Opinión
El arte de mover piezas
El PP sigue castigado por el Ejecutivo, que lo mantiene en el rincón de pensar y no cuenta con ellos para ninguna iniciativa
Pedro Sánchez ha apretado el acelerador de la agenda política española en los días previos a las vacaciones. En estos días, se ha conocido su aspiración a presidir la Internacional Socialista, ha desplegado la diplomacia española en los Balcanes, ha aprobado el borrador de la nueva ley de información clasificada que entierra la ley de secretos oficiales de 1968, ha aprobado sus últimas medidas contra la crisis con el aumento de impuestos a bancos y energéticas, ha presentado la reforma de la selectividad, ha reunido la mesa de diálogo, desactivando la bronca con ERC y ha vuelto a reafirmarse en su posición sobre la renovación del Tribunal Constitucional y se ha mostrado convencido de que el Consejo General del Poder Judicial cumplirá la ley.
La actividad presidencial es arrolladora y obliga al principal líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo a hacer encajes malabares para no pasar desapercibido. Mientras Pedro Sánchez lo ignora. La nueva ley de información clasificada no ha sido negociada no el PP. Ni tan siquiera han sido informados y aunque ERC y Bildu hayan mostrado diferencias, el borrador se sustenta en la legislación europea sobre esta materia. Si sale adelante, algunos hechos como los de Vitoria en el 76 o los sanfermines del 78 tendrán que esperar unos años a ser conocidos. Con todo lo esperado, ya no viene de cuatro o seis años.
El PP sigue castigado por el Ejecutivo, que lo mantiene en el rincón de pensary no cuenta con ellos para ninguna iniciativa. El castigo tiene su origen en la negativa del PP a acatar la Constitución y renovar el Tribunal Constitucional. No voy a entrar en el debate de quién tiene razón. La constatación es que el PP se niega a renovar un órgano en el que dejará de tener la mayoría que le negaron las urnas, y el PSOE se niega a redefinir cómo deben ser nombrados los jueces. Sánchez sabe que la partida está en tablas y que se la juega en septiembre y ha aprovechado su presencia en Tirana para lanzar el dardo: el Gobierno hará los nombramientos en septiembre y espera que el CGPJ asuma el cambio de ley, la respete, la cumpla y nombre a los dos magistrados que le corresponden.
Sánchez es un artista moviendo sus piezas. Lo hizo hace apenas una semana en el PSOE, a pesar del portazo de Adriana Lastra, y ahora mantiene a todo el arco parlamentario en vilo haciéndolo correr por los carriles que él marca. Quizá, esta frenética actividad es una cortina de humo para tapar el movimiento final que no es otro que una crisis de Gobierno. Un adelanto lo dio el Boletín Oficial del Estado de ayer, que incluyó una reestructuración de la Presidencia del Gobierno, es decir, cambios en el equipo directo del presidente. El cambio consiste en la creación, nada baladí, de la Secretaría General de Planificación Política que desarrolla sus funciones en el artículo 11, de forma muy genérica pero que retrae competencias del adjunto al jefe de Gabinete. Nadie ha puesto el foco sobre este movimiento. Toda la atención está fijada en Félix Bolaños, porque el Ministerio de Presidencia puede quedarse con las llaves de los secretos oficiales. Casualidad o no, las casualidades no existen, Sánchez ha hecho un gesto invisible para reforzar o cambiar la correlación de fuerzas en su equipo de Moncloa, visto el desaguisado del último año sin Iván Redondo.
Este cambio no es que sea fundamental, pero parece el fusible que puede motivar más cambios para afrontar el último de año de legislatura plagado de problemas. Su titular no dejará indiferente, ni a propios ni extraños, porque su nombramiento tiene sustancia. Carpeta PSOE, cerrada; carpeta Moncloa, movida, y pendiente la carpeta Gobierno. Mientras todos se pelean sobre el TC, sobre la nueva ley de secretos y por las consecuencias de las medidas ante la crisis, el presidente va lo suyo, que es mover piezas.
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