
Editorial
Sensatez frente al veneno sectario
En la opinión pública española cada vez rechinan más las políticas que buscan la división social y el señalamiento del adversario

La, cuando menos, desafortunada gracieta tuitera del ministro de Transportes, Óscar Puente, con motivo de la llegada de una nueva Dana a la costa levantina, con la memoria viva en toda España de la enorme tragedia vivida en Valencia hace menos de un año y mientras el Gobierno del que forma parte no es capaz de cumplir con la parte que le toca en las labores de reconstrucción y de alivio económico de las víctimas, pone una vez más de manifiesto que en algunos políticos el veneno sectario, que ellos traducen erróneamente por ganancia de votos, no tiene ni siquiera antídoto en las desgracias comunes que hieren a la población, no importa cuál sea su naturaleza. No ha sido sólo el ministro Puente el que ha buscado, en el ataque personal al presidente valenciano, sacar rédito político de la amenaza atmosférica, pues tampoco le ha faltado tiempo a la ministra Diana Morant para llevar la crítica a su más directo rival electoral, aun cuando haya tenido que reconocer que en esta ocasión las cosas han funcionado como debían, desde el aviso previo y con tiempo del servicio de meteorología, hasta el buen funcionamiento de los depósitos fluviales de la localidad de Gandía, sobre la que cayeron más de 104 litros de lluvia por metro cuadrado, en menos de dos horas. Olvidan, además, con mucha facilidad quienes utilizan las desgracias como armas arrojadizas contra el adversario que, en muchos casos, las tragedias son consecuencia de múltiples factores –en Valencia, sin ir más lejos, una decisión política del gobierno de coalición entre el PSOE y Compromís impidió las obras de prevención en el barranco del Poyo– entre los que también entra en juego el azar. Olvidan, también, que, como ha demostrado la oleada de fuegos que ha asolado buena parte de España y que aún ayer quemaba miles de hectáreas entre Guadalajara y Segovia, ningún Gobierno, sea del signo que sea, está libre de que caiga sobre su administración una catástrofe natural o humana, por más que los partidos de la izquierda hayan demostrado mucha más habilidad en la manipulación de las desgracias. Pero la realidad es que sólo pequeños sectores de la población, sin duda, los más politizados y radicalizados, responden a los estímulos maniqueístas de Óscar Puente y compañía. Es decir, que en la opinión pública española cada vez rechinan más las políticas que buscan la división social y el señalamiento del adversario. Aunque las redes sociales puedan traslucir lo contrario, la opinión pública española está mucho más alejada del frentismo, mucho más cerca de la sensatez, de lo que creen algunos de los estrategas políticos, especialmente, quienes desde los equipos de propaganda de La Moncloa azuzan el enfrentamiento con la mira puesta en hacer de la radicalidad un fortín en el que mantener protegido su cada vez menor suelo de votos.
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