El personaje

El “dulce” exilio de Puigdemont: «El Puchi» aun se cree presidente legítimo de la Generalitat: «Sigo mandando yo»

Han pasado tres años de aquel octubre de 2017 en que despistó a todos, huyó a Bélgica e instaló su corte en Waterloo. Como acusan los republicanos desde entonces, «ha vivido como un rey»

Ilustración del ex president de Cataluña, Carles Puigdemont
Ilustración del ex president de Cataluña, Carles PuigdemontPlatónIlustración

Carles Puigdemont no se rinde. Tras cerrar una candidatura electoral a su medida, liderada por Laura Borrás y llena de nombres afines, el fugitivo de Waterloo arranca la campaña de los comicios catalanes con un nuevo desafío al convocar con toda solemnidad, en el propio Palau de La Generalitat, al Consell por la República, lo que él considera su «gobierno en el exilio». Un acto que demuestra una vez más la profunda división en el mundo independentista, dada la ausencia de Esquerra Republicana. Después de consultar con su líder, Oriol Junqueras, el portavoz en el Parlament, Sergi Sabriá, anunció que ERC no acudiría por considerarlo un acto «meramente partidista» y un as en la manga para el ex presidente. A pesar de las encuestas, que otorgan una victoria para Esquerra, el prófugo y sus candidatos de JuntsxCat aseguran que se está produciendo un trasvase de votos, como revela el último sondeo del CIS catalán, en el que Junts acorta distancias con los republicanos. Inhabilitado su sustituto, Quím Torra, «El Puchi» se considera el presidente legítimo de la Generalitat y así lo traslada a todo su equipo: «Aquí sigo mandando yo».

En un principio, los planes de Puigdemont eran presentar el acto en Angelers, Francia, pero las restricciones impuestas por la pandemia forzaron a realizarlo de manera virtual. Con indignación de ERC, la portavoz del Govern, Merixell Budó, habilitó el Salón Torres del Palau para la asistencia presencial de los dirigentes independentistas, mientras el prófugo intervenía por videoconferencia desde Bruselas. Todo un montaje al servicio de Puigdemont y sus candidatos, liderados por Laura Borrás, seguida de soberanistas emblemáticos, como el presidente de la Cambra de Barcelona, Joan Canadell, Elsa Artadi, su abogado Jaume-Alonso Cuevillas, consejeros como Jordi Puigneró, o la alcaldesa de Gerona, Marta Mádrenas. El ex presidente presume de democracia interna, al ser todos ellos elegidos en primarias, frente a lo que considera «un triste monolito» de ERC. En la carrera ya de campaña, El Puchi y JuntsxCat presumen de euforia y reivindican el secesionismo puro frente a la «rendición a Madrid» de ERC. «Solo nosotros defendemos a Cataluña», advierten.

Han pasado tres años de aquel mes de octubre de 2017 en que Carles Puigdemont despistó a todos, huyó a Bélgica e instaló su corte en Waterloo. Como acusan los republicanos desde entonces, «ha vivido como un rey», mientras su líder, Oriol Junqueras, permanece en la cárcel de Lledoners.

En todo este tiempo el fugitivo pisó temporalmente una prisión alemana, ha seguido incesante en su reivindicación de la república catalana, logró ser eurodiputado, utilizó como un títere a su sucesor, Quím Torra, observó satisfecho la ruptura de su antiguo partido, el PDeCAT, articuló la nueva coalición JuntsxCat y batutó los hilos del separatismo. Rodeado de un núcleo duro en el que figuran su íntimo amigo el empresario Josep María Matamala, los ex consejeros Toni Comín y Clara Ponsatí, y con un «lobby» en Barcelona manejado por los antiguos altos cargos de la Generalitat, detenidos hace unos días y posteriormente puestos en libertad, David Madí y Xavier Vendrell, el fugitivo de Waterloo no ha dejado un solo día de «dar la lata», dicen sus adversarios dirigentes de ERC.

Puigdemont aguarda el suplicatorio tramitado por el Parlamento Europeo y ha escapado hasta la fecha de la justicia española. En su entorno aseguran que sigue siendo el auténtico Mesías del «procés».

Con una discreta escolta que le acompaña día y noche, el fugado lleva una vida lujosa que, según su entorno, costea con su sueldo de eurodiputado y aportaciones de amigos o empresarios independentistas. Una elevada suma que pasa por los casi cinco mil euros de alquiler de la mansión en Waterloo, varios coches con conductor y un reducido personal de servicio. En estos tres años de lo que él llama su «exilio político», teledirige la línea dura de confrontación con el estado, mantiene el contacto con su familia en Gerona, acude a la ópera, lee prensa extranjera y ha aprendido el idioma flamenco que une a su dominio del inglés, francés y rumano. Sus leales aseguran que jamás dará un paso atrás en la vía unilateral hacia la independencia, tendrá peso en la campaña electoral de febrero y confían en remontar sobre ERC, con un voto independentista superior al cincuenta por ciento.

La presentación de la Asamblea de Representantes del Consell por la República refleja el enfrentamiento con su antiguo partido, el PDeCAT, y sobre todo con su socio rival, Esquerra Republicana. Pero, al margen de la política, ¿Qué vida ha llevado durante estos años El Puchi en su lujoso refugio? Sin duda, «la de un sibarita», acusan en ERC mientras Junqueras sigue en la cárcel. Para su entorno, sin embargo, una vida discreta marcada por sus grandes aficiones, la música, la lectura y la buena comida. Acompañado de sus leales, entre los que figura el diputado flamenco Lorin Parys, suele acudir a cenar al restaurante Pronto Tapas, ubicado en la vecina Lovaina, en cuyo escaparate lucen una gran estelada y fotos de los dos Jordis, Sánchez y Cuixart, encarcelados. En este local belga, de propietarios españoles, se degusta gazpacho, tortilla de patatas, surtido de ibéricos y croquetas.

A mediodía suele almorzar en la mansión de Waterloo, una vivienda de quinientos metros cuadrados, seis habitaciones, tres baños, garaje y un amplio jardín. Según algunos vecinos, muy temprano hace ejercicio por los bosques cercanos de la urbanización, una de las más elitistas y tranquilas a las afueras de Bruselas.

Sobre su vida familiar, el hermetismo es absoluto. En su entorno admiten algunos viajes de su esposa, la rumana Marcela Topor, mientras otras fuentes hablan de una separación, aunque nadie lo confirma. Vecinos de la urbanización Saint Juliá de Ramís, un complejo de golf y ocio dónde Puigdemont adquirió una casa-chalet siendo alcalde de Gerona, dicen que en el inmueble viven Marcela y sus dos hijas, Magali y María, en medio de una total discreción. Hace tiempo la casa estuvo cerrada a cal y canto sin un solo signo de gente habitada, pues el asedio en el colegio donde la dos menores estudian fue determinante en los primeros días de la fuga a Bruselas. Vecinos de la urbanización y del centro escolar mantienen un pacto de silencio.

Fuentes de la familia indican que el apoyo de Marcela Topor ha sido total, así como el de sus padres, tíos y hermano que regentan una conocida pastelería en Gerona. Desde allí le mandan con regularidad unos cuantos ejemplares del «xiuxo», un dulce típico de la tierra gerundense, relleno de crema, que es su favorito.

Según su círculo de amigos, «El Puchi» acude con frecuencia a la ópera de Bruselas, una de sus grandes aficiones, y a exposiciones de pintura flamenca en museos de la ciudad, de cuya escuela le apasionan Jan van Eyck, El Bosco y Hans Memling. Lee mucho, sobre todo a su autor favorito, Gaziel, seudónimo de Agustí Calvet, el escritor nacido en San Feliú de Guixols. Iluminado del «procés», Puigdemont prosigue con su «dolce vita» al frente de un independentismo en flagrante división.