los ucranianos, asfixiados por las condiciones del FMI pese a estar a la cola de Europa. «Hasta Poroshenko ha ofrecido ayudas populistas a los hogares para pagar el gas», subraya Jarabik
Este mes de marzo hubiera concluido el programa de rescate de 17.500 millones de dólares que el FMI concedió en 2015 tras la caída del Gobierno de Yanukovich. Sin embargo, a mediados de 2017 quedó suspendido por la negativa de Kiev a aplicar sus exigencias. No obstante, esto no impidió que el pasado diciembre se renegociase otra ayuda de 3.900 millones a 14 meses. «Con notables excepciones, los esfuerzos para crear una economía más dinámica, abierta y competitiva se han quedado cortos», admitió el organismo que dirige Christine Lagarde al concederle el nuevo crédito. Por su parte, la Unión Europea ha ofrecido 2.800 millones de euros en 2015 y 500 millones este año.
A diferencia de la ayuda dada por el FMI a otros países como Grecia o Argentina, con Ucrania «su condicionalidad fue muchísimo más allá del criterio tradicional macroeconómico, abordando asuntos de gobernanza como la corrupción y la reforma de la justicia», opina Marek Dabrowski, analista de Bruegel. «La comunidad internacional está cada vez más decepcionada con el lento progreso de las reformas y la incapacidad para limitar la corrupción», añade.
Ucrania tenía cinco pilares básicos a reformar: un insostenible sistema de pensiones, acabar totalmente con los subsidios del gas, privatizar todo lo privatizable, equilibrar las cuentas y tomar medidas reales contra la corrupción, su mal endémico.
La crítica del FMI sobre ello es demoledora: «Aunque se han creado nuevas instituciones, las reformas contra la corrupción no han dado resultados concretos y continúan afrontando una fuerte oposición. Ningún cargo público de alto nivel ha sido condenado. Esto se puede atribuir a las significativas debilidades del sistema judicial, ampliamente percibido como corrupto por la opinión pública».
Respecto al precio del gas, históricamente subsidiado para hogares y fábricas, el actual Gobierno trata de convencer al FMI de no subirlo tras hacerlo un 25% en octubre del pasado año. Sería su muerte en las urnas. Por su parte, Timoshenko ha centrado su campaña en que no acatará esta exigencia del FMI. Según Reuters, la factura del gas se ha multiplicado 13 veces desde 2013.
Respecto a las pensiones, donde las mínimas rondan los 50 euros, el FMI pide otra reforma más, pues la intensa emigración de estos años ha hundido la fuerza laboral a un cotizante por pensionista en el país.
En cualquier caso, el futuro gobierno tiene una difícil papeleta. No soólo deberá recuperar la confianza de los mercados, sino también de sus propios ciudadanos.Según una encuesta de Gallup, solo un 9% de los ucranianos confía en su Gobierno. Y apenas un 12% en unas elecciones limpias.
Emigrantes solidarios
Si Ucrania sigue adelante es gracias a sus sufridos emigrantes. Su banco central estima que sus remesas supusieron en torno al 8% del PIB en 2018, unos 11.000 millones de euros, cifra que multiplica la ayuda ofrecida por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea. Según los datos recogidos por el Centre For Economic Strategy, unos cuatro millones de ucranianos trabajan fuera. De ellos, 2,7 millones lo hacen de forma permanente.
Gracias al régimen libre de visados con la Unión Europea, el país que más se ha beneficiado de la mano de obra ucraniana ha sido Polonia, que emplea al 40% tras dispararse su cifra de 200.000 a alrededor de un millón, muchos de ellos temporales. Rusia, por su parte, acoge a uno de cada cuatro ucranianos. Y aunque apenas un 16% de los migrantes tiene estudios superiores, los informáticos ucranianos superan en número a los de cualquier otro país del este de Europa. Según los datos del Instituto Nacional de Estadísticas, en España vivían 98.422 ucranianos en la primera mitad de 2018.
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