Juan Torres Serra "El Pirata" es un asesino en serie de Ibiza y Mallorca: lleva cuatro víctimas a sus espaldas sin que encuentren los cadáveres

La Guardia Civil encontró huesos de cerdo enterrados en la finca del asesino en serie de Baleares

Juan Torres es responsable de la desaparición de cuatro personas desde los años 90 pero nunca han encontrado ningún cadáver. Su última víctima es de agosto

No hay guión de ficción que se haya acercado siquiera a recrear la vida de Juan Torres Serra. Su nombre es de lo más común pero el pasado de este hombre, un español de 58 años natural de Ibiza, bien se aproxima al cine gore. La Guardia Civil cree que es el responsable de la desaparición de nada menos que cuatro personas desde finales de los años 90 sin que ninguno de los casos haya logrado ser resuelto. Es decir, creen que ha matado y después ha hecho desaparecer los cuerpos de cuatro hombres pero nunca se hallaron los restos de ninguno: un asesino en serie que «hace desaparecer» los cuerpos de sus víctimas con una habilidad pasmosa.

Su currículum comenzaría en 1997 y se prolonga hasta hace solo cuatro meses, ya que su última víctima desapareció el 23 de agosto de este mismo año. El modus operandi en todos los casos es similar: los desaparecidos le dejan (supuestamente de forma «voluntaria») sus viviendas a nombre del «Pirata» y después, como por arte de magia, se esfuman. Los investigadores creen que es Torres quien finge los contratos y luego los asesina pero el gran misterio es qué hace después con los cadáveres ya que no se han logrado encontrar nunca ni siquiera algún resto orgánico, ropa de ellos o el arma homicida.

El último, un hombre de 46 años

Los investigadores de la UCO y Policía Judicial de Mallorca creyeron estar cerca de la resolución del último caso que se le atribuye a este siniestro tipo, apodado «El Pirata» o «Rotavella», pero fue una falsa ilusión. Todo comenzó el pasado 23 de agosto, cuando su última víctima desapareció. Es Antonio Llabrés Mairata, «Tony», un hombre de 46 años de Binisalem, un pueblo mallorquín de unos 8.000 habitantes. Según el cartel difundido seis días después de su desaparición, medía 1,72 y pesaba nada menos que 85 kilos. Un cuerpo, en teoría, nada fácil de hacer desaparecer.

La familia interpuso la denuncia el pasado 23 de agosto aunque ya llevaba días sin hablar con él y la última vez que lo hizo, la conversación fue de lo más inquietante. Según publicó «Diario de Mallorca», la madre del desaparecido habría marcado su teléfono y lo habría cogido otra persona. Al preguntar por su hijo, se lo pasaron al teléfono y él habría dicho: «Estoy atado». Después se habría cortado la comunicación. Al volver a llamar, al parecer, ya no lo cogió nadie. Lejos de preocuparse, los familiares creyeron que podría tratarse de una «broma», según recoge el diario, y comenzaron a darle importancia cuando ya no volvió a responder a las llamadas.

La última víctima de Juan Torres "El Pirata" es del pasado mes de agosto
La última víctima de Juan Torres "El Pirata" es del pasado mes de agostoLa RazónCedida

Enemigo público número 1 de Ibiza

Al denunciar su desaparición los agentes se alarmaron ante el episodio que narraba la familia y, cuando se acercaron a la vivienda del tipo, una finca rústica situada en Camí de Binigual, a las afueras de Binisalem, confirmaron sus peores presagios al encontrarse en el lugar con Juan Torres, «Rotavella», un mítico delincuente que había sido declarado el enemigo público número 1 de Ibiza a finales de los 90. La cosa no pintaba bien. Él les dijo que llevaba viviendo allí desde febrero y que no sabía nada de «Tony». Que se habría marchado al extranjero pero no sabía dónde y que le había dejado un contrato manuscrito por el que le permitía residir en aquella vivienda durante los próximos 3 años: el mismo modus operandi que aplicó con sus dos últimas víctimas.

Fue a principios de este mes cuando un equipo de especialistas de la Guardia Civil con excavadoras y perros, un ingeniero de minas experto en movimientos de tierra y el secretario judicial del Juzgado de Instrucción de Inca (Mallorca) buscaron sin descanso el cuerpo de «Tony» o algún rastro que permitiera inferir que allí se había producido un asesinato. Se levantaron casi 40.000 metros cuadrados de terreno de la finca pero allí no había nada y también se miraron todos los pozos de la zona con los especialistas en búsquedas subacuáticas. Los agentes solo encontraron enterrada en la finca una bolsa de plástico con restos orgánicos. Eran huesos y grasa en descomposición, no demasiado deteriorados, pero tras enviarlos al laboratorio para su análisis los resultados no fueron satisfactorios: tal y como se temían, no eran humanos sino de cerdo, según fuentes de la investigación.

Sangre en la pata de una mesa

Sí encontraron, no obstante, restos de sangre en el interior de la vivienda. Concretamente en una mesa con la superficie de mármol que estaba rota como señal de que se había producido violencia. Pero «Rotavella» se encargó de limpiarlo todo después con mucha lejía empleando, de hecho, varias garrafas según las mismas fuentes. Es decir, los investigadores creen que el crimen se habría producido allí pero lo que hizo con el cuerpo de «Tony», sin embargo, es una incógnita y tampoco han encontrado ningún indicio que les lleve a buscar en otro lado. En realidad tenían sólidas sospechas de que lo pudiera haber enterrado en la propia finca y por eso el juzgado autorizó el minucioso registro, que se prolongó durante tres días, pero la tranquilidad del sospechoso durante todas las jornadas parecía dar buena cuenta de que allí no iban a encontrar nada. Durante el registro en el interior de la vivienda los agentes también descubrieron que debajo de un arcón tenía, tras una tabla sujeta con tornillos, la documentación de un coche que supuestamente había comprado pero que tampoco aparece por ningún lado.

De nuevo en libertad

Trataron de colaborar en el caso asunto los agentes del Servicio de Análisis de la Conducta de la Guardia Civil para elaborar un perfil criminal del sospechoso que permita ayudar a los agentes de Judicial a encontrar el cuerpo. Pero ante la falta de evidencias, al titular del juzgado al que pasaron a disposición al sospechoso tras esos días de búsqueda, no le quedó otra que dejarle en libertad con medidas cautelares. «El Pirata» lograba así eludir una vez más su responsabilidad en la desaparición de una persona. Y van cuatro. Porque le consideran el responsable de la de al menos otros tres hombres en los últimos 23 años. Los tres casos anteriores han tenido lugar en la isla de Ibiza.

El primer caso se remonta a diciembre de 1997. Juan Torres habría contratado los servicios del abogado Antonio Ferrer Juan, un hombre de entonces 72 años entonces residente en Santa Eulalia a quien el Juzgado de Instrucción número 4 de Ibiza ya dio oficialmente por muerto en diciembre de 2003. Al parecer, «El Pirata» le habría amenazado para que le diera dinero y le dejara quedarse en su vivienda. De hecho, la familia reconoció tras su desaparición que les había pedido seis millones de pesetas pero luego les había dicho que ya no hacía falta. Era diciembre del 97 y apenas un mes después, en enero de 1998, «Rotavella» habría repetido la jugada. Esta vez fue en Santa Agnés.

El elegido fue un alemán de 41 años: Thomas Egner. Tras su desaprición, los agentes encontraron en casa del alemán al sospechoso y el coche de su anterior víctima (el abogado Ferrer) con la matrícula cambiada. Supuestamente –según su declaración– le había dejado la casa a su nombre antes de irse a Sudamérica. Lo mismo que habría hecho casi una década más tarde su penúltima víctima: Francisco López Álvarez, de 60 años, un hombre que conoció en la cárcel de Palma mientras cumplía por tráfico de drogas. Él protagonista de esta historia, sin embargo, cumplía por un delito violento: el secuestro de un panadero de San Antonio (Ibiza) con quien habría participado en una operación de contrabando.

Según contó en su día la prensa local, le había amenazado con un fusil de pesca submarina aunque el panadero finalmente logró zafarse del «Rotavella». Sino, es muy probable que también estuviéramos hablado de una quinta víctima. Tras el secuestro de aquel hombre, a quien mantuvo encadenado y amordazado durante una semana, «El Pirata» fue apresado el 23 de abril de 1998 en medio de un operativo a la altura de su peligrosidad.

Aquel día una docena de agentes de la Guardia Civil rodearon la casa de campo de Santa Agnés en la que se encontraba el peligroso criminal, de 34 años entonces. Sabiendo que era probable que pudiera estar armado, lanzaron proyectiles lacrimógenos y lograron que el delincuente saliera de la vivienda: así lograron coger al que era entonces el «enemigo público número 1» de Ibiza. El problema es que dos décadas después el tipo sigue siendo un peligro público y está en la calle.