Editorial
Una cuestión de desconfianza
La «nueva hoja de ruta» de ERC para debilitar al Estado es una amenaza
La carta de Oriol Junqueras, en la que ha realizado un ejercicio de autocrítica sobre la declaración de independencia y el 1-O, y, entre otras reflexiones, se ha desmarcado de la unilateralidad que abraza Puigdemont y ha valorado positivamente el indulto a los presos del procés, ha sido interpretada como una mano tendida para un tiempo nuevo en Cataluña que pasaría por el diálogo, el reencuentro y el reconocimiento de facto de que existe una sociedad más allá de la secesionista. La misiva del líder de ERC ha supuesto una enmienda a la totalidad del separatismo montaraz y frentista de Junts y un giro en los enfoques y la estrategia del partido independentista mayoritario en el Principado como es Esquerra. Obviamente, esa puesta en escena retórica debe estar sustentada en hechos que consoliden un espacio de confianza suficiente y creíble y que garanticen de una vez por todas que al menos ERC ha dejado en vía muerta el desafío a la democracia y al marco jurídico y constitucional vigente. Con dudas e inseguridades, la vía Junqueras no se encontrará en condiciones de plantear un horizonte factible de convivencia y entendimiento. Y es en esa ecuación en la que es legítimo y obligado cuestionar la sinceridad de ciertas palabras y conductas de parecían destilar contrición después de que la Guardia Civil haya intervenido al exconseller de ERC Xavier Vendrell «la nueva hoja de ruta» del «procés», en la que se trazaría un plan «complejo y detallado» para debilitar al Estado y reactivar la vía unilateral de la independencia de Cataluña con la mesa de negociación como instrumento y aldabonazo a la conciencia de los catalanes. No es la primera vez. Aquella interceptada en poder del ex número dos de la Consellería de Economía Josep Maria Jové, ya sabemos como acabó. Por lo tanto, estamos ante un episodio serio, por más que se pueda aludir que hablamos de un texto de octubre. Hay un plan oculto que sugiere y pone en cuestión el compromiso de los republicanos con esa Cataluña constitucionalista que han hostigado sin pausa. Hay muchas cuentas pendientes, heridas profundas y rupturas veremos si sanables en la sociedad catalana generadas por años de hegemonía separatista irresponsable e intolerante. Solo unas letras como una mera declaración de intenciones son a estas alturas del todo insuficientes. Jugar con las cartas marcadas o con dos barajas dispara los recelos y el escepticismo y así el horizonte se estrecha y se enmaraña.
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