Res non verba

Personas que han cometido actos ilícitos

Tanto soñar con el día en que sacaran a Santos Cerdán de Soto Resorts y, cuando por fin lo sacaron, ya no quedaban ganas de confeti

El exsecretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, a su salida de la prisión de Soto del Real, a 19 de noviembre de 2025, en Soto del Real, Madrid (España). El instructor del ‘caso Koldo’ en el Tribunal Supremo (TS), Leopoldo Puente, ha puesto en libertad a Cerdán tras 4 meses y 20 días en prisión provisional por su presunto “papel principal” en la trama de adjudicación de obra pública a cambio de comisiones que se investiga en el caso, pero le han impuesto medidas cautelares –prohibici...
El Supremo pone en libertad a Cerdán tras casi cinco meses en prisión provisional por el 'caso Koldo'Carlos LujánEuropa Press

Hay mañanas en el Congreso de los Diputados que vienen con tono plúmbeo. Esas mañanas en las que Patxi López atiende a los periodistas con la lengua roma, sin ganas de jarana, mientras Pedro Sánchez se escurre como una anguila y Francina Armengol viste de negro luctuoso. Esas mañanas que anuncian aplausos desganados porque el horno no está para relatos. Mañanas en las que las huestes socialistas arrastran los pies musitando una letanía: economía-Almería, Almería-economía.

Con esa cantilena pretendían exorcizar el peligro de que Núñez Feijóo quisiera rendir tributo a Pasqual Maragall y lanzara la frase «ustedes tienen un problema y ese problema se llama 2%». El líder del Partido Popular no lo hizo y cierto es que, a día de hoy, se sigue sin poder hablar de financiación irregular en el PSOE, pero la marea ha llegado tan lejos que aquella «inventada» de la que se mofó Sánchez ya se ha convertido, como por ensalmo de la UCO, en un colchón. El colchón de Santos Cerdán.

El famoso dinero de las mordidas que no aparecía, y cuya tardanza hizo lubricar en algunos la esperanza de que se quedara en poca cosa. Tanto soñar con el día en que sacaran a Santos de Soto Resorts y, cuando por fin lo sacaron, ya no quedaban ganas de confeti. Decía Óscar Puente que le veía poca enjundia a lo de Santos y la enjundia han resultado ser 6,7 millones en el balance de Servinabar, la empresa milagrera. El milagro de enamorar a Acciona para que le soltaran comisiones del 2% a cambio de que el cuñado de Cerdán fuera el único peón de la empresa navarra en la obra del puente de Sevilla. El milagro de que la Paqui pareciera en El Corte Inglés Nicolas Cage en «Ghost Rider». Su tarjeta de crédito dejaba un reguero de fuego allí por donde pasaba.

El Gobierno llegó tan bajo a la sesión de control que solo pudo alegar argumentos sobados como que echaron a Cerdán en cuanto salió el primer informe y que han colaborado con la justicia. Ellos, que no se mosquearon al ver cómo un simple cargo orgánico del PSOE se colaba tan ricamente en reuniones gubernamentales o viajes internacionales que desprendían el inconfundible aroma a adjudicación pública. Ellos, en cuyo nombre aseguró trabajar Leire Díez para sobornar fiscales y reventar actuaciones judiciales, con la presencia estelar de Antonio Hernando. Lo de la trama navarra y las cloacas del PSOE tiene tanto que callar que Elma Saiz y Óscar López asistieron con la cabeza gacha a las embestidas que lanzaba la oposición. El caso es que como la mañana se prestaba a hablar de obras, el líder del PP se interesó por el desgaste de materiales y la vida útil de los pilares de la legislatura.

Quiso saber cuánto tiempo cree Sánchez que puede vivir con los mismos presupuestos sin que les salgan pelotillas. El presidente tardó tres segundos en pronunciar la palabra Almería. Él fue quien se inventó la cogobernanza en la pandemia para no molestarse en centralizar la compra de material sanitario, condenando a autonomías, diputaciones y ayuntamientos a hacer la guerra por su cuenta en aquella carrera de pícaros.

Ahora que afloran las maldades de algunos oportunistas, sobre todo si son del PP, Sánchez se indigna. El presidente, por cierto, volvió a desarrollar la teoría cuántica de hace una semana: eso de que la verdadera corrupción es no gastar mucho en el Estado de Bienestar.

Lleva Sánchez un tiempo afinando una peligrosa ecuación: esa idea implícita de que la corrupción puede ser conllevable, si lo compensas aplicando políticas de gasto expansivo. Feijóo no se acordó de Maragall en 2005, pero sí de la moción de 2018 para acusar al Gobierno de ser una cuadrilla corrupta que, pese a todo, no conseguirá que España sea una cloaca. Sánchez contrarrestó con un poquito de Mazón: el relato no estaba para bollos. Fue cuando empezaron a sonar unos latigazos inconfundibles. Llegaba el turno de Míriam Nogueras y Sánchez apretó las carnes.

La desabrida portavoz de Junts venía enfadada (más todavía) porque, según sus cálculos de Cañita Brava, el Gobierno solo ha destinado a Cataluña 90 céntimos de cada 100 euros que Bruselas nos permite gastar adicionalmente.

La escudera de Puigdemont lanzó esas migajas a la cara de Sánchez y le llamó centralista y españolista, que para un indepe es peor que cínico e hipócrita. Tan molesta estaba Nogueras que aseguró que, si el Gobierno mantiene la esperanza de sacar los presupuestos, será porque tiene algún acuerdo con PP y Vox.

María Jesús Montero, sujetándose el pinganillo contra la oreja como un abuelo futbolero el transistor los domingos, soltó una carcajada. De las pocas de la mañana, porque la vicepresidenta en sus intervenciones maltrató el micrófono. Economía-Almería, Almería-Economía.

Félix Bolaños, que jamás diferencia entre PP y Vox, exigió que se haga un distingo entre personas que han cometido actos ilícitos y personas honestas. Cerdán está en la calle, pero ya no es una inventada.