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Los laboristas británicos, en caída libre

La Razón
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A menos de un año de que los británicos acudan a las urnas, el Partido Laborista afronta una derrota prácticamente segura. Las últimas encuestas conceden al Nuevo Laborismo un 22% de intención de voto, frente al 41% del Partido Conservador, encabezado por el inexperto David Cameron, que ha sabido modernizar la estructura de un partido que ha perdido tres elecciones consecutivas.

Sin embargo, como es habitual en la práctica democrática, en la posible victoria "tory"habrán contribuido más los errores del errático líder laborista, Gordon Brown, que los propios méritos conservadores. A día de hoy, en medio de la profunda recesión económica que atraviesa Reino Unido, la oposición conservadora no ha presentado propuestas claras para salir de la crisis.

Nada podía hacer prever en junio de 2007, cuando Brown (entonces poderoso ministro del Tesoro) se hizo con las riendas del Gobierno y el partido, podría dilapidar en apenas dos años de mandato el caudal político atesorado por Tony Blair. Un dirigente que supo modernizar el viejo Partido Laborista hasta convertirlo en una máquina implacable para ganar elecciones. Pero también Blair, artifice de acabar en 1997 con dieciocho años de Gobiernos conservadores, asestó un duro golpe a la izquierda británico cuando se sumó, en contra de la opinión pública y de parte de su partido, a los planes de Bush para invadir Irak en marzo de 2003.

Brown, que heredó en 2007 el desgaste político producido por la guerra de Irak, no ha sabido demostrar su liderazgo ante la población, que desde un principio captó el oportunismo de un primer ministro que jugaba con convocar elecciones anticipadas cuando el viento soplaba a su favor. El estallido de la crisis financiera internacional, que se ha ensañado especialmente con Reino Unido por sus estrechos lazos económicos con Estados Unidos, sus derrotas en elecciones parciales y locales y un sinfín de errores y escándalos empezaron pronto a pasarle factura en el seno del Partido Laborista. Ya son muchos los dirigentes laboristas que ponen en duda el liderazgo del "premier"y se preguntan si es mejor dejar que Brown se caíga con todo su equipo en las legislativas de 2010 o elegir otro candidato que intente salvar los muebles.

Hijo de un parroco escocés, Brown se empeña en mantenerse en el número 10 de Downing Street hasta el final, porque por algo tuvo que esperar diez años a hacerse con el poder, tal y como pactaron él y Blair en una cena a comienzos de los noventa. Además el "premier"aún confía que la recuperación económica norteamericana llegue primero a las islas británicas y pueda presentarse ante los electores como el salvador de la economía britántica. Otra vez.