Industria de Defensa
Arabia Saudí, en el punto de mira de Navantia
Tras la botadura de la primera de las cinco corbetas para la Marina Real saudí, aspira a hacerse con otros dos programas navales más
El astillero de Navantia en San Fernando (Cádiz) se vestía de gala hace poco más de dos semanas para la botadura de la primera de las cinco corbetas que la compañía española construirá para Marina Real saudí. Entre estrictas medidas de seguridad por el coronavirus, el buque se deslizaba lentamente por la grada a las 17.22 horas del pasado 22 de julio para entrar en las mansas aguas de la bahía de Cádiz, coincidiendo con la marea alta. Atrás quedaba año y medio de intenso trabajo, que comenzó en enero de 2019 con el corte en el taller de la primera plancha del buque.
Este programa es el mayor contrato de exportación de la industria de defensa española hasta la fecha, con un valor estimado de unos 1.800 millones de euros. Sin embargo, Navantia aspira a más. Mientras el proyecto de las corbetas avanza a buen ritmo en España, sin apenas haber sufrido retrasos por la pandemia del Covid-19, la compañía trabaja para ampliar la relación comercial con Arabia Saudí. Sobre la mesa de negociaciones están otros dos programas más, uno de fragatas ligeras y otro de buques de asalto anfibio.
En el primero, Navantia ofrece un diseño basado en la fragata F-100 española con mejoras tecnológicas que estarán disponibles en las futuras F-110. Para el segundo, la apuesta es una embarcación muy similar a los buques de asalto anfibio Galicia y Castilla de la Armada, construidos entre 1995 y 1998 en los astilleros de Ferrol por la antigua Izar. Ambos operan desde la base naval de Rota.
En este último caso, se trata de buques muy versátiles, diseñados para transportar un batallón de infantería de 400 soldados con todos sus pertrechos. Además, cuenta un arsenal para munición naval de todo tipo e incluyen un espacio para 30 torpedos. También pueden embarcar, según el tipo de misión, 33 carros de combate o 170 vehículos blindados o seis lanchas de desembarco ligeras o cuatro pesadas tipo LCM. Por último, disponen de quirófano, UCI y laboratorio y están equipados con una cubierta de vuelo capacitada para operaciones nocturnas y un hangar para cuatro helicópteros pesados o seis de tipo medio.
El astillero público persigue replicar el exitoso modelo de Australia, donde a principios de los años 2000 consiguió los contratos para el diseño de tres destructores -Hobart, Brisbane y Sydney-, basados en las fragatas españolas F-100, y la construcción de dos buques anfibios -Canberra y Adelaida-, a partir del LHD Juan Carlos I. Tras los primeros éxitos, Navantia se asentó en el país oceánico y comenzó a trabajar en nuevas oportunidades que no tardaron en llegar. En 2011, la empresa firmó 12 lanchas de desembarco y, en 2016, cerró dos buques de apoyo logístico como el Cantabria de la Armada. Estos últimos están en la actualidad en construcción en Ferrol. En total, ha construido 19 buques para la Marina Real australiana.
Programas de las corbetas
A la espera de materializar nuevos acuerdos, la construcción de las corbetas sigue su curso en el astillero de San Fernando, tras el hito de la botadura del primer buque. El proyecto representa un antes y un después para Navantia. Después de años de intensas negociaciones, la compañía consiguió a mediados de 2018 la esperada firma del contrato con el Gobierno de Riad. Desde el punto de vista comercial, el programa representó la puerta de entrada a la difícil y, a la vez, llena de oportunidades, región de Oriente Próximo, y sentó las bases de una relación que va más allá de una simple adquisición de buques.
El contrato supuso la creación de Sanni (Sami Navantia Naval Industries), una empresa conjunta participada por la empresa estatal saudí SAMI (51%) y Navantia (49%) para la gestión de este programa y de futuros proyectos como los que ahora están encima de la mesa. La compañía española asumió el desafío de diseñar y construir un nuevo buque prácticamente a medida para un cliente extranjero.
El resultado es una corbeta con una eslora de 104 metros y una manga de 14, que podrá transportar a un total de 102 personas entre tripulación y pasaje a una velocidad máxima de 27 nudos. Además, tendrá capacidad para llevar provisiones a bordo para 21 días. El buque estará preparado para actuar en un amplio abanico de misiones: anti-superficie, anti-aire, anti-submarino, operaciones de guerra asimétrica, búsqueda y rescate, vigilancia con helicópteros o monitorización de la zona económica exclusiva (ZEE).
Para ello, contará con sistemas de lanzamiento de misiles para interceptar objetivos aéreos y hacer frente a otros buques, además de dos lanzadores de torpedos. El armamento se completa con un sistema de lanzamiento de señuelos, un potente cañón naval de 76 mm, un sistema de defensa de corto alcance dotado con un cañón de 30 mm y dos estaciones de armas remotas de 20 mm. También dispondrán dos lanchas semirrígidas y un hangar diseñado para un helicóptero naval polivalente MH-60R.
Navantia no solo construye los buques. La división de Sistemas aportará el sistema de combate Catiz, el sistema de comunicaciones integradas Hermesys, la dirección de tiro Dorna, el Sistema Integrado de Control de Plataforma y el puente integrado Minerva, junto con otros equipos desarrollados por Navantia bajo licencia, como los motores de MTU o las cajas reductoras de Renk.
El programa entra ahora en una nueva fase. Toca instalar los sistemas de a bordo, con la vista puesta en la entrega del primer buque a la Marina saudí en octubre de 2021. De forma paralela, continúan los trabajos de construcción del resto de la serie. La segunda unidad ya está en una fase muy avanzada y será botada el próximo mes de noviembre.
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