Política
La moción de Casado
El PP define un nuevo perfil del centro derecha a riesgo de romper con Vox
La moción de censura presentada por Vox y calificada de inútil porque no podía alcanzar el objetivo de retirar la confianza a Pedro Sánchez, ha tenido un efecto no previsto, a derecha e izquierda. Más, incluso, en la derecha. El discurso de Pablo Casado, posiblemente la mejor pieza que se haya oído en esta lamentable legislatura, por su calado político y por las consecuencias en la estrategia futura del primer partido de la oposición, ha sido una reivindicación del liderazgo del centroderecha, de un proyecto nacional integrador, moderado, europeísta y con la aspiración de llegar a amplios sectores de la sociedad hastiada del enconamiento ideológico. Vox estaba en su derecho de presentar una moción de censura, lo que no suponía arrebatar automáticamente el liderazgo de la derecha al PP y que este partido participase sin más en la entronización de Santiago Abascal. No lo puede hacer ni por representación parlamentaria, ni tampoco puede despreciar el papel histórico que este partido –su partido hasta hace muy poco– ha tenido en la política española desde la Transición. Ni por tener un programa que llegue a la mayoría de los españoles. Así que, forzado por un recurso parlamentaria legítimo, que muy artificialmente le obligaba a escoger entre Abascal o Sánchez –una dilema demasiado ingenuo–, Casado recogió el guante lanzado y marcó las diferencias que separan al PP de Vox, que fueron muchas, algunas enfatizadas desde una oratoria vehemente y argumentada, con la que quería evidenciar que son dos maneras diferentes de entender el ejercicio de la política, ese «ir a las cosas», dijo empleando el termino de Ortega y Gasset, lo que interesa al común de los ciudadanos. Muy hábilmente, Casado desmontó la estrategia de la que Sánchez ha vivido hasta ahora en su relación con el primer partido de la oposición, desvinculándose de Vox y dejándolo aislado, peor aún, señalándolo como pieza necesaria en la operación de crispación del Gobierno, mientras él se sitúa como partido defensor de la herencia de la Transición, la Constitución y el espíritu del 78. Es posible que haya votantes de los populares que les cueste entender que rechazase la moción de censura con un no rotundo, pero lo cierto es que Abascal puso muy difícil la posibilidad de la abstención al desarrollar un discurso en exceso radical y con capítulos inaceptables para un partido de Estado como el PP, especialmente en la crítica al proyecto europeo. Casado es el líder del PP y a él le corresponde marcar la línea política de su partido y asumir también las responsabilidades si el electorado le da la espalda. Ahora le tocará gestionar una crisis en toda regla con un partido que le permite gobernar en Andalucía, Murcia y Madrid. Más difícil será, sin embargo, encontrar la lealtad del presidente del Gobierno, que no sale dañado de una moción de censura que, al final, ha sido la de Vox contra el PP.
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