Maniobras
Operación Moncloa para frenar el tirón de Feijóo
El objetivo es vincular a este PP con la corrupción de la etapa de Rajoy. Utilizan los vínculos de un empresario con Villarejo. «Hay material para muchos días»
El presidentePedro Sánchez lanzó la piedra, sin esconder del todo la mano, la pasada semana en el Congreso de los Diputados. «Hoy los mangantes no están en el Gobierno, como sí ocurría con el PP». La veda se abrió, y aunque no se manchen directamente las manos, la estrategia está muy bien coordinada en el ámbito del Gobierno, de la Fiscalía y con conexiones con algún empresario próximo, y que llegó a tener la relación necesaria con el excomisario Villarejo como para llegar a un acuerdo de intercambio, una relación de compra-venta, dinero por material explosivo, que ya ha empezado a publicarse y que al Gobierno le viene muy bien como sostén del nuevo mantra oficial, ése que busca vincular al PP de Feijóo con el PP de la corrupción de la etapa de Mariano Rajoy.Todo mezclado, a ver si así consiguen frenar el «tirón» que las encuestas reconocen al líder de la oposición desde que llegó a la Presidencia del PP. ¿Objetivo? Manchar su nombre con los escándalos del pasado, protagonizados por otros dirigentes de su partido.
No es casual, por tanto, que los satélites que orbitan alrededor de Moncloa y del PSOE hayan empezado también a incidir en los últimos días en la relación de Feijóo con el ex presidente Mariano Rajoy, en lo que es una maniobra para instalar en la opinión pública la idea de que todos son lo mismo y de que los escándalos de la etapa anterior, Villarejo, Kitchen y compañía, se pueden extrapolar a la nueva etapa.
La zona oscura del poder está llena de tentaciones para quien está en Moncloa, sobre todo cuando las encuestas dejan de ir a favor y la situación política y económica no anima a pensar que jugando de frente se puede dar la vuelta a un partido que parece que se está torciendo. Aquellos que tienen acceso a la «cocina» de la estrategia anticipan que «hay material para días», para semanas, si se dosifica con eficacia. Y luego lo que falte por venir, ya que el Gobierno confía en que el «caso Kitchen», pendiente de fecha para el juicio, todavía les ofrezca más gasolina con la que seguir explotando el eslogan de «PP=corrupción».
La gravedad de los hechos que se investigan no quita para que, al mismo tiempo, también haya un interés político en su utilización y en su interesada filtración.
En política no hay nada casual. Y la salida del presidente del Gobierno de la pasada semana en el Congreso confirmó que en Moncloa empiezan a tener la sensación de que van perdiendo, y en la guerra vale todo. Hay urgencia, además, porque en un mes Pedro Sánchez se juega mucho en las elecciones andaluzas y parte de una posición de desventaja. Para el candidato popular, su líder nacional suma. Para el candidato socialista, su líder nacional, el presidente, resta, aunque no lo puedan decir oficialmente. La salvación del PSOE, y de Sánchez, está en no quedarse por debajo del peor resultado del partido, el que consiguió Susana Díaz en las últimas elecciones autonómicas. Esa cifra de los 33 escaños, que las encuestas no les dan hoy por asegurados.
En una situación extrema, vale todo, también ese material de las «alcantarillas» susceptible de servir para movilizar al votante de izquierdas que pueda tener en Andalucía la tentación de confiar en la gestión de Juan Manuel Moreno o de quedarse en casa porque no le incentiva lo que le ofrecen en sus siglas. Los estudios demoscópicos coinciden en que el ruido de la corrupción no suma al PP, pero, asimismo, apuntan que, a estas alturas, también está bastante amortizado en cuanto a su coste en futuras elecciones porque los populares ya han pagado su peaje en anteriores exámenes en las urnas.
Aun así, el principal partido de la oposición se enfrenta a una campaña en la que la buena relación de Feijóo con el ex presidente Rajoy se utilizará para justificar la identificación del PP de Feijóo con los escándalos de la etapa de Rajoy.
El PSOE ha tomado nota de que con este PP pierde fuerza su estrategia del exabrupto, porque no contestan ni caen en las provocaciones. Y también pierde solidez su política de identificación del PP con Vox, además de que saben que este partido cada vez da menos miedo entre los votantes.
El problema de la estrategia de viajar al pasado para manchar al PP del presente es que Feijóo lleva años gobernando una comunidad autónoma y no se le conoce condena ni problema con la corrupción. Al PP, y así lo ha avalado incluso el CIS, le está funcionando huir de la política de la confrontación vacía para incidir en las soluciones y en los pactos.
Pero ahora tiene por delante el reto de enfrentarse a esta ofensiva política, fiscal y mediática, con ayuda externa, para poner sordina a las debilidades del Gobierno de coalición por la vía de echar mano del pasado y de escándalos tan graves como el caso Kitchen.
Cuentan en el PP que a Rajoy siempre le han preocupado dos cosas: «los trajes y los sobres». Y en este asunto pendiente todavía de juicio, en el partido se preguntan en alto quién le pagaba las vacaciones al secretario de Estado de Seguridad y para quién trabajaba su mujer. En las respuestas a estas preguntas y en los temores del ex presidente del Gobierno poco tiene que decir el actual líder nacional del PP. Aunque los portavoces de Sánchez hayan recibido instrucciones para mezclarlo todo en un mismo paquete.
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