Cartas desde Singapur

¡Todos a una, Fuenteovejuna!

FILE PHOTO: A Temasek logo is seen at the annual Temasek Review in Singapore
Los fondos soberanos, GIC y Temasek de SingapurEdgar SuReuters

Dios ha muerto. Nada nuevo bajo el sol de este mundo narcisista. Ahora mandamos nosotros. O eso nos creemos. El veneno del yo mi me conmigo ha contaminado las bases del Estado del bienestar ¡Viva el Homo Economicus de John Stuart Mill!

Recuerdo la historia del anillo de Giges. Un anillo, muy del estilo Frodo Bolsón, con el poder de volvernos invisibles. Semejante atributo era usado para delinquir, lo que prueba que el poder corrompe ante la falta de virtud. En la actualidad, usaríamos este anillo para amasar dinero, ‘hacernos’ con ropa cara, o alguna obra de arte. De hecho, yo tengo el ojo echado a un par. Permitimos la injusticia mientras nos beneficie. En el momento que esta nos impacta negativamente, somos los primeros en lanzar la queja a mamá Estado. No somos más que adolescentes que fingen ser independientes de sus padres mientras perciben su paga. Pero cuando enfermamos, confiamos en que el Estado ejerza. ¿Y aún así nos planteamos tributar en Andorra como una opción? Dar poco y recibir mucho, eso queremos. ¿Es posible? Entiendo que haya capitalistas que dediquen odas a países como Singapur, donde resido actualmente. Aquí existe una tributación progresiva sobre la renta que va del 0% hasta el 22% para salarios mayores a S$320,000. Es decir que, a un contribuyente medio, S$5,000, se le retendría entre un 7% y un 11.5%. La pensión es “justa”. Se te devuelve lo que has contribuido. Ni más ni menos. Es lo que da lugar a imágenes desgarradoras de sus mayores recogiendo bandejas y limpiando suelos con espaldas dobladas sin tener el descanso que merecen. Castigados por un sistema que les ha exprimido hasta el alma. Aquí es cuando entra la dicotomía entre el interés general o el particular. Entender al país como equipo o como individuales. Compartir valores o compartir asfalto. Yo elijo todos a una. Elijo no olvidar de dónde venimos. Creamos burbujas de cristal alrededor del yo. En consecuencia, carecemos de un sentimiento de pertenencia a una causa mayor. No tenemos visión de patria. Normal. También la hemos matado.

En Singapur, hay prácticas que se deberían adoptar. Eso sin duda. Como los dos fondos soberanos, GIC y Temasek, que juntos gestionan inversiones por valor cercano a los S$700 billones. Los programas de becas de apoyo a emprendedores a través de Startup SG Founder dotados de S$150 millones en concepto de financiación y mecenazgo. También podemos emular el esfuerzo del país por mejorar las aptitudes de sus compatriotas a través de programas como SkillsFuture. Por favor, no comparar con los cursos del INEM. Afortunadamente, son prácticas que se pueden adoptar, pero con el equipo como norte. Sin dejar a nadie atrás, ya que de lo contrario el progreso no sería real. El problema que veo es la desconfianza en nuestras instituciones. Si nuestra gente entendiese el impacto real de su contribución, o sintiese que su dinero está bien gestionado, la duda ofendería. Repito: Todos a una.

En nuestro rincón del sur de Europa, el Estado no es más que un buzón de quejas. Es esa tensión entre falta de valores, virtud y tierra que nos polariza, hace crear bandos, odiar al prójimo... pero se nos olvida que no somos nada sin gente alrededor. Sin los nuestros. De lo contrario, el mundo estaría controlado por abejas ¿Cómo podemos trabajar juntos en esto? ¿Cómo sanar como sociedad los pecados del neoliberalismo tanto económico como cultural? Ni la izquierda ni la derecha, enzarzados en sus discursos ideológicos, nos proveen de rumbo. Si ellas no juegan el partido ¿Hemos de permanecer pasivos como espectadores estupefactos? Mi respuesta es no.

Somos más que la gente que nos representa, pero somos menos que la patria que nos une. Retomemos la responsabilidad individual. Es fácil denunciar la falta de infraestructura, echar la culpa a otros. Mucho más fácil que dar el paso. Las grandes naciones se forjan en la base de sus pirámides. Recuperemos nuestro código moral y ya conseguiremos que se contagien de él las instituciones. Volvamos a entender España como la sinergia de sus gentes mientras la élite política se sigue matando por ser el próximo Papa. Despojémonos del “con tal de ganar todo vale”. Hemos crecido en el ego y eso repercute en nuestra falta de felicidad. No confundir con disfrute. La filosofía y la ética son mas importantes que nunca. Abracémoslas y no las soltemos. Empecemos por reconocer, como recoge Víctor Lapuente en su último libro, que el enemigo está dentro de nosotros. Será entonces cuando podamos volver a construir la sociedad que todos anhelamos.

PD: España, te echo de menos.