Editorial
Suspenso ciudadano para el Gobierno
La actual es una radiografía pavorosa para socialistas y podemitas acerca del estado de la opinión pública
España encara un ciclo político que estará marcado por las citas electorales, especialmente las andaluzas, y también condicionado por el nuevo liderazgo de la oposición con Alberto Núñez Feijóo. Inmersos en un contexto del conflicto y tensión nacional e internacional derivado de la invasión de Ucrania y la explosión de los precios energéticos, las incertidumbres se acentúan en manos de un gobierno de coalición de izquierdas que se ha visto sobrepasado por las circunstancias extraordinarias que han desnudado su falta de competencia y de cohesión. Los acontecimientos excepcionales ponen a prueba a los gestores gubernamentales de turno, los miden y calibran su cualificación y sus virtudes. Y es verdad que Pedro Sánchez ha confrontado con una sucesión de desgracias globales inesperadas que han puesto en gravísimas dificultades a todos los países. Pero lo cierto es que las crónicas de los balances no serán benevolentes ni siquiera generosas con esta administración radical, sectaria y en muchos actos despótica. Es inevitable por imposible. El cotejo de su actuación con otros estados de nuestro entorno ha dejado retratado a un mal gestor que ha conducido a España a los puestos de cola en prácticamente todos los ranking económicos y sanitarios, además de a una degradación de la calidad de nuestra democracia y a una menguante calidad de vida de nuestros conciudadanos. En esta tesitura la encuesta sobre la situación nacional que publica LA RAZÓN pormenoriza puntualmente el hartazgo, la desilusión y el desapego de los españoles en un escenario de tangibles dificultades y reveses en el que no encuentran respuestas eficientes de un Ejecutivo que no se cansa de sacar pecho y ponerse medallas. El abrumador porcentaje de contestación en las respuestas del sondeo es una censura popular en toda regla a la acción ejecutiva y a todos esos planes mágicos gestados en La Moncloa. Casi nueve de cada diez españoles son críticos con la situación política, casi seis de cada diez reprochan a Sánchez su actuación contra la pandemia, más de ocho de cada diez ven mal o muy mal el panorama económico y siete de cada diez exigen una bajada de impuestos, una posición que es mayoritaria en los votantes de todos los partidos excepto en los de Unidas Podemos, que, por lo visto, aspiran a una mayor presión fiscal. Cabe pensar, en este caso, que la mendaz soflama de más impuestos para las grandes fortunas ha tenido un éxito relativo en esa parte ínfima de la sociedad. Como respuesta al colapso, el 71,8% respalda un gran pacto de Estado entre los partidos principales del Estado, que Sánchez veta porque quiere adhesiones y no transacciones. Es una radiografía pavorosa para socialistas y podemitas acerca del estado de la opinión pública que, sin embargo, no cala ni afecta a sus decisiones que se rigen por intereses propios que identifican con el bien común. Urge un cambio. Los españoles hablan y lamentan, pero no se los escucha desde el poder. La izquierda se arroga una voz que no le corresponde. Las urnas deben hablar más temprano que tarde.
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