El desafío independentista
Dolores Agenjo: «La Generalitat nos dio instrucciones para organizar las votaciones»
Dolores Agenjo es la piedra en el zapato de Artur Mas en la investigación contra él por desobediencia a cuenta del papel que jugó la Generalitat en la consulta soberanista del 9-N, suspendida por dos veces por el Tribunal Constitucional. La ex directora del instituto Pedraforca de Hospitalet de Llobregat (Barcelona) se negó a entregar las llaves del centro para las votaciones y denunció presiones de la Conselleria de Educación. La defensa de Mas y de las otras dos imputadas consiguió aplazar por dos veces su declaración, pero Agenjo declarará finalmente como testigo el próximo 19 de octubre.
–¿La Generalitat se implicó en las tareas organizativas del 9-N pese a la suspensión ordenada por el Tribunal Constitucional?
–Claro que sí, eso lo sabe todo el mundo. Es público y notorio. Dieron instrucciones a los directores para organizar las votaciones.
–¿Cuándo les dieron esas instrucciones y a través de quién?
–Nos convocaron desde la dirección territorial de Barcelona Comarcas a una reunión el 16 de octubre para hablar de la jornada de votación para la que algunos centros serían sede. Yo fui con el miedo en el cuerpo porque nos temíamos que nos pedirían colaboración.
–¿Y así fue?
–Cuando llegamos ahí, nos la clavaron. Nos impartieron instrucciones verbales. La directora territorial (Montserrat Llobet) nos dijo que todos los centros íbamos a ser sede. Eso no se discutía. Teníamos que buscar a tres voluntarios entre el profesorado y nos avisó de que iríamos recibiendo el material para la consulta y que ya nos darían instrucciones.
–¿Cómo reaccionaron sabiendo que el TC ya había suspendido cautelarmente la consulta?
–Callados. Hasta que explicó que si no estábamos dispuestos a colaborar debíamos entregar las llaves a los voluntarios, que se encargarían de abrir el centro. Un director preguntó entonces si esa orden se iba a facilitar por escrito y la directora le contestó que no, que el departamento de Ensenyament era el titular de los centros y podía disponer de ellos. Insistió en que no hacía falta ninguna orden por escrito, aunque al final, ante la preocupación de algunos directores, se comprometió a estudiarlo.
–¿Intervino en esa reunión?
–Pregunté si era obligatorio reclutar voluntarios. «Obligatorio no, pero sí pertinente», me contestó. Me dijo que si algún profesor se interesaba por ser voluntario el 9-N debía comunicarlo al departament.
–¿Eso sucedió?
–Dos profesores me dijeron que querían ser voluntarios, pero les remití a la directora territorial. Les dije que hicieran lo que quisiesen, pero que ésa no era mi función.
–¿La instaron desde la Conselleria a entregar las llaves?
–Tres días antes de la consulta, la delegada del Gobierno nos advirtió por carta de que podíamos cometer una ilegalidad. Ese mismo día un funcionario de los servicios territoriales me llamó para decirme que iba a pasar a por las llaves. Le aclaré que sin una orden escrita no las daba. Me llamó después Llobet y me dijo que tenía que entregarlas y le reiteré que no lo haría sin una orden por escrito.
–Imagino que su situación no era nada cómoda.
–Estaba muy angustiada, como otros compañeros que se negaron a darlas. Tenía la sensación de que me estaban presionando para que incumpliese la Ley».
–¿Volvió a insistir?
–El viernes por la tarde (dos días antes del 9-N) me llamó otra vez para decirme que era la única directora que me negaba. Le comenté que había hablado con la directora de la Alta Inspección del Ministerio de Educación, que me instó a atenerme a la legalidad. «Tú no dependes del ministerio, sino del departament», me dijo. Yo estaba nerviosísima, en un estado de ansiedad y angustia.
–¿Se mantuvo en sus trece?
–Le dije: «Esto parece que es ilegal y no quiero incumplir la Ley» y ella replicó: «Parece que quieres desobedecerme». Esa tarde vino un señor a traer las urnas. Me negué a recibirlas sin una orden por escrito. Se las llevaron de vuelta.
–¿Nadie le llamó tras su negativa?
–Me llamó de nuevo y me dijo que me daría la orden por escrito y ella misma vendría a buscar las llaves. «Pero esto no se lo dirás a nadie», me pidió. Le contesté que se lo comunicaría inmediatamente a la directora de la Alta Inspección del ministerio y a la delegada del Gobierno. Se calló. «Ya te diré algo», dijo. No volvió a llamar ni vino a buscar las llaves. Mi instituto no abrió el 9-N, creo que fue el único de Cataluña que se negó.
–¿Se sintió respaldada?
–Al llegar al colegio tenía amenazas muy serias en mi correo. Nadie me llamó, aunque en el departament lo sabían. También recibí muchas felicitaciones. Me sentí totalmente abandonada
–Se jubiló el pasado enero.
–Mi situación era insostenible. ¿Cómo hubiera tenido ahora el valor de declarar ante el juez lo que ocurrió aquel día?
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