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Irlanda muestra sus cartas en Bruselas

La Razón
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Irlanda volverá a ser protagonista del Consejo Europeo que hoy y mañana pone fin en Bruselas a la Presidencia francesa de la UE. En primer lugar, el Gobierno irlandés tendrá que explicar a sus socios las medidas que está llevando a cabo contra la crisis alimentaria desatada tras detectarse vacas y cerdos contaminados con dioxinas.

Pero más allá de esta crisis ganadera, el primer ministro irlandés, Brian Cowen, acude a Bruselas para mostrar sus planes para ratificar el Tratado de Lisboa seis meses después de que sus ciudadanos lo rechazaran en referéndum.

Aún sin confirmarlo oficialmente, Dublín baraja la hipótesis de convocar una nueva consulta en otoño de 2009 aprovechado una opinión pública favorable. Según una reciente encuesta del "Irish Times", si ahora se sometiera a referéndum el Tratado comunitario, un 43% de los irlandeses votaría a favor, frente a un 39% que lo rechazaría. Un 18% se mantiene indeciso.

El Ejecutivo irlandés, cada vez más impopular por la crisis económica, no quiere arriesgarse a un segundo fracaso en la urnas. Antes de convocar una nueva consulta, Cowen quiere obtener garantías de sus socios europeos en asuntos sensibles para el "tigre celta".

La principal exigencia de Dublín reside en que Irlanda no pierda su asiento en la futura Comisión Europea. Con objeto de favorecer la eficacia del Ejecutivo comunitario, el Tratado de Lisboa prevé que el número de comisarios se reduzca de los 27 actuales (uno por Estado) a sólo 18.

El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, ha cogido el guante y se ha mostrado de acuerdo en que Irlanda mantenga su comisario con tal de que ratifique Lisboa. "Es mucho más importante tener el Tratado de Lisboa"y para Irlanda se trata de "una cuestión esencial", afirmó Barroso, que aspira a un segundo mandato al frente del colegio de comisarios.

Sólo los grandes países de la UE (Francia, Alemania, Reino Unido, Italia, España y Polonia) tienen garantizados un comisario. Los países medianos y pequeños, en cambio, deben rotar periódicamente. "No tener el poder de nombrar un comisario reduce la identificación con las instituciones europeas", justifica Barroso.

La aquiescencia de Bruselas, sin embargo, no significa que todos los países miembros estén de acuerdo en un cambio institucional de esta envergadura, que requiere una decisión unánime del Consejo Europeo. Los ministros de Exteriores de Bélgica, Holanda y Luxemburgo ya anticiparon el lunes su oposición.

Asimismo, el Ejecutivo irlandés quiere que el resto de Estados miembros garantice mediante un protocolo anexo al tratado que las futuras decisiones comunitarias no afectarán a sus "líneas rojas"tradicionales: la neutralidad, la política fiscal y la legislación sobre el aborto. Con ello el "Taoiseach"(primer ministro irlandés) busca acallar los temores esgrimidos por los defensores del "no"durante el pasado referéndum.

Salvado el escollo irlandés, el Tratado de Lisboa podría entrar en vigor el 1 de enero de 2010, un año después de lo previsto. Sin embargo, antes será necesario que Polonia y la República Checa den "luz verde"a un texto que busca adaptar las instituciones comunitarias a las últimas ampliaciones y aumentar el peso exterior de la UE.

En Varsovia, el presidente polaco, Lech Kaczynski, se ha negado a firmar el tratado, aprobado meses atrás por el Parlamento, hasta que Irlanda no lo haga. Por su parte, en Praga, el Gobierno ha decidido retrasar hasta febrero el debate parlamentario sobre el texto para ganarse el apoyo de la oposición socialdemócrata. Es decir, la euroescéptica República Checa iniciará el 1 de enero su Presidencia de turno de la UE dando un mal ejemplo.