Jorge Vilches
El hundimiento
El abrazo a ERC y Bildu produce una sangría electoral en el PSOE, un deterioro de su autoridad y de la confianza que debía transmitir un partido de gobierno
Será difícil en el futuro explicar las decisiones de Sánchez con los grandes parámetros de la ciencia política. Habrá que recurrir al factor humano más básico, ése que permite entender las pifias más sonoras de la historia de la Humanidad.
El empecinamiento en despreciar al PP en el proyecto de recuperación económica de un país asolado por la crisis, y en abrazarse a comunistas, secesionistas, filoterroristas y golpistas, tendrá un enorme coste. Pero atención: no solo para Sánchez y su partido, sino para todos, que en definitiva es lo que importa.
Esta alianza suicida no tiene ningún sentido estratégico de gran envergadura, sino menor y personal. El asunto se reduce al vulgar mantenimiento de cargos públicos en la administración y en ayuntamientos gobernados junto a los nacionalistas. Se nos vende por unos sueldos de concejal y puestos pequeños, por conservar esa red local de gente prescindible e intercambiable que no tiene más oficio que la política. Y no lo olvidemos: estamos en almoneda por unos días más en Moncloa a la espera de que suene la flauta.
El abrazo a ERC y Bildu, incluso con sorprendente orgullo, produce una sangría electoral en el PSOE, un deterioro de su autoridad y de la confianza que debía transmitir un partido de gobierno. Además, el daño institucional es evidente. ¿Cómo van a ser respetables organismos del Estado, de lo político, de lo permanente, con los que se mercadea para conseguir unos votos parlamentarios? Si se puede comprar y vender una comisión oficial es que no sirve para nada bueno.
Es imposible a día de hoy que Sánchez remonte en las encuestas, o que piense siquiera en revalidar la victoria. El que sus socios pidan la cabeza de Margarita Robles, la única ministra defendible por españoles a izquierda y derecha, es una muestra de la situación. ¿Quién va a querer votar a este PSOE salvo los feligreses del socialismo? Fracasará en las urnas, y su única posibilidad de mantener el poder será un trampantojo de alianza parlamentaria, otro Frankenstein que ensucie la democracia y perturbe la convivencia, que empobrezca y nos haga perder oportunidades de crecimiento.
No hay que olvidar que un gobernante debe procurar el bien del pueblo. Hasta lo sostenía Hobbes para justificar el Leviatán. Este inglés decía que el gobernante tiene dos misiones fundamentales. La primera es proteger de los enemigos exteriores. Sánchez no lo hace: es despreciado por Estados Unidos, humillado por Marruecos y represaliado por Argelia, al tiempo que sigue comprando gas a Putin, el tirano que ayudó a los separatistas catalanes. La segunda misión, decía Hobbes, es la paz interior, entendiendo ésta como la prosperidad en una «inocente libertad» y controlar a los enemigos interiores. Pues Sánchez ni lo uno ni lo otro, porque estamos sumidos en la peor crisis desde los 80 y en manos de los enemigos de la democracia.
El conjunto tiene una definición: hundimiento general, de la economía y de la política, de la confianza y el bienestar. Porque los españoles hemos perdido desde el año 2020 poder adquisitivo como nunca antes. Jamás un presidente del Gobierno de España había eludido ir a la final de la Copa del Rey para evitar ser abucheado por la concurrencia. A estas alturas solo podemos aferrarnos a la esperanza de las próximas elecciones, a tirar los dados a ver si tenemos suerte. Hace muchos años había un anuncio en el que un anciano aislado en el campo decía: «Y dice que ese Mateo va vestido de Supermán, persiguiendo a un ex ministro que está casado con una china», y terminaba preguntando «¿Qué? ¿El Madrid, otra vez campeón de Europa?». La idea era reírse del equipo madrileño. Bueno. Cuatro años después, como una legislatura, llegó el gol de Mijatovic, la Séptima y la era Florentino con seis copas más. Moraleja: se puede remontar.
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